lunes, 12 de febrero de 2024

Sue

Good morning, first of all I would like to apologise for my English. Sue was helping me with this but we didn't have enough time for my English to be perfect. I hope you at least understand most of what I am about to say now I think that although most of you know me, some of you don't. I'm Maribel, Sue's Spanish daughter It's not that Sue had an affair with a bullfighter in the 60's. We were not linked by blood, but by a feeling of immense affection. I have always believed in coincidences And through a casual question to a friend about how to go to the United States to learn English, I met Eric, who, without knowing me, lent me his house, his car... and his family and friends. Now he is my beloved brother. Before I came, Eric told me about his mother, and told me that I had to meet her and that she would help me around here. And considering how kind he had been, I felt I had to meet Sue. I met Sue on July 15, 2009. That's only 14 years ago . And I have to say, it was a crush. This friendly, caring and above all fun-loving woman made me feel like I was discovering a whole new world. She poured me a wine and took me in the golf cart to get to know the village. I remember asking her: can you drive around in a golf cart with a wine in your hand? And I received a smile in reply. Thanks to her I got to know the town, the Marshalls, the Wallmart, Middletown, the Durham fire station, the ice cream shop where they go fishing in winter, the liquor shop, the Macys parade, the clam chowder, thanksgiving, and most of all her family. Many of them. Her beloved Eric and Jason, Emily and Sam Dave and Steph (and all her family), her neighbours, cousins, her brother and his family, her friends who were so important to her... I met Nancy and her river and Kerry and her forest... I spent wonderful girls' nights every Friday laughing and drinking sangria... We laughed in Las Vegas, in Madrid and in every corner of Connecticut. And I met Brad. That wonderful person who greeted me every day with a "Hey honey" and who smiled when I wanted to say "Yale"and said "Jail" . By the way, Brad, I still can't pronounce "purse" right... I could have used more time. She made me love Connecticut. And to love Durham, this place where her family had a history and where she will now stay, sharing land and love with all of you. Because that's what Sue was: love. And may she have left a legacy of love to all of us who loved her. And who will continue to love her wherever she is.

martes, 22 de noviembre de 2011

Nueva Inglaterra


No recuerdo bien a qué edad comencé a leer a Twain. Como mucho, 10. Lo que si recuerdo con claridad es la sensación de entrar en un mundo nuevo, desconocido, mágico y aventurero, muy diferente al que en aquel momento yo vivía con mi familia en Madrid, y en mi cole de gris uniforme.

Desde entonces, no sé las veces que he leido a Mark Twain. Tantas, que Tom, Huck, Beckie y el indio Joe pasaron a ser parte de mi familia. Tantas, que cuando hace un par de años fui a visitar la casa de los Twain en Hartford (en realidad allí se ve la casa de los Clemens), no pude evitar el volver a vivir todos esos momentos felices de mi infancia. Visité la casa, acaricié la madera de la barandilla que tantas veces tocarían los Twain y me senté en el rincón en que el escritor le contaba cuentos a sus hijas. Y lo sentí. ("volver a los diecisiete, después de vivir un siglo...)

Puede que esta sea la razón por la que me gusta tanto Nueva Inglaterra. O quizá no, porque la mayoría de las novelas de Twain están ambientadas en el sur, lejos de aquí. Pero tanto da. Ya sabes que si uno siente algo normalmente existe un motivo detrás. Y yo a Twain le siento en Nueva Inglaterra. Le siento en los ríos, en las cabañas, en la luz.

Ayer visitamos algunos de los pueblos de por aquí, fuimos de compras (arruinada estoy) y luego nos dimos un paseo por Hammanasset beach, una playa salvaje entre dunas que es, para mí, un lugar muy especial.

Ayer, mientras paseaba por estos preciosos lugares, de nuevo, como cada vez, me dejé sorprender por la luz anaranjada de Connecticut, las nubes infinitas y el espíritu, al menos, de Tom Sawyer...

domingo, 4 de septiembre de 2011

Will you marry me?


Hay algunas tradiciones americanas que me ha encantado experimentar: he vivido la fiesta de acción de gracias, he hecho una fogata con marshmallows, he participado en una clase en la High School y hasta me he levantado a las tres de la mañana para hacer las interminables colas en los comercios en el Black Friday...

