domingo, 28 de agosto de 2011

Chinatown

Eric tiene nuevo novio: guapo, amable, cariñoso, canta maravillosamente bien, es divertido... y además vive en Nueva York :)
Así que con tan agradable circunstancia, decidimos ir a hacerle una visita, no se fuese a quedar el mipobre sin conocerme...

Decidimos llevar el coche. El viaje, tranquilo, sin atascos ni aglomeraciones. MiJason (que así se llama nuestro nuevo amigo) vive en Queens, frente al edificio Citibank. El edificio moderno, de líneas limpias, con dos porteros (uno te abre la puerta y el otro te saluda), un lobby para organizar en él una tertulia literaria, gimnasio, garaje y piscina.

El apartamento, una bombonera. Decorado con un estilo super personal, alegre, luminoso y con un rincón de las artes (piano, guitarra, libros, partituras, fotos que es una gozada.

Una vez ubicados cogemos el metro. Sólo hay 4 estaciones hasta Central Station. Antes de que queramos darnos cuenta estamos metidos en la dinámica de la City. Gente arriba y abajo, viste como quieras, come en el metro, ríe, duerme... de todo...

Cambiamos de línea y bajamos en Canal Street, nos parece interesante pasar una mañana en Chinatown y Little Italy. Además, mi cuñado Javi ha decidido que para su cumple quería un reloj de imitación de una marca impronunciable, así que tras bajarnos en la parada del metro decidimos empezar la búsqueda del reloj (antes la obligación que la devoción)

En ese momento, al echar un vistazo a Canal recuerdo lo que me dijo un amigo antes de que fuese a Chinatown por primera vez: "es una sensación muy curiosa, cruzas la calle y sólo ves chinos..." yo pensé que esto era algo exagerado y que, sin duda, encontraríamos occidentales. Pues no. Hay zonas en Chinatown donde no encientras a uno solo.

Y en una de estas intentamos buscar el reloj. Hace tiempo que el tráfico de imitaciones está muy perseguido, de hecho la última vez que estuve aquí con Joan y Pilar vivimos una experiencia que aún me hace matarme de la risa cuando la recuerdo, al seguir a una mujer hasta un callejón, llevarnos a una casa y en un momento determinado después de que viniera un hombre no identificado escucharla gritar: "run" hasta acabar atravesando a toda velocidad las cocinas de un restaurante.

Esta vez tuvimos más suerte. La china que se nos acercó ofreciéndonos relojes sólo nos llevó a otra calle más china en la que nos mostró un catálogo con los grandes éxitos de la imitación. Una vez elegido, no llegamos a un acuerdo con la vendedora, que empezó pidiendo la friolera de 150$ por un reloj. Creo que por ese precio me lo compro, seguro en una tienda.
Bueno, pues tras retirarnos ofendidísimos y evaluar la posibilidad de comprar una camiseta Ralph Lauren a Javi, nos encontramos a otra que nos hace el mismo proceso. Mientras esperamos que vuelva con los relojes, una amiga suya me pregunta si quiero cosas de Tiffany's. Y en ese momento se desdobla lo que yo creía que era un mitón largo (luego resultó ser un calcetín custodiado) y me deja ver una colección de pulseras que alucino...

Y entonces, después de yo decirle que no estaba interesada, me empieza a poner las pulseras. Y luego cuando hemos acabado la negociación, empieza a sacar pendientes no sé ni de dónde, y luego collares que me va colgando. Resultado: en diez minutos llevaba más bisutería encima que la mujer de Jesús Gil, estaba matada de la risa y agobiada de tanto joyerío.

Tuve ganas de decirle que tenía cualidades de excelente vendedora: visión empresarial, prospección correcta del cliente, tolerancia a la frustración y en resumen, una excelente disposición general para la venta. Creo que muchos vendedores tendrían que aprender de ella.

Tras conseguir el reloj, decidimos ir a comer. Y como Eric recordaba un restaurante por la zona, lo buscamos hasta que damos con él. Y en este, que parecía un salón de bodas donde en cualquier momento iba a comenzar un tiroteo las mafias de Manhattan Sur, si que no había ni un occidental. Tenían un buffet con algunos platos y luego iban pasando unos carritos de los que tú elegías.
El resultado fue la comida china más rica que he probado jamás. Y una tarjeta para no olvidarme del sitio.


A la vuelta, decidimos acercarnos a Brooklyn. Total, si está aquí al lado...

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