viernes, 28 de agosto de 2009

Back home


Siempre se dice que una de las mejores cosas de viajar es volver a casa. Cuando después de unos días - en este caso unas semanas - de haber disfrutado nuevas experiencias es el momento de viajar a nuestro lugar de origen y contarlas (para mí una de las mejores maneras de revivirlas, por cierto).

Sin embargo, en muchos casos, la vuelta no está exenta de un cierto sentimiento agridulce. Supongo que todo viene de ese refrán tan español que una y mil veces le escuché a mi madre: "hija, no se puede estar en misa y repicando"

Lo cierto es que, cada vez que conoces a nuevos amigos que viven en lugaras lejanos y estos se hacen un huequito en tu corazón no puedes evitar una cierta sensación de nostalgia por la separación. Nostalgia por la incertidumbre de cuando volverás a compartir momentos con todas esas almas que te han acogido como si fueses uno de ellos.

Sin embargo, en esta ocasión he de decir que tengo un presentimiento. Creo que nos volveremos a ver más veces. Creo que tomaremos de nuevo vino juntos. Que iremos a la playa. Y a fiestas variadas. Y a Lenny and Joe's. Y que volveremos a Marshall's. Y que la próxima vez controlaremos el escaner personal de stop and shop. Y que haremos muchas fotos a los niños. Y que esta vez me bañaré en ese río. Y que volveré a reir con todos esos amigos que ya tienen un huequecito en el alma.

Gracias Carmen por haberme dado la llave de todo. Por tu videncia y por ayudarme en esta experiencia.
Gracias Eric por tu generosidad, por tu confianza, por tu cariño. Por haberme prestado a tu familia, a tus amigos. Dice mucho de tí.
Gracias a Brian y Sheila por haberme hecho vivir una experiencia fantástica en Yale.
Gracias a Bruce, Ann y Ali por su cálida acogida, por llevarme a conocer, por ayudarme a saber más sobre vidas diferentes a la mía.
Gracias Jen, Eric por haberme hecho vivir un ambiente familiar fuera de mi familia. Besad a pitufito y Talia de mi parte.
Gracias Juan y Vicky por darme un momento español fuera de casa. Y risas en castellano.
Gracias Carrie por tu sonrisa, por tu calidez. Nos veremos en España. Fijo.
Gracias Nancy por todo. Por haberme hecho reir. Por haberme hecho sentir de tu familia.
Gracias Sheila por haberme dado calor de abuela. Gracias.
Gracias a Vickie, Larry, Lee y todos los amigos de la pool. Hemos pasado estupendos días juntos.
Gracias Brad por corregirme una y mil veces aunque una y mil veces pronunciara mal. Gracias por tu cariño y tu interés en mi mejora.
Gracias Emily, Harry y familia y todos los amigos de la familia Collins por vuestra cálida acogida. Un placer conoceros
Gracias Franz por tu sonrisa y tu agrado constante.
Gracias Delia por todo. Por ayudarme en los primeros momentos, por integrarme en tu grupo de amigos, por acompañarme a sitios en los que habías estado mil veces. Y por todas las risas que hemos compartido.

Y sobre todo... gracias Sue... mi american mummy. Ha sido tan especial conocerte que ya tendrás un lugar propio en mi corazón. Me has hecho pasar uno de los mejores veranos de mi vida. Me has dado cariño, te has preocupado por mí y has hecho que aprendiera a desternillarme de la risa en inglés. Gracias, de verdad. Eres la pera. De verdad.

Y, por supuesto, querría dar las gracias a todos los lectores de este blog. Muchos de vosotros me habeís escrito dándome ánimos para que siguiera haciéndolo. Y con ello habeís conseguido que plasme mis recuerdos en fotos, música y posts. Y que siempre los tenga a mano. Y que queden más lejos del olvido.

Y gracias a mi familia y amigos por recordarme que me quieren y que esperaban mi vuelta. Siempre es más fácil volver cuando alguien te espera.

Os quiero a todos. De verdad.


jueves, 20 de agosto de 2009

Megan wants a millionaire



Durante estas semanas no he tenido tiempo de ver la tele. Claro, con tanta vida social es normal. Y además cada vez que la encendía y me tragaba diez minutos de programa o de serie o de noticiero y media hora de anuncios me ponía a mil... y yo que me quejaba de la publi en España...

El caso es que, de lo poco que he visto me han llamado la atención tres programas.

El primero de ellos es un programa que podría estar hecho por la comunidad de vecinos del condominium de New Britain, porque es como si se hubieran puesto de acuerdo para que cada uno de ellos se preparase un tema y lo desarrollaran para el resto. La semana pasada una respetable abuelita (pero abuelita abuelita) nos dio una clase magistral de consejos para hablar en público (sencilla y sintética) como si nos estuviera dando la receta de la rasperry cake. Alucinante.
Más tarde un hombre nos daba consejos sobre franquicias, y otro sobre cómo hacer un plan de negocio. Así que en realidad no sé si estaba sintonizando una emisora o una práctica de alguna escuela de negocios. En cualquier caso, curiosa

La segunda es un reality show llamado "the little couple" y es la historia de una familia compuesta por dos personas muy muy bajitas. Tan bajitas que a mi me impactó ver un episodio en que se veía como ella era practicamente de la misma altura que el trolley que llevaba de viaje.
En esta pareja, ella es pediatra y él es un hombre de negocios. Y gracias a esta serie uno se da cuenta de que la vida para una persona bajita es muchisimo más complicada que para alguien que lleve silla de ruedas. Increible pero cierto. Mucho más interesente de lo que a priori pudiera parecer.