Hay algunas otras que me gustaría probar: ir a un entrenamiento de "cheerleaders", asistir a una fiesta de graduación y sobre todo, hacer de bridemaid (dama de honor) en una boda típicamente americana.

De estas tres últimas ilusiones, es la boda americana en la que tengo más esperanzas. Y esta esperanza tiene un nombre: Emily
En este momento es mi única posibilidad, porque cuando Talia se case yo seré una respetable abuelita, y no se si las admiten como damas de honor...

Creo que en Estados Unidos hay una concepción de las bodas diferente a la que tenemos aquí. Sin ir más lejos, estas diferencias comienzan con la petición de matrimonio y el anillo de compromiso

Una de las cosas que me llaman la atención de las estadounidenses es que todas llevan siempre puesto su anillo de compromiso. Tanto da que vayamos de compras, a la playa, al cine o a plantar tomates en la huerta. El anillo va con ellas siempre. Y claro, este anillo no es ninguna tontería, sino que para ellas es muy importante (de hecho se espera un esfuerzo económico por parte del novio, se supone que si el anillo es una piltrafilla tu novio no te valora mucho)

Así que después de que tu novio se gasta un congo en regalarte un anillo con un diamante, lo menos que se espera de ti es que lo amortices a lo largo de los años. Yo conozco pocas amigas a las que les hayan regalado un anillo de compromiso (en mi caso fue un reloj) pero lo que si que tengo claro es que no lo llevan perennemente como si estuviera tatuado en su dedo.

Una vez comprado un anillo especial en el que has invertido mucho dinero, el siguiente paso es pedirle a la novia que se case contigo. Y en esto también España es diferente. Recuerdo que Rick me contaba que llevó a su mujer al punto más alto del Quechee
Gorge en Vermont y allí, rodilla en tierra, le pidió en matrimonio. A Stef, David le puso el anillo en el árbol de navidad, a otra amiga se lo metió en el postre de la cena... lo curioso es que todas ellas recuerdan ese momento como algo especial.

A mí no me pidieron en matrimonio. Simplemente decidimos casarnos. Y como yo, creo que lo mismo le ocurrió a la inmensa mayoría de mis amigas y de las españolas que se han llegado a casar. Muy poco romántico. Muy poco especial. Como si se estuviera decidiendo el color de pintura del salón.

Cuando me cuentan estas historias, tengo que admitir que siento una cierta pelusa. Yo creo que cada momento bonito de la vida (y este debería ser uno de los mas bonitos) debería tener algo que lo hiciera inolvidable. Y lo que es obvio es que en el caso de todas estas mujeres, lo fue.

Tampoco (salvo excepciones extraordinarias) conozco peticiones de matrimonio tan preparadas, tan especiales como las de los americanos. Y una se pregunta si esto se debe a que ellos son más románticos, si desean con todas sus fuerzas que ese momento sea inolvidable para ambos o si simplemente es una costumbre.

El caso es que lo hacen. Y que yo, ahora mismo para cumplir una de mis ilusiones necesito que Sam compre un anillo, prepare algo especial y le pregunte a Emily: will you marry me?

domingo, 28 de agosto de 2011

Chinatown

Eric tiene nuevo novio: guapo, amable, cariñoso, canta maravillosamente bien, es divertido... y además vive en Nueva York :)
Así que con tan agradable circunstancia, decidimos ir a hacerle una visita, no se fuese a quedar el mipobre sin conocerme...

Decidimos llevar el coche. El viaje, tranquilo, sin atascos ni aglomeraciones. MiJason (que así se llama nuestro nuevo amigo) vive en Queens, frente al edificio Citibank. El edificio moderno, de líneas limpias, con dos porteros (uno te abre la puerta y el otro te saluda), un lobby para organizar en él una tertulia literaria, gimnasio, garaje y piscina.

El apartamento, una bombonera. Decorado con un estilo super personal, alegre, luminoso y con un rincón de las artes (piano, guitarra, libros, partituras, fotos que es una gozada.

Una vez ubicados cogemos el metro. Sólo hay 4 estaciones hasta Central Station. Antes de que queramos darnos cuenta estamos metidos en la dinámica de la City. Gente arriba y abajo, viste como quieras, come en el metro, ríe, duerme... de todo...

