martes, 23 de agosto de 2011

De Wonderland al Hogar del Jubilado



Decidimos dar un paseo en nuestro primer día en Boston. Como yo apenas recuerdo mucho y tampoco vamos a tener tiempo para dedicarlo a museos y otros actos culturales varios, acordamos dar un paseo por el centro y, como yo me pongo muy pesada (es lo que tiene ser fan) me van a llevar a Cheers a tomar una caña.

Así que cogemos el coche, nos llegamos hasta la estación de tren y en un periquete estamos saliendo de Wonderland (isn´t it lovely?) con dirección al centro de Boston.

En 10 minutos habíamos llegado, y al salir del tren, una marabunta humana nos acoge. Y todos parecen querer estar en el mismo lugar: Quincy Market. Esta zona peatonal está llena de tiendas, de restaurantes, de mimos, de cantantes de hip-hop que hacen bromas (qué pasa, que solo vamos a cantar los negros?), de recreaciones históricas y sobre todo de gente, de mucha gente...

Paramos en uno de los kioskos y Eric y yo decidimos compartir una sopa de almejas típica de aquí. Yo ya la conocía de Lenny&Joe´s pero he de admitir que es uno de esos platos para los que no tengo fin. Es absolutamente deliciosa, y te deja un sabor de boca que te acompaña el resto del día... sólo de recordarla se me hace la boca agua. Mmmm...

Paseamos viendo a los tipos disfrazados de colonos representando una escena histórica, entramos en algún edificio del XVIII (para aquí, tan antiguo como el jurásico) y observamos a la gente y hacemos fotos (bueno, más bien las hago yo...).

Decidimos poner rumbo a Cheers, pero Ketch tiene una idea mejor...
(Quizá ahora debería hacer un inciso... el viajar con amigos gays tiene una característica: que igualmente ellos conocen a otros amigos gays. Y estos, algunos sitios donde, de nuevo, hay gays. Bueno, pues esto es lo que pasó el otro día. Ketch se empeñó en que nos tomáramos una cerveza en uno de esos lugares "de ambiente". Y hacia allá fuimos.)

Nada más entrar al garito (medio oscuro, con un pasillo infinito) el tipo de la entrada con un cierto aspecto de "oso" trasnochado, me dice : "hey hun' sabes a dónde vienes?". A lo que yo respondo con un "of course", sonrio y me meto entre mis dos amigos.

La verdad es que solamente he ido a bares de ambiente en Madrid. Y tampoco a muchos. Pero lo que sí que es cierto es que algunos de ellos me han dado un aspecto levemente curte. Y este tampoco parece el templo de la elegancia.

Tardo unos segundos en acostumbrarme a la oscuridad, el tiempo que invierto en localizar un billar a mano izquierda, una barra al fondo y unas mesas entre ambos. Unas mesas habitadas por respetables abuelitos moteros que comían de forma desaforada patatas fritas de bolsa...

Tomamos asiento en la barra. Aquí es frecuente que frente a ella haya una hilera de sillas. Y que la gente que se siente en ellas hable entre ellos. No necesariamente para intentar ligar sino simplemente por el placer de charlar. Nos sentamos y de repente siento que soy el foco de todas las miradas. Y no precisamente por lo estupenda que estoy, que sería lo normal, sino porque creo que aquí las mujeres no somos visitantes habituales. Lo curioso es que todas las miradas que siento van acompañadas de una sonrisa de bienvenida tipo: "no suelen venir mujeres pero nos encanta que estés aquí" así que pido una cerveza sin alcohol y me dispongo a disfrutar del rato.
En seguida el camarero (unos sesenta y con un problema no sé si de parkinson pero en cualquier caso un problema que le afectaba a la hora de agarrar las cervezas) nos saluda (ladies first) y me pregunta de dónde soy. Al decirle que española, comienza a hablarme de lo que conoce de España, de lo que le gustaría conocer Madrid y de lo nice y cute que soy yo :)

Mientras converso con el tipo, hago un segundo barrido al local. En la oscuridad asoman caras masculinas, con aspecto como de pasar el día, de estar en este bar como pudieran estar en una reunión familiar con los nietos. Y precisamente eso es lo que me llama la atención, probablemente porque al llevarnos Ketch imaginaba que el sitio iba a tener un público algo más joven... la edad media de los parroquianos era, siendo generosa, de 55. Así que cuando se miraba a las mesas y se veía a los respetables abuelitos comiendo patatas y bebiendo cerveza y a los de la barra hablando de la temporada de pesca, os garantizo que este club gay parecía mucho más el hogar del jubilado que un local de ambiente...
Tras habernos tomado la cerveza y haber visionado una peli erótica en la que había pixelaciones en las áreas de interés (creo que era como Mogambo antes de la censura, que al final era peor...), le pedimos al tipo la cuenta.Él me dice que a mí me invita. Que ha sido un placer que una dama como yo haya visitado su local.

Así que más contenta que unas pascuas por el detalle, me despido del oso de la entrada y sigo a mis dos amigos a nuestro próximo destino: Cheers.

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