La tercera es la que me tiene más epatada. Se llama Megan wants a millionaire (by the way... y quien no?). Y en esta una mujer que debería buscar un cerebro primero tiene que elegir entre 15 millonarios solteros (lo alucinante es que haya 15 millonarios solteros por el mundo que quieran ir a un reality show) y les pone juegos como: Qué haràs para celebrar el día de los enamorados? o les hace pasar por pruebas o cuestionarios variados. Vamos, un programa de nivel y alcance. Eso sí, la rubia rubisima tiene la inestimable ayuda de unas amigas que son del estilo.
No sé qué tipo de pervesión puede tener un tio guapo, joven y millonario para ir a un reality a buscar una rubia con el mismo cerebro que el espantapájaros del Mago de Oz. Pero obviamente algo tienen. De hecho esta mañana hemos amanecido con una noticia: uno de los millonarios ha matado a su esposa. O eso parece. Que zuzto más grande...

martes, 18 de agosto de 2009

A heart in New York



Mi amiga Isabel dice que venir a Estados Unidos es una buena idea porque es un viaje amortizado. Según vuelves puedes revivir con miles de películas, de documentales, de reportajes fotográficos o simplemente con el telediario, experiencias, momentos y lugares.

Cuando ayer a temprano tomé el tren en New Haven con destino New York y me senté en un asiento al lado de la ventana, no pude dejar de mirar el pasillo esperando que un De Niro se sentara a mi lado. El vagón, no muy grande, con asientos de cuero en blaugrana, era igualito a aquel en que una atribulada Meryl Streep coincidía con mi actor favorito de camino al trabajo.

Pero no. De Niro no subió. Lo debo tener por las tierras australes por lo menos.
El viaje duró mucho más de lo que yo esperaba (1hr 45'). Claro que hizo parada hasta en Pitis, así que era lo normal.

Como una autómata, sigo a la avalancha humana que baja del tren. Algo despistada, aterrizo en la planta baja de la Grand Central Terminal, en la zona de los restaurantes. Subo una planta y en seguida llego a ese hall central, con ese reloj, inmortalizado en mil y una películas.
A pesar de que corro un elevado riesgo de morir aplastada por la multitud, no puedo abstenerme de parar en una de las escaleras y simplemente disfrutar de este momento: estoy en Nueva York!!. Mi ciudad adorada, el centro del mundo, la city, lo más...

Y me siento tan emocionada como la primera vez que llegando al puente que desemboca en Manhattan vímos por primera vez, brillando en la noche como si fueran de oro la skyline de edificios que tanto impacta al visitante.

Hago algunas fotos de la gente entrando y saliendo y decido mi itinerario. He dejado el coche en un parking algo alejado de la estación de tren de New Haven, por lo que no quiero llegar de noche y hacer ese camino sola, así que tengo que organizar bien mi tiempo.

Aunque mi primera idea fue ir al Metropolitan, la descarté. Está 40 calles más arriba y si me meto en él no me dará tiempo ni de dar un paseo. Así que ya lo volveré a ver en otro momento.

Mi primer destino decido que sea Central Park. Y subo la quinta avenida entre una marea humana brutal, disfrutando de cada persona, de cada situación, de la vida en la city...

Tardo más de hora y media en recorrer treinta calles. No quiero perderme nada. Y todo lleva tiempo.
Cuando llego a Central Park busco un carrito de perritos calientes. Los mejores del mundo. O eso, al menos, era antes, porque ahora la salsa de cebolla ha desaparecido, y en su lugar me ponen un perrito que me puedo hacer en casa con un bimbo y una salchicha Oscar Mayer... vaya decepción.

Menos mal que se me pasa cuando entro en el parque y veo, diseminados por el green como las setas en pitufolandia, diferentes grupos humanos: tomando el sol, jugando, charlando, compartiendo el lunch... Decido sentarme junto a un àrbol a ver pasar la vida. Y el hot dog empieza a saberme mejor.
Os garantizo que me hubiera quedado el resto del día allí, pero como tenía la espinita clavada de la foto del flatiron building, decido moverme.

Bajo por la sexta hasta times square. El centro del mundo. Y está todo menos frío frío...La temperatura es para caer redondo por un desmayo y esto, añadido a la gran cantidad de gente, hace que por un momento piense que es mejor recuperarse en un sitio con aire.

Entro en el macy's de la septima y recupero el aliento. De ahí al flatiron building que aparece en el cruce de la quinta con broadway majestuoso, estiloso, imponente.
Frente a él, unas mesas y unas sillas se pueden utilizar free para descansar. Y eso hago. Me compro en un carrito un batido de naranja, piña y frambuesa y sentada frente a èl, lo disfruto.

Cuando me doy cuenta, ha pasado bastante tiempo y yo estoy agotada. Así que me planteo subir a la 42 en metro. En metro? y perderme todo esto?... ni de coña.
Así que sin poder con mi alma (el calor es insoportable) subo hacia la 42. Paro en el Empire State Building y le hago mil fotos, lo mismo que a muchos de los edificios de la zona.

Cuando llego a la estación, tengo la sensación de que hay más gente. Cuando llego al tren efectivamente va más lleno que esta mañana. Las caras ahora transmiten cansancio, calor, agotamiento.

Yo me siento al lado de la ventana y recopilo lo que ví hoy. Al menos hasta que un hombre moreno cruza la puerta del vagón y por un momento, de nuevo,recuerdo a De Niro...


lunes, 17 de agosto de 2009

De los americanos, la edad y el cuchi coupon



Ayer domingo teniamos fiesta en casa de Nancy. Su suegra llegaba desde Florida para pasar unos días, así que en su honor se montó una de estas cenas que empiezan a las tres de la tardey a la que estabamos invitados unas 40 personas.

Antes de ir a casa de Nancy pasamos a ver la casa de Carrie. Una maravilla por la que se podría matar, una maravillosa casa en madera gris con dos alas separadas por un maravilloso living y dos edificios anexos en un bosque con 56 acres de terreno: Antes de irnos nos da una cosa para que se la demos a Nancy. Unas orejas de conejo, un collar para el cuello y alguna cosa más. Le pregunto qué es y me dice que Nancy le había prestado el disfraz con el que sorprendió a su marido en Halloween. El disfraz era de conejito del Playboy.