Cambiamos de línea y bajamos en Canal Street, nos parece interesante pasar una mañana en Chinatown y Little Italy. Además, mi cuñado Javi ha decidido que para su cumple quería un reloj de imitación de una marca impronunciable, así que tras bajarnos en la parada del metro decidimos empezar la búsqueda del reloj (antes la obligación que la devoción)

En ese momento, al echar un vistazo a Canal recuerdo lo que me dijo un amigo antes de que fuese a Chinatown por primera vez: "es una sensación muy curiosa, cruzas la calle y sólo ves chinos..." yo pensé que esto era algo exagerado y que, sin duda, encontraríamos occidentales. Pues no. Hay zonas en Chinatown donde no encientras a uno solo.

Y en una de estas intentamos buscar el reloj. Hace tiempo que el tráfico de imitaciones está muy perseguido, de hecho la última vez que estuve aquí con Joan y Pilar vivimos una experiencia que aún me hace matarme de la risa cuando la recuerdo, al seguir a una mujer hasta un callejón, llevarnos a una casa y en un momento determinado después de que viniera un hombre no identificado escucharla gritar: "run" hasta acabar atravesando a toda velocidad las cocinas de un restaurante.

Esta vez tuvimos más suerte. La china que se nos acercó ofreciéndonos relojes sólo nos llevó a otra calle más china en la que nos mostró un catálogo con los grandes éxitos de la imitación. Una vez elegido, no llegamos a un acuerdo con la vendedora, que empezó pidiendo la friolera de 150$ por un reloj. Creo que por ese precio me lo compro, seguro en una tienda.
Bueno, pues tras retirarnos ofendidísimos y evaluar la posibilidad de comprar una camiseta Ralph Lauren a Javi, nos encontramos a otra que nos hace el mismo proceso. Mientras esperamos que vuelva con los relojes, una amiga suya me pregunta si quiero cosas de Tiffany's. Y en ese momento se desdobla lo que yo creía que era un mitón largo (luego resultó ser un calcetín custodiado) y me deja ver una colección de pulseras que alucino...

Y entonces, después de yo decirle que no estaba interesada, me empieza a poner las pulseras. Y luego cuando hemos acabado la negociación, empieza a sacar pendientes no sé ni de dónde, y luego collares que me va colgando. Resultado: en diez minutos llevaba más bisutería encima que la mujer de Jesús Gil, estaba matada de la risa y agobiada de tanto joyerío.

Tuve ganas de decirle que tenía cualidades de excelente vendedora: visión empresarial, prospección correcta del cliente, tolerancia a la frustración y en resumen, una excelente disposición general para la venta. Creo que muchos vendedores tendrían que aprender de ella.

Tras conseguir el reloj, decidimos ir a comer. Y como Eric recordaba un restaurante por la zona, lo buscamos hasta que damos con él. Y en este, que parecía un salón de bodas donde en cualquier momento iba a comenzar un tiroteo las mafias de Manhattan Sur, si que no había ni un occidental. Tenían un buffet con algunos platos y luego iban pasando unos carritos de los que tú elegías.
El resultado fue la comida china más rica que he probado jamás. Y una tarjeta para no olvidarme del sitio.


A la vuelta, decidimos acercarnos a Brooklyn. Total, si está aquí al lado...

El gobernador de Connecticut y la intérprete de signos

Esta mañana, antes de que el generador de casa de Kerrie hiciera "kaput" y que las cosas se complicásen mucho en el hogar de los Flannagan, hemos invertido un rato en hacer una de las pocas cosas posibles (bueno, también podíamos comer o darle al tintorro pero lo de comer no es muy bueno para mi dieta y al tintorro ya le dimos Kerrie y yo ayer en una de esas conversaciones de madrugada "a calzón quitado") así que lo de ponerse frente a la caja tonta para ver cómo se sucedían las noticias del huracán era una de las mejores opciones.

Casi todo el rato hemos tenido la NBC de NY, porque la tele ha decidido que para cambiar de canal necesitábamos más energía que la que proporciona el generador, así que cuando ya estábamos hartos de ver imágenes de Staten Island, Queens y Times Square, hemos decidido que lo mismo era una buena idea "rebootear" la tele para pillar alguno de los canales locales (aquí son absolutamente localistas y se miran el ombligo, así que o localizábamos un canal de Connecticut o no nos enterábamos de nada de lo que había pasado)

Hemos intentado con el Canal 3 pero estaba totalmente off... con lo que me hubiese gustado ver a mi amigo Bruce DePriest contando todo lo del huracán... así que hemos pasado al Canal 8 en el que la rubia presentadora tenía cara de funeral de tercera, lo que nos ha preocupado bastante.

Inmediatamente, hemos pasado a ver la intervención del gobernador de Connecticut, Dannel Malloy, en rueda de prensa para comentar la situación del estado de Connecticut.

La comparecencia podría haber sido comparable a algunas de las que tenemos en España... salvo por algunos detalles: los periodistas eran más certeros, más rápidos e iban mejor al nudo de la cuestión que en España, apenas dejaban tiempo a que el gobernador pensara, el diálogo fue rapidísimo. El gobernador en todo momento conservó la calma, respondió con datos concretos
y emitió algunos mensajes de forma machacona, mensajes que tenían que ver con aquellas personas que estaban más afectadas por el huracán, especialmente aquellos que se habían quedado sin luz (700.000 hogares), personas mayores, personas imposibilitadas o niños. El mensaje era para sus vecinos: "por favor, confirmen que sus vecinos ancianos o imposibilitados están bien y que no les falta de nada"... un mensaje muy enlazado con la solidaridad entre vecinos absolutamente necesaria en un estado con casas diseminadas como setas en el que el saber que alguien cercano te puede ayudar es clave.

Otro detalle que me ha llamado la atención ha sido la intérprete de signos que estaba con él. Rápida, expresiva, y tremendamente interesante bajo el punto de vista de la comunicación. Independientemente de que sólo se comunicase con las manos y con los gestos, la forma en que lo hacía, su expresividad era brutal. Y contrastaba extraordinariamente con el aspecto sereno y serio del gobernador.

Y me ha parecido curioso que en una sola imagen en televisión tuviésemos los dos aspectos de la comunicación: el asunto y la emoción. El asunto transmitido por el político y la emoción transmitida por la intérprete. Y esto me lleva a la reflexión de que quizá lo que necesiten nuestros políticos sea una interprete de signos...


Yo, yo misma e Irene



Ayer, de madrugada, Irene llegó a Connecticut. Eran las 4,30 cuando comencé a escuchar un sonido brutal, diferente. Era como si de repente el viento hubiera comenzado a enfadarse y a querer golpear con fuerza los árboles, las hojas, las ventanas de la casa.
La oscuridad era total. Y cuando quise dar la luz para levantarme y mirar por la ventana, me dí cuenta de que la amenaza de que se iría la electricidad se había cumplido.
Así que, descalza y algo desorientada, me dirigí hacia una de las ventanas. Y lo peor es que apenas se veía nada. Hoy tenemos luna nueva así que ni siquiera un rayo de luna podía venir en mi ayuda. Sin embargo y con poca esperanza, me puse a mirar por la ventana. Y lo curioso es que, sin ver nada, podía imaginar los troncos de los árboles cimbreándose, las hojas huyendo de los setos, la lluvia golpeando los cristales. Y todo lo veía sin ver. Era tan fuerte el sonido de ese ruidoso silencio que permitía reconstruir toda la escena.

En ese momento sentí en el estómago un golpe de miedo. Por estar en un lugar en al que, aunque amo, no pertenezco, por estar viviendo una situación diferente, por estar más cerca de la naturaleza que nunca. Así que, como si tuviera 5 años, decidí meterme en la cama y taparme con la colcha, y pensar que todo pasaría pronto, que los árboles eran tan fuertes que Irene no podría con ellos, que los vientos eran tan rápidos que se irían con el primer rayo de luz.

Soñé con duendes, bosques y trasgos. Y ellos me ayudaban en un viaje que quizá aún tenga que definir. Y consiguieron que olvidara ese ruido que se quedó metido en mi cerebro como si fuese una de esas canciones de moda que no puedes dejar de canturrear…

Y al amanecer, salté de la cama y de nuevo miré a través de las ventanas. El panorama, aunque igual, parecía diferente. Los árboles bailaban armoniosos al son de viento, equilibrados, armónicos, como si se tratara de un equipo de natación sincronizada. La lluvia caía fuerte, continua, haciéndole los coros. El día estaba gris pero claro. Irene no está. Irene se fue. Irene esta lejos de mi vida…

sábado, 27 de agosto de 2011

Huracanes, terremotos y demás oportunidades



Desde luego, no hay frase más cierta que esa que dice que América es el país de las oportunidades...desde luego... y de todas... XD.