Obviamente que alguien se ponga el disfraz de conejita de Play boy para sorprender a su marido aun siendo original no es algo extraordinario. Lo que sí que me lo pareció (no solo extraordinario, sino maravilloso) es que alguien con más de sesenta años y más de treinta de matrimonio lo hiciera.

Y además de ser maravilloso nos dice que aquí no existen los complejos que existen en España con la edad. Aquí puedes ver a una respetable abuelita de las que en España estaría rezando a la espera de pasar a mejor vida con unos shorts y un t-shirt jugando al golf, viajando, conduciendo, paseando con sus amigas o subida en una noria. Sin complejos.

Y al final mi reflexión fue que yo quiero ser de esas abuelitas, la verdad.

Una abuelita como la suegra de Nancy, haciendo fotos con su cámara digital a todo lo que se le ponía por delante, en esa fiesta tan estupenda que le habían montado.

Precisamente en esa fiesta (muy diferente a las fiestas de casa también, aqui se pone la comida y se van sirviendo y sentando en todos los sitios de la casa, no hay que esperar a todos para empezar) aprendí una nueva palabra dentro de mi vocabulario inglés: cuchi coupon.

Y lo aprendí porque de repente, alguien se lo dijo a su pareja que parece ser que se había ido a hacer la compra solo y dejando que su santa durmiera. Como premio ella le dijo que le daba un cuchi coupon.
Parece ser que cuando tu pareja es majete y va a la compra, o limpia la casa (sin protestar) se le puede dar un cuchi coupon (o dos o tres dependiendo de lo que hayan hecho)

Supongo que no hace falta que traduzca el significado, solo decir que son acumulativos e ilimitados... y que tienen su gracia, la verdad.
Y aunque no sé si recordaré todo el vocabulario que estoy aprendiendo, me da que esta palabra tan simpática sí que la voy a recordar...

domingo, 16 de agosto de 2009

La casa de la pradera y la de Gerry




Estos últimos días de mi viaje están siendo muy intensos. Todas las cosas que tengo pendientes de ver o de hacer están siendo cuidadosamente agendadas como si fuesen reuniones importantisimas (muchas de ellas no sé si lo serán pero son estupendas...).
Es por lo que el Sábado tenía previsto ir a Old Sturbridge Village, un lugar en Massachussets que promete revivir la experiencia de la vida en 1830.
A primera hora de la mañana me llama Delia y para variar, cojo el teléfono (es lo que tiene no estar acostumbrado a un sonido de timbre...) y escucho como me dice que se viene encantada a este sitio... fantástico!! siempre es más divertido ir con alguien.

Tardamos unos 40 minutos en llegar al lugar y nos encontramos con un día muy caluroso. Hay que fastidiarse, con el veranito que ha hecho... Me arrepiento al minuto 1 de no haber cogido ni el coletero ni el abanico... pero como agradezco el sol vamos para adelante.

El poblado está construido con casas originales de la época traidas desde muchos lugares de Estados Unidos, y con ellas han formado un pequeño pueblo en el que se puede ver cómo se vivía en la época. Para ambientarlo, una serie de actores, vestidos como si participaran en "la casa de la pradera" van contándote anécdotas sobre cómo se cardaba la lana, se cogía el grano y se molía, cómo eran las transacciones comerciales o la escuela y las reuniones de vecinos. Muy curioso de ver. Solo me falta Laura Ingaills...

Lo mejor del lugar es, además, el enclave en el que está situado, al lado de un río y con unas vistas maravillosas. Si no fuese porque las camas (que se pueden probar) son menos cómodas que las que yo llamaba Gandhinianas en India dan ganas de quedarse una temporadita por allí.

A la vuelta comemos en un Mall. Tengo intención de comprar algunas cosas hasta que veo el tamaño del centro comercial. Me da pereza solo mirarlo...

Ya de vuelta en New Britain, me ducho y me visto para ir a la fiesta de Gerry. Y recuerdo esa pregunta del millón que el otro día me hizo mi hermana: "Maribel, por qué no te has llevado un vestido a Estados Unidos?"... pensando en ello busco lo más elegante para ponerme y me digo de nuevo que aquí los europeos estamos muy bien vistos y que lo que lleve les parecerá estupendo.



La fiesta empieza a las seis y cada uno llevamos algo de comer. Yo hago tortilla de patata y me encuentro en la fiesta con una acumulación de comida y bebida brutal. Todo estupendamente presentado en una mesa donde hay hasta cartulinas escritas con rotulador plata indicando el menú.

Pero lo mejor de la fiesta no es, obviamente, la comida. Hay mucha gente.Yo creo que unos 50. Me presentan a algunos y al resto me voy presentando yo. Y alucino. A todos les parezco la repera de guapa estupenda y sexy... sexy!!! creo que nunca en mi vida me habían dicho que era sexy... ayer me lo dijeron mil veces. Y recapitulando creo que efectivamente, los europeos estamos vistos como con un glamour especial. Y les rechiflamos. Y a mi esto me encanta, la verdad.

Me tiro un buen rato hablando con un tipo sobre la crisis, las casas y mil cosas más. Hasta que viene uno a saludarle y darle la enhorabuena. En ese momento me entero que es el hombre del tiempo del canal 3, que está encantado de que por fin le haya reconocido alguien, y que nos cuenta mil cosas que no me interesan nada sobre más presentadores del canal. Yo le pregunto por qué aquí cambian el pronóstico cada 10 minutos. Le digo que en Madrid sirve el de la mañana para todo el día. Y no sé si es por el glamour europeo, por mi acento o porque este chiste es divertidisimo, pero veo a la gente super divertida. Increible.