Tomé esta foto en NY el día siguiente al terremoto. Los neoyorquinos, con su sentido del humor habitual, se tomaron el tema de la mejor manera posible y decidieron hacer ofertas especiales de terremoto. ¿No es una estupenda oportunidad comercial?

Bueno, pues este momento huracán también está siendo una oportunidad para muchos. En la radio anuncian artículos de primera necesidad como linternas, baterías, velas, generadores y un sinfín de objetos que pueden ser de ayuda en estos momentos.

La mejor cuña, desde luego, la de Ocean Job Lot (no olvidaré la experiencia del año pasado con Barón y las Zuasti comprando sacacorchos como posesa) en la que, además de listar todo lo que deberíamos tener a mano en caso de huracán, hacen una apreciación: "y nosotros no aprovechamos las necesidades de las personas para subir el precio..." . Es obvio que además de intentar vender, hacen patria con su imagen.

En la radio hay constantemente cuñas con instrucciones en caso de problemas, números de teléfono a los que llamar si necesitamos ayuda, contactos en hospitales, policía... Y también hay mensajes de tranquilidad para la población. Y yo creo que aquí también aprovechan la oportunidad de mejorar la imagen. O al menos, eso sería seguro lo que pensaríamos en España...



viernes, 26 de agosto de 2011

Una de huracanes


No es la primera vez que vivo una amenaza de huracán en Estados Unidos. Hace unos años, estuvieron a punto de desalojarnos de un vuelo Miami-Madrid por amenaza de huracán. La verdad es que, a pesar de que pudimos salir, yo creo que fue el transoceánico más rápido de mi vida XD

Ahora mismo estamos con la amenaza del huracán Irene. Y todo con la resaca del terremoto que tuvimos hace cuatro días. Vamos, que no gana una para sustos en estas vacaciones...
La verdad es que yo, como supongo que ocurriría con cualquier nativo de algún lugar menos castigado por los fenómenos meteorológicos intensos, no me acabo de creer la peligrosidad del fenómeno... o más bien no la creía...

Hoy, en la playa de Hammanasset, una señora que se ha puesto a mi lado mientras me bañaba, ha comenzado a hablarme (cómo no...) y a contarme aquello de: "parece mentira con el día tan bonito que hace, que en dos días vayamos a tener un huracán...". A lo que yo le he contestado aquello de "bueno, ya sabes que el tiempo en Nueva Inglaterra cambia mucho...

En ese momento me ha contado, con una precisión científica, las semejanzas de este huracán con el Gloria, ocurrido hacía 30 años. Ella debía tener unos 50 y cuando le he dicho aquello de: "seguro que no recuerdas nada"... la mujer ha comenzado a relatarme todos los daños que se habían generados, los cortes de luz que duraron semanas y el cómo los árboles se llegaban a tumbar en el suelo... el cómo los muebles de los jardines literalmente volaban y destrozaban ventanas y el cómo estuvieron sin agua y con problemas de suministro durante tiempo...

La verdad es que en este momento mi opinión sobre el huracán iba cambiando, a pesar de que la información que me llega es del weather channel y yo opino que el tener un canal meteorológico 24 horas obliga a meter contenido. Y si este es llamativo, pues mejor. Canales que además, crean alarma ya que emiten imágenes de otros huracanes, con lo que, sobre todo las rubias, nos hacemos un lío del quince, y nunca sabemos si transmiten en directo o es un huracán de los sesenta... Mi opinión estaba ya un poco más abierta a la tragedia. Aunque todo puede mejorar siempre...

Después de la playa me fui a casa de Sue, las chicas estaban allí para tomar un vino y cenar. Y lo primero que me dicen es que no me puedo quedar sola en casa de Eric, que me quedaré sin luz, que hay un bosque detrás con árboles que se pueden caer sobre la casa, que me sentiré fatal sóla (eso es verdad) y que deningunamanera...

Así que, al final, negocio irme a casa de Kerrie (en la de Sue van a estar mil y la madre) donde además tiene generador, lo que garantiza tener luz, agua y si no se van las líneas, internet. Me hablan de que mañana quitarán todos los muebles del jardín y las terrazas, que hay agua y baterías de sobra y que va a ser una experiencia alucinante.

Alucinante... me quedo con esta palabra. Porque a pesar de las penas del infierno que pueden ocurrir este fin de semana, me dicen que la experiencia es digna de ser vivida, que hay unas sensaciones brutales y unos colores de cielo que nunca se vuelven a ver. Y me lo dicen tan contentas.

Y yo no entiendo nada. No sé si debo estar preocupada o rechiflada por la experiencia que voy a vivir. Me viene mejor estar rechiflada, la verdad. Disfrutaré más.

Así que decido venir a casa a hacer la maleta para mi emigración de mañana. Y mientras la hago, escucho y coreo a voz en grito la historia de otro huracán. En este caso, el Carter...

martes, 23 de agosto de 2011

Viva la gente!


Uno de los mayores impactos que tuve el primer año que estuve aquí no como turista sino como habitante a tiempo parcial, es que todos el mundo te habla. Textual.

Si vas al stop and shop y alguien te ve mirando los dieciocho tipos de soda que existen en el lineal, te contará su experiencia con la San Pellegrino, los diversos sabores que existen, te preguntará que si tienes un cupón y si no es así rebuscará en su bolso hasta el fondo buscando los cupones que ella imprimió en casa para que puedas ahorrarte 1 dólar comprando seis. Y todo esto sin conocerte de nada.

Lo de hablarte, que es una cosa muy simpática, no siempre gusta cuando estás aprendiendo un idioma. Recuerdo que el primer año odiaba a la cajera de Target porque cuando me cobraba me hacía una batería de preguntas que ni el tercer grado. Luego, con el tiempo, descubrí que me preguntaba si quería la bolsa de papel o plástico, si me metía el ticket dentro de la bolsa o si me apetecía donar para el reloj del ayuntamiento (o los perros albinos, o el periódico de los jubilados...).

Lo cierto es que yo creo que, si comparo con Madrid, salimos bastante mal en la foto. Parece que nos costara la misma vida hablar. En mi urbanización he visto salir a mi vecino pitando del garaje solo por no subir conmigo en el ascensor (con lo bien que huelo...).


Y sin embargo aquí, valoran la conversación. Aunque sea la conversación sobre un detergente, una soda o unos abonos para el jardín. Cualquier momento es bueno para charlar, y para sonreír.

Esta mañana, en Boston, hemos ido andando al bar del desayuno. Nos habremos cruzado con 15 señores/as con perros. Todos y cada uno de ellos, sin excepción, nos han saludado y preguntado cómo estábamos. Hemos acariciado a los perros, sonreído a los niños y saludado a los abuelos. Y mientras lo hacíamos, recordaba a algunos vecinos bordes y alucinaba. Con lo poco que cuesta ser amable. Poquísimo. Y el estupendo resultado que da.

Así que mientras comentábamos con un tipo que nos hemos cruzado las bondades de un coche que había aparcado, he pensado que realmente algunas canciones cobran sentido cuando se vivencian desde donde se crearon...

Una mañana de paseo con la gente me encontré
encontré al lechero al cartero al policía salude

Detrás de cada ventana y puerta
reconocí a mucha gente que antes ni si
quiera la vi heeeeeeeeey

Viva la gente la hay donde quiera que vas hey hey
viva la gente es lo que nos gusta
maaaaaas


Cheers!!


Me llamo Maribel y soy mitómana.
Sé que es una confesión dura, pero tenía que hacerla. Si no, no tendría sentido que en mi viaje al oeste hubiese dormido en un motel temático de "Lo que el viento se llevó" en la habitación Escarlata O'Hara, que hubiese tocado la barandilla de la escalera de Mark Twain i(esto por recomendación de mi bestfriend) maginando que él también lo hacía cada vez que bajaba, no hubiese ido a la escena del reencuentro entre la Streisand y el Redford en Central Park o al edificio Dakota. Esto hay que asumirlo. Es así.

Y uno de mis mitos fue, durante años, la serie de tv Cheers. En esta serie, localizada en un bar de Boston, se cruzaban las vivencias de un conjunto de personajes a cual más variopintos: la camarera repipi, un cartero listoquetelisto, un oficinista al que le gustaba el alterne y la cerveza, una segunda camarera ácida no... lo siguiente, el entrenador que ponía copas, un psiquiatra que estaba fatal, un camarero forrestgump y mi personaje favorito: el fantástico Sam Malone.

Más alla de que en sus años mozos (y mucho más allá, no hay más que verle ahora mismo en la serie "Damages") Ted Danson estaba de tomapanymoja, el personaje de Sam Malone era absolutamente adorable y tierno. Un famoso ex jugador de Baseball, retirado por una lesión, con un concepto fantástico de si mismo. Mujeriego e inocente. Una rubia en toda la extensión del término.