Terminamos a las 12.. como habíamos empezado a las seis, lo normal... Le pregunto a Delia si puede conducir ella y me dice que sí, lo que me consuela muchisimo, porque Gerry vive en Avon, y después de la experiencia del día de lluvia bajando por la montaña con el coche en una carretera sin líneas pintadas en el suelo, casi que me viene bien no conducir.

Así que nos subimos en el coche y ponemos la radio. Y Delia y yo bajamos cantando a grito limpio:

Ba de ya - say that you remember
Ba de ya - dancing in September
Ba de ya - never was a cloudy day



viernes, 14 de agosto de 2009

Nail Tique


Una de las cosas que me llamaron la atención cuando aterricè por primera vez en Estados Unidos fue que las funcionarias de aduanas llevaban unas uñas larguísimas y muy cuidadas. Y cuando hablo de larguísimas hablo de incomparablemente más largas que las que suelen llevar las mujeres en Europa, ni siquiera las que trabajan en pelis porno (esto me lo ha contado una amiga). Es por eso por lo que se pueden ver multitud de locales dedicados a hacer la manicura y pedicura.

Y como aquí todo el mundo lleva las uñas impecables y hay tantisima oferta, es dificil sustraerse a la tentación de pararse a ver si en esto, también son diferentes a los españoles.

Me acerco a Nail Tique, un local en el Westfarm Mall. Y lo primero que veo cuando asomo la cabeza es una doble fila de mesas con asientos. En estos y frente a las clientes, una serie de mujeres vietnamitas que pareciera que trabajaran en una cadena de produccion. No puedo evitar en este momento recordar ese lugar (no sé si mi hermana Bea lo recuerda)en el que me depilaba las piernas cuando iba a la facultad... creo que estaba en Moncloa o en San Bernardo. Un local en el que nos poníamos en fila y una mujer nos iba dando la cera una tras de otra. Luego volvía y nos quitaba la tira. No era muy higiénico pero era barato. Y nosotras eramos jóvenes. Incluso nos divertía. Que tiempos aquellos...
Bueno, que me enrollo... decido ser valiente y entrar. Me preguntan y digo con el mejor acento que puedo que quiero pedicura y manicura. La mujer me conduce a una línea de sofás enormes con un mini spa en los pies, me pone agua y da a un botón de un mando a distancia del brazo del sofá. ¿pero qué es esto? le pregunto cuando empiezo a moverme como si tuviese ataques epilepticos.... Un masaje, me contesta. En ese momento me doy cuenta que el super sofá, además de darte jacuzzi podal me va a dejar los nudos de la espalda más suaves que la seda.

Me descalzo, meto los pies en el agua, me pongo cómoda con el sofá y me preparo para disfrutar. Si, aunque parezca increible, disfruté. La pedicura que en Madrid me resulta un infierno y con la que paso unas cosquillas desagradables de morir, aquí es una experiencia deliciosa. Una mujer vietnamita, con bata blanca, guantes y mascarilla, trata a mis pies como si fuesen los únicos del mundo. Fantástico.

Me hace la pedicura francesa y pasamos a una de las mesitas a la manicura. Me pregunta que tipo de manicura quiero (esta es otra historia, que aquí cuando dices que quieres algo, empiezan a hacerte mil preguntas para definir). Le digo que la normal y le pregunto qué son esas cartulinas que dicen nail design. Me las enseña y ya entro casi en trance. 250 modelos de diseños de uñas de todo tipo: flores, rombos, líneas, en blanco y negro, en colores fluorescentes, op art, con el smiley, con papa noel, el árbol de navidad, números, letras, signos de todo tipo... un surtido alucinante. Y todas de un tamaño que harían palidecer a Barbra Streisand.

La mujer me pregunta si quiero uno de los diseños y yo respondo horrorizada que no. En realidad es un impulso, porque hubiera molado ver la cara de mis hermanas si aparezco en Madrid con las uñas pintadas con calabazas de Halloween...

Me deja unas uñas que en mi vida me las han dejado así. Me cobra 45$ (unos 30€), me desea feliz noche y me acompaña a la puerta.
Y yo me voy tan contenta a comprarme unas flip flop. Obviamente tengo que enseñar los dedos de los pies, no???

jueves, 13 de agosto de 2009

Mystic Pizza



Una de las características de los viajes en solitario es que, con frecuencia, te acuerdas de alguien en un sitio especial. Yo me he acordado de todos los lectores conocidos de este blog en algún momento. Y de algunos, más de uno.

Pues bien, el pasado lunes estuve, al menos en pensamiento, todo el día con Joan y Pilar en Mystic.

Cuando antes de venirme a Estados Unidos coincidí con Charo y con Diego, Charo me dijo que tenía que visitar Mystic, un pequeño pueblo de la costa del que unicamente sabía que fue el escenario de una de las primeras películas de Julia Roberts.

Y con esta información y la recomendación de Carmen y Delia, aprovechando que el lunes el weather forecast parecía favorable (y teniendo en cuenta que aquí el tiempo es regular y me jugaba la visita), tempranito me llegué a este encantador lugar.

La primera visita recomendada: el aquarium. Probablemente hubiera podido disfrutar más si no me hubiera sentido como si estuviera disfrutando del primer día de rebajas en Harrods. Ver como una ballena hace un tirabuzón en quinta fila no mola mucho, la verdad.

Así que aprovecho que parece que sale el sol para irme en dirección al Seaport. Aparco y entro en un puerto con casitas de madera formando una especie de villa donde se reproduce la forma de vida de los primeros colonizadores. Me entero de cómo construían los barcos, de cómo utilizaban la imprenta, de cómo pescaban las ballenas, de cómo eran sus almacenes. Y pienso en Pilar y en lo que le gustan estas cosas. Y echo de menos que esté conmigo.

Más tarde me acuerdo de Joan. Cuando cojo un barquito que me da un paseo en el que me cuentan la historia de Mystic mientras yo hago fotos de todo lo que me rodea. Hasta que en un momento determinado el sol me da de cara. Y pienso que desperdiciarlo es un pecado. Y simplemente lo disfruto. Agua y sol. Perfecto.

Termino la tarde paseando. En un momento determinado veo una representación de una pequeña comedia y la veo. Sin prisa. Una escena de enredo en la que sacan voluntarios a niños del público y ellos disfrutan muchísimo. Y sus padres, más.

A la vuelta paro en un pequeño pueblo que Delia me recomienda: Stonington. Y no defrauda. Uno de esos sitios por los que pasas y sabes que volverás.
Mi GPS me hace dar mil vueltas por el pueblo así que llega un momento en que casi podría dibujar el plano, por lo que decido decirme que antes de existir Manolo en mi vida yo viajaba y llegaba a los sitios, así que decido seguir mi intuición y por una vez no me falla. En seguida aparezco, sin pérdida, en la 95N...


martes, 11 de agosto de 2009

La vida ante sus ojos


Sería una obviedad decir que el entorno físico en el que te encuentras influye en tu vida y en tu trabajo.
Estoy segura que la vida es mucho más fácil para un guardia urbano en Avila que en Calcuta. A pesar de que en Avila cada vez hay más tráfico,probablemente decidiría multiplicarse por cero si de repente se viera en las atiborradas y anárquicas calles de la ciudad india.

Es por esto que cuando ví el domingo el estudio de Norman Rockwell en Stockbridge, Massachusetts lo primero que pensé es que en ese entorno tan idílico la creatividad tenía que surgir sí o sí.

No creo que en mi época escolar tuviese referencia de este magnífico ilustrador, sí que recuerdo haber ojeado algún libro en VIPS porque a Miguel Angel le encantaba.
Desde entonces, profundicé algo más en su obra y cuando Carmen me dijo que su estudio-museo era un sitio de los que había que ver en este viaje no lo dudé.

Lamentablemente y como suele ser relativamente frecuente, llovía. Así que la subida a la montaña hasta el lugar donde está su estudio no fue tan placentera como hubiese sido en un día soleado... pero lo fue lo suficiente como para imaginar que ese camino debe estar habitado por elfos y hadas...

Como siempre, el lugar tiene un parking cerrado y cómodo. Llego y veo tres edificios. El más moderno es el museo y los otros dos corresponden a su estudio y a una casa de muñecas donde está la administración.

El museo está lleno. Lleno total. Pido una audioguia y me dispongo a visitar la primera de las salas. En el momento en el que presiono el play comienza la magia. El narrador de la historia de cada cuadro, salpicada con anécdotas familiares e influencias sociales es el hijo del artista quien cuadro a cuadro nos desgrana una historia vital trenzada con una época decisiva de los Estados Unidos.

Creo que es la mejor audioguia que he tenido la oportunidad de escuchar. Y lo es porque, además de la historia de cada cuadro, nos ofrece la opción de ampliar información. Esta, y el completo enamoramiento en el que caigo, son los culpables de que ese día invirtiera 3 horas en la visita a un museo con ocho salas.

Tres horas que, os garantizo, se me pasaron en un plisplas, viendo delicatessen como esta imagen:



En la que una niña de color tiene que ser escoltada por la policía para llegar al colegio, imagen inspirada en la historia de Ruby Nell Bridges que fue la primera niña de color en asistir a una escuela que antes era solo para blancos.

Temática social, anécdotas, política, cine, sociedad... todo fue inmortalizado por Rockwell en sus portadas del Saturday Evening Post. Y yo, que soy una mujer de suerte, las he podido disfrutar "live".

La siguiente visita, cruzando una pradera inmensa, es el estudio del ilustrador. Un estudio con un banco en la puerta trasera donde me senté y ví ese maravilloso valle brumoso desde el mismo lugar donde él lo vería mil veces. Y pensé en lo afortunado que fue al poder disfrutar de ese lugar, de ese paisaje, de esas ventanas inmensas desde donde podía ver pasar la vida ante sus ojos, un lugar que rezuma paz, relajo, tranquilidad...

Tras abrir bien los ojos para guardar este lugar en mi memoria, sigo a mi gps por un camino equivocado que desemboca en un pequeño puente roto. El bosque es tan espeso, tan mágico, tan especial que no puedo por menos que parar, abrir la puerta y, aprovechando que en ese instante paró de llover, sentarme un ratito a esperar. Fijo que, aunque no las viera, había hadas... llegué a sentir el aleteo de sus alas. De verdad...

domingo, 9 de agosto de 2009

Greenwich Country Club



Dentro de mi saturado calendario social, el sábado tocaba ir a Greenwich, a comer con Bruce, el hermano de Brian, y su mujer, Ann.
He de decir que los mails anteriores a la cita ya me hicieron sentir algo alterada: Los Murdocks me invitaban a comer al Greenwich Country Club porque estan de reforma en su casa, y en un párrafo del mail dicen: "si quieres podemos bañarnos o jugar al tenis"...

¿Jugar al tenis?... la sola lectura de este párrafo me puso los pelos de punta, más después de descubrir, gracias a Google, el aspecto del citado club. No tengo zapatillas, ni modelo adecuado (¿me tendré que comprar uno? ¿tendrán boutique Fred Perry en el Mall?)... después de lo que pasé a recordar que hace 15 años desde la última vez que jugué al tenis (antes de mi rotura de tendón y de mi operación de espalda) y que probablemente no de pie con bola (nunca mejor dicho). Busco en el diccionario la palabra mágica: sprain (esguince). Creo que con esto irá mejor. Me quito un peso de encima y me dispongo a ir a casa de Delia a cenar. Organiza una cena con unos amigos.