Esta serie coral que se diría ahora nos hizo reír durante 11 años. Sin dejar de conseguirlo en un solo episodio. Y con lo caras que están las risas, ya tiene su mérito.

La primera vez que vine a Boston no pasé por Cheers. Pero en esta ocasión era una visita que no quería dejar de hacer. Así que, cuando salimos del hogar del jubilado gay, nos dirigimos hacia este famoso bar. Cruzamos un enorme parque, media ciudad (yo creo que el GPS de Ketch nos vaciló un poco) y al final lo divisamos: los toldos colór crema, la barandilla de hierro y el famoso cartel que con el dedo nos indicaba el camino :)

Solo un mitómano puede comprender la ilusión que sentí en ese momento. Era como haber llegado al bar de unos amigos, aquel en el que uno se siente bien, comprendido, en casa. A veces uno quiere ir a donde todo el mundo sabe tu nombre...

Bajamos por la estrecha escalera y abrimos esa puerta que tantas veces abrieron nuestros personajes. El lugar no es exactamente igual porque la serie se rodaba en un decorado, pero tanto da... es una versión algo menor pero sirve.
De repente diviso la banqueta donde se sentaba Norm y me siento en ella. Miro hacia la barra donde un guapo chicho (lástima que no fuese Sam) me sonríe. Y tengo unas ganas infinitas de decir aquello de: "¡¡Buenas tardes a todos!!" sólo por el placer de escuchar a todos los del bar coreando aquello de... Norm!!



De Wonderland al Hogar del Jubilado



Decidimos dar un paseo en nuestro primer día en Boston. Como yo apenas recuerdo mucho y tampoco vamos a tener tiempo para dedicarlo a museos y otros actos culturales varios, acordamos dar un paseo por el centro y, como yo me pongo muy pesada (es lo que tiene ser fan) me van a llevar a Cheers a tomar una caña.

Así que cogemos el coche, nos llegamos hasta la estación de tren y en un periquete estamos saliendo de Wonderland (isn´t it lovely?) con dirección al centro de Boston.

En 10 minutos habíamos llegado, y al salir del tren, una marabunta humana nos acoge. Y todos parecen querer estar en el mismo lugar: Quincy Market. Esta zona peatonal está llena de tiendas, de restaurantes, de mimos, de cantantes de hip-hop que hacen bromas (qué pasa, que solo vamos a cantar los negros?), de recreaciones históricas y sobre todo de gente, de mucha gente...

Paramos en uno de los kioskos y Eric y yo decidimos compartir una sopa de almejas típica de aquí. Yo ya la conocía de Lenny&Joe´s pero he de admitir que es uno de esos platos para los que no tengo fin. Es absolutamente deliciosa, y te deja un sabor de boca que te acompaña el resto del día... sólo de recordarla se me hace la boca agua. Mmmm...

Paseamos viendo a los tipos disfrazados de colonos representando una escena histórica, entramos en algún edificio del XVIII (para aquí, tan antiguo como el jurásico) y observamos a la gente y hacemos fotos (bueno, más bien las hago yo...).

Decidimos poner rumbo a Cheers, pero Ketch tiene una idea mejor...
(Quizá ahora debería hacer un inciso... el viajar con amigos gays tiene una característica: que igualmente ellos conocen a otros amigos gays. Y estos, algunos sitios donde, de nuevo, hay gays. Bueno, pues esto es lo que pasó el otro día. Ketch se empeñó en que nos tomáramos una cerveza en uno de esos lugares "de ambiente". Y hacia allá fuimos.)

Nada más entrar al garito (medio oscuro, con un pasillo infinito) el tipo de la entrada con un cierto aspecto de "oso" trasnochado, me dice : "hey hun' sabes a dónde vienes?". A lo que yo respondo con un "of course", sonrio y me meto entre mis dos amigos.

La verdad es que solamente he ido a bares de ambiente en Madrid. Y tampoco a muchos. Pero lo que sí que es cierto es que algunos de ellos me han dado un aspecto levemente curte. Y este tampoco parece el templo de la elegancia.

Tardo unos segundos en acostumbrarme a la oscuridad, el tiempo que invierto en localizar un billar a mano izquierda, una barra al fondo y unas mesas entre ambos. Unas mesas habitadas por respetables abuelitos moteros que comían de forma desaforada patatas fritas de bolsa...