Antes de salir reviso el correo. Bruce me recuerda que no lleve vaqueros porque no se aceptan en el club. Uf... otro contratiempo más. Bueno, en realidad yo llevo vaqueros de forma muy esporádica, así que no hay problema.

Para ir a la cena de Delia me pongo unos pitillo azul marino y una blusa de Jill color lavanda preciosa que estreno en este momento.

Aprovecho para comentarle que voy mañana al Country Club de Greenwich y le pregunto si voy bien (segura de lo divinisima que estoy). Me mira y me dice: ¿qué tal si te compras un vestido?...
En ese momento, definitivamente, se me hiela la sangre.

Tengo que autocoachearme para convencerme de que voy a ir estupenda vaya como vaya porque soy estupenda, culta, limpia y europea... y llevo una melena que ya la quisieran muchas por aquí. Así que supero el tema indumentaria.

Y reforzando mi autoestima llego on time al Club. Justo en el momento en el que aparco están saliendo Bruce, Anne y Ali (su hija) por la puerta, así que nos reconocemos de inmediato. Mejor.

Un paseo breve y directamente a comer. Bruce me recuerda los horarios de comida españoles. Yo, no los quiero ni recordar. Vaya descontrol cuando vuelva...

Hablamos de mil cosas, de la familia, de Estados Unidos, de España, de viajes... una estupenda conversación antes de hacer una visita turística con helado incluida a Greenwich y al Old Greenwich, una suerte de pueblecito encantador, limpio, con casas de madera preciosas y que ha sido catalogado como uno de los 100 mejores lugares para vivir de todo Estados Unidos.

Damos igualmente un paseo por la playa, a la que hay que acceder con un pase y desde la que se ve, pequeñito pequeñito, Manhattan.

Terminamos la tarde jugando al golf (yo por supuesto hago el documento gráfico) y me despido de esta familia tan encantadora hasta la próxima.

Y con el regusto de haber pasado un buen día me dirijo, de nuevo, hacia el norte...




sábado, 8 de agosto de 2009

Yale



Ayer temprano y con un día soleado por delante cogí el coche en dirección a New Haven (quien me iba a decir a mí que por estas casualidades de la vida iba a estar en la ciudad que da nombre a mi empresa proveedora..). Carmen ya me había dicho que no era una ciudad especialmente interesante, y eso mismo me pareció a mí mientras atravesaba un enorme puente con atasco incluido. O quizá sea que en este viaje no tengo yo el cuerpo para ciudades y que me va el entorno rural. No sé. De cualquier forma, me dirigí al lugar en el que había quedado con Brian y Sheila, los padres de mi amigo Brian (sí, el marido de mi mejor amiga...)

La cita es para tomar el lunch en uno de esos sitios que son peligrosísimos para mí: El Atticus, uno de esos cafés con bookstore incorporado en el que yo soy capaz de pasar la tarde más feliz que un regaliz y salir con la visa tiritando del frío...

El padre de Brian es ex alumno de Yale y la verdad es que a mí me parecía una visita interesante de hacer, algo diferente. Y él amablemente se ofreció a llevarme por un camino de colleages por el que, sin duda, me hubiera perdido.

Cuando salimos del café (no miro nada por si acaso me tienta) me pregunta si quiero ir a algún sitio en especial. Como la verdad es que no tengo ni idea de cómo está estructurada la zona, me dejo guiar por la experiencia. Y esto funciona.

Brian dice que lo mejor es ir a la biblioteca, que es el edificio más llamativo. Y hacia allá vamos.

Según atravesamos Chapel Street aparecen los primeros edificios. Y por un momento recuerdo a los de Oxford y Cambridge. Realmente Nueva Inglaterra tiene el sello que dejaron los ingleses en muchos de los lugares donde se asentaron, y este no debia ser menos.

El camino es extraordinariamente agradable, es como si nos hubieramos escapado a Europa, y Brian aprovecha para contarme algunas curiosidades de la Universidad y de sus edificios. También me comenta que ha tenido ex alumnos ilustres que han llegado a ser presidentes como Clinton o Bush.
La universidad tiene un sistema de admisiones muy estricto y solamente admiten a un 10% de los inscritos, con lo que haber sido alumno es todo un honor, desde luego.

Después de un breve paseo en el que vemos los colleges por fuera, llegamos a la biblioteca. El edificio parece una iglesia, y aún más cuando uno entra en el enorme hall de entrada y se ve al fondo una vidriera gigante.

A la izquierda, según se entra, dos salas enormes llenas de cajones pequeños. Sheila me dice que era donde estaba toda la información sobre la biblioteca. No sé cuantos cajones habría... pero varios centenares seguro. No en vano Yale cuenta con el segundo sistema bibliotecario más grande de cualquier universidad.

Frente a estas dos salas, al otro lado del pasillo, unas salas gemelas a estas, pero diferentes. En estas otras hay ordenadores en fila, dispuestos a dar información al segundo, sin tener que rebuscar en los cajones... desde luego, internet acabará siendo considerado el invento del siglo...Vaya contraste...

En las alas siguientes, salas de lectura enormes, con sofás de cuero blando, de esos en los que uno se quedaría a pasar la tarde leyendo. De hecho no solo deben dar aspecto de cómodos sino que lo serán. Había algunos chicos tumbados en los sofás, sin zapatos, como si estuvieran en casa. No sé por qué pero no me imagino esto en la Complutense...

Salimos y tengo oportunidad de ver el patio, donde bajo un àrbol hay una chica leyendo. Y me pregunto si será consciente de la suerte que tiene.

El camino de vuelta al coche lo hacemos atravesando colleges. Pegados unos a otros y con distribución similar. Y en todos ellos un jardín interior que hace que, de repente, uno sienta como si hubiera vuelto a Europa...


jueves, 6 de agosto de 2009

Magnolias de acero


Magnolias de acero,es la historia de seis mujeres muy diferentes y especiales, que viven en un pequeño pueblo de Louisiana. La historia está ambientada en un ambiente rural. Y tiene como lugar de encuentro una pequeña peluquería en la que se comparten tristezas, alegrías, amores, desilusiones... todas las emociones que van construyendo día a día nuestra vida.

Pues bien, no en Lousiana pero sí en Connecticut, yo hoy he estado en la peluquería de Magnolias de Acero... y he de admitir que lo he hecho por imperiosa necesidad: llevar el pelo como la abuelita Paz de blanco no me ponía nada y, aunque la idea de ir a otra peluquería diferente a mi estupenda Luis y Tachi no me dislocara, la opción alternativa era inviable.

La primera diferencia con mi peluquería habitual es que esta situada al lado de un bosque. Y por muy bonito que sea el retiro, no es lo mismo, la verdad.
La segunda es que veo una hilera de secadores de pie de esos que hacía siglos que no veía. Fantásticos.
La peluquería es pequeña y coqueta. Tiene dos partes separadas: una para hombres y otra para mujeres.

En total hay tres personas trabajando para las dos peluquerías, lo que así a primera vista parece bastante estresante. Le pregunto a Sue si suele venir mucha gente y me responde que allí solo van a cortarse el pelo.¿Y a peinarse? -digo yo- No, dice ella, ya te peinas en casa tú (lógica aplastante, claro), aquí solo vienen todas las semanas las mujeres mayores.

La verdades que esto me sorprende. Yo, cuando tengo trabajo, voy cada semana a la peluquería. A peinarme. Solo. Y desde luego mis hermanas y muchas de mis amigas también. Así que pienso que no es un muy buen negocio ser peluquera en Connecticut.

Chris, la peluquera, conoce a Sue desde hace muchos años, así que tengo confianza con ella para mirarle con cara de perrito abandonado a efectos de que no me deje el pelo color rasperry. Con gesto profesional saca su muestrario de tonos y elige el mío. Lo hace tan convencida que me tranquiliza, la verdad.

Cuando comienza a secarme veo que sí, que podía confiar en ella. Menos mal.

Lo que no sé es si debo decir algo que no corresponde o no haberlo dicho, pero ella se limita a secarme el pelo. No brushing. No salir de la pelu para ir de cena. No mirarte en los escaparates disfrutando de una melena vaporosa. Solo secar.

El resultado no me preocupa hasta que, después de comer, Sue me lleva a un precioso salto de agua cercano (donde estuve a punto de ser devorada por los mosquitos, por cierto) y donde había una humedad considerable.
No me preocupa hasta que, cuando llegamos a casa de Sue, beso a Brad y me dice eso de: "te veo muy distinta..." (una frase que nunca ha presagiado nada bueno...)
No me preocupa hasta que me miro en el espejo retrovisor y veo la cruel realidad: soy una mezcla entre Mafalda y el mudo de los hermanos Marx...


miércoles, 5 de agosto de 2009

De playas privadas, Santa Pola y Gossip Girls



Ayer, después de confirmar una y mil veces el weather forecast (por si las flies...), decidimos, con Jen y los niños, ir a la playa.

Y como este concepto es muy diferente al que tenemos en España, a mí me sigue llamando mucho la atención y me provoca curiosidad, la verdad. Esto de las playas privadas no lo acabo de entender.

Cogemos el coche y las toallas y nos dirigimos a la playa. Jen me cuenta que es una playa privada y que ellos pagan por la temporada unos 300$ por el uso de la playa y las instalaciones.

Cuando dejamos el coche me doy cuenta de a lo que se refiere con "las instalaciones". Entramos directamente en una zona el la que hay habilitado un edificio con cierto aspecto de corrala y pequeñas habitaciones, cada una de ellas compartida por dos familias. En estas, se puede dejar la toalla, los bañadores, las hamacas... y hasta tienen una ducha para quitarse la arena antes de irse. Fantástica idea.

Cada uno de los habitantes de las habitaciones la ha decorado a su gusto, y la mezcla de todas es absolutamente divertida, una decoración ecléctica que resulta muy simpática.

Lo curioso del sitio no es eso, sino que la gente se queda charlando en mesitas o sillas en la puerta de su chiringuito, lo que hace que tengamos una versión Gossip de Playa Lisa... uniendo en el sentimiento a los veraneantes de Silver Sand Beach y Santa Pola (quien lo diría). Si no fuese por el cambio de idioma, pensaría que de un momento a otro iba a escuchar el bingo playero que pontaban en Playa Lisa por la noche...

Dejamos los bolsos en la pequeña habitación (con las tarjetas de crédito, el dinero y todo lo de valor.. cuando vuelva a casa me va a costar deshacerme de este concepto de tranquilidad...) y vamos hacia la piscina. Hay dos: una para adultos y niños y la otra solo para adultos. Como llevamos amiguitos pitufos, vamos a la infantil.

Y allí encontramos una piscina con vistas al mar -que eso mola- y con gaviotas que de vez en cuando vienen a beber del agua clorada... un misterio.

Paso la tarde haciendo fotos a diestro y siniestro a los niños y a los adultos sin que nadie me diga nada (creo que aquí están algo menos neuróticos con las fotos) y cuando viene el orgulloso padre de las criaturas nos vamos a cenar a un restaurante en el mismo complejo (sin muchas sofisticaciones pero con buen sabor).

Después de cenar (suena raro decir eso cuando eran las siete) nos fuimos a dar un paseo por Silver Sand Beach y es entonces cuando tuve oportunidad de ver las casitas y los casoplones que llegaban hasta un faro cercano.

Como aquí se estila hablar con la gente que te encuentras, saludamos a esta chica recién salida de la portada del "Sport Ilustrated" con gafas de Gucci y flip flaps de Tommy. Sus perros llevan collares de coach (para quien no lo conozca, una marca muy pro de bolsos y complementos)



Según estamos hablando con ella nos damos cuenta que empieza a anochecer, y que el sol está cambiando de color hasta llegar a un espectacular tono carmín, así que decidimos separarnos y Jen y yo vamos por la costa a ver el atardecer.
Llegamos tarde y solo alcanzamos a ver la luz tamizada que el sol deja en el mar.
Es como en la vida, a veces también se llega tarde.
El mejor consuelo es que, hoy, de nuevo, saldrá el sol...


lunes, 3 de agosto de 2009

Friendly people



Siempre he pensado que es duro que lo que sorprenda sea lo positivo. Quiere decir que no es lo frecuente y esto es definitivamente malo. Y es por eso por lo que determinados comportamientos que estoy viendo en este bonito estado además de agradar, me sorprenden.

Sorprende que cuando pides algo en un super, vuelen por dártelo.
Sorprende que cuando te ven despistada en la gasolinera te pregunten si necesitas ayuda.

Hoy me ha sorprendido que un señor en la piscina (un sesentón, mi mercado objetivo... ;) ) me haya visto ir a por una hamaca y que se levantara para ayudarme (estando como estaba a unos 10m leyendo el periódico tan contento, que se podía haber escaqueado...)y que además se me haya presentado y ofrecido para lo que quisiera.
Me sorprende que la gente te hable en la piscina y te den conversación. Hoy he conocido a una mujer que al enterarse que no era de aquí me ha presentado a todos los vecinos que estaban en la piscina y ha montado ir a tomar una copa hoy para que conociera un bar de estos tipo Ally McBeal a los que tengo ganas de ir.

Y me ha sorprendido que un tipo lleno de tatuajes, hoy en el Trader's Joe, me preguntara cuales eran mis planes en este precioso día. No me imagino al del carrefour haciéndome esa pregunta.

Y la última sorpresa ha sido que me ha pedido que le haga una foto. No solamente no te ponen verde sino que se dejan. Definitivamente sorprendente. Los habitantes de esta parte de Connecticut son claramente friendly people. De verdad.

Listen "Keith urban Keith urban - somebody like you"

domingo, 2 de agosto de 2009

De marshmallows y primeras veces



Una de las cosas que nunca dejaré de agradecer a la vida es que, a pesar de cumplir años y vivir experiencias vitales buenas, mejores o mediopensionistas, sigo teniendo intacta la capacidad de asombro, lo que es una ayuda inestimable para disfrutar de la vida y de las experiencias nuevas o no tanto.

Cierto es que según vas cumpliendo años, cada vez es más dificil vivir situaciones nuevas y es por eso que cada una de ellas se torna magnífica cuando ocurre. Anteayer disfruté muchisimo viendo a mis sobrinos por la webcam y sobre todo viendo la cara de mi hermana Bea que estaba viviendo un encuentro en la tercera fase tecnológica.
Ayer tuve la oportunidad de tener una nueva "primera vez". Después de cenar en casa de Brad y Sue, esta me dijo que luego iríamos al fuego de los vecinos. La verdad es que me sonó raro, pero como no acabo de pillar el 100% de lo que escucho y aquí son muy aficionados a los fireworks, creí que nos ibamos a situar en algún lugar estratégico para verlos.

Pero no, cuando ví que salíamos con la sangría, los vasos de papel y el cochecito de golf hacia una fogata que veíamos desde la casa, me dí cuenta de que iba a ser otra cosa...
Efectivamente, cuando llegamos al fuego (perfectamente situado en un alcorque para evitar cualquier peligro) y vi que alrededor de él había un montón de gente bebiendo y riendo me dí cuenta de que se parecía más a una noche scout que a un espectáculo de fuegos artificiales.

Tras las pertinentes presentaciones,, y viendo que iba a compartir la noche con algunos de los protagonistas del próximo casting de High School Musical IV, decidí integrarme en el grupo (la aclimatación en estos casos es una regla de oro) y seguir practicando mi inglés.

En un momento dado me preguntan si quiero un marshmallow. La verdad es que a mí me sonaba el término por haberlo visto en dos ocasiones: en las viñetas de Charlie Brown de mi infancia y el otro día en el stop and shop. Les pido que me lo describan para ver si me va a gustar y no acaban de dar con la definición, así que decido probarlo.

El marshmallow es una especie de terrón de azucar grande (una vez probado os diré que creo que es equivalente a nuestras nubes de golosina) que pinchan en una especie de tridente y pasan por la hoguera. Puedes tomarlo poco hecho, medio o pasado, y una vez caliente el interior queda con una textura tipo la del queso brie. Luego lo meten en una especie de sandwich hecho con una galleta y una onza de chocolate... y os aseguro que el resultado es riquisimo.

El primer marshmallow me lo hace Jessica. Pero en el segundo me pico y me apetece hacerlo a mí. Así que lo pincho en el tenedor gigante, lo paso por el fuego y lo remato. Y de nuevo me acuerdo de mi sobrino Nacho. Y pienso que va a ser un privilegio que viva esto a la edad que toca, porque yo lo estoy viviendo algo añosa (aunque feliz, por supuesto).

La noche es muy agradable. Por aquí en los exteriores de las casas no hay luces (o no las ponen) con lo que la oscuridad es total. Gracias a eso, las estrellas casi se pueden tocar y contribuyen a que la noche sea perfecta... bueno, casi...yo echo de menos alguien tocando la guitarra y cantando, pero no sé si aquí son más de banjo...

Cuando vuelvo a casa, a la altura de Portand me sorprenden, ahora sí, los fireworks.
Azules, rojos, verdes,amarillos y púrpura explotan al final de mi camino. Definitivamente, el caldero está bajo el arcoiris...