Tomamos asiento en la barra. Aquí es frecuente que frente a ella haya una hilera de sillas. Y que la gente que se siente en ellas hable entre ellos. No necesariamente para intentar ligar sino simplemente por el placer de charlar. Nos sentamos y de repente siento que soy el foco de todas las miradas. Y no precisamente por lo estupenda que estoy, que sería lo normal, sino porque creo que aquí las mujeres no somos visitantes habituales. Lo curioso es que todas las miradas que siento van acompañadas de una sonrisa de bienvenida tipo: "no suelen venir mujeres pero nos encanta que estés aquí" así que pido una cerveza sin alcohol y me dispongo a disfrutar del rato.
En seguida el camarero (unos sesenta y con un problema no sé si de parkinson pero en cualquier caso un problema que le afectaba a la hora de agarrar las cervezas) nos saluda (ladies first) y me pregunta de dónde soy. Al decirle que española, comienza a hablarme de lo que conoce de España, de lo que le gustaría conocer Madrid y de lo nice y cute que soy yo :)

Mientras converso con el tipo, hago un segundo barrido al local. En la oscuridad asoman caras masculinas, con aspecto como de pasar el día, de estar en este bar como pudieran estar en una reunión familiar con los nietos. Y precisamente eso es lo que me llama la atención, probablemente porque al llevarnos Ketch imaginaba que el sitio iba a tener un público algo más joven... la edad media de los parroquianos era, siendo generosa, de 55. Así que cuando se miraba a las mesas y se veía a los respetables abuelitos comiendo patatas y bebiendo cerveza y a los de la barra hablando de la temporada de pesca, os garantizo que este club gay parecía mucho más el hogar del jubilado que un local de ambiente...
Tras habernos tomado la cerveza y haber visionado una peli erótica en la que había pixelaciones en las áreas de interés (creo que era como Mogambo antes de la censura, que al final era peor...), le pedimos al tipo la cuenta.Él me dice que a mí me invita. Que ha sido un placer que una dama como yo haya visitado su local.

Así que más contenta que unas pascuas por el detalle, me despido del oso de la entrada y sigo a mis dos amigos a nuestro próximo destino: Cheers.

lunes, 22 de agosto de 2011

Casas, quesos y cosas





Llegamos a Boston a media mañana. Un amigo de Eric nos ha invitado a pasar unos días, y a ambos nos ha parecido una buena idea, así que, relajados, nos hacemos la hora y media que separa West Hartford de Boston y antes de que nos demos cuenta, estamos divisando su skyline.

Boston es una preciosa ciudad de Nueva Inglaterra que yo conocí hace unos años. Aunque bien es cierto que no la conocí bien y que la experiencia de visitarla con dos americanos me parece muy interesante. No hay como ver las ciudades acompañados de sus habitantes.

La casa de Ketch está en un barrio llamado Windthrop in-the-sea. Parece ser que es un barrio obrero. Pero habría que repasar este concepto estando aquí. Es una de esas casas de madera blanca que tanto abundan y que serían la envidia de cualquier español de clase media que no puede ni imaginar poder comprar, en algún momento de su vida, algo ni lejanamente parecido . Además, sería absolutamente ilegal para la ley de costas. Está a una distancia ínfima del mar.

La casa tiene cuatro plantas y cuatro vecinos. Ketch tiene dos plantas pero cuando entras por su lateral, pareciera que lo haces a una casa independiente. Subiendo por la estrecha escalera con moqueta, uno no puede evitar recordar las casas inglesas. De hecho, Boston es la capital de Nueva Inglaterra, lo que asegura la influencia británica.

En la primera planta, nos encontramos con una cocina grande con una mesa con cristal circular al fondo. Y lo mejor de todo, tres ventanales que dan directamente al mar. No puedo imaginar lo que debe ser cocinar cada día con la compañía de la luz, del azul y del sonido de las olas...

A uno de los lados de la cocina, un corredor o terraza de invierno. Totalmente acristalada y preparada para aprovechar el sol y las vistas. Al otro, un salón decorado con muebles en wengé y con los mismos ventanales que la cocina. Luz a raudales y ausencia de tele por expreso deseo del dueño.

La planta se remata con una habitación enorme en la que dormiré yo y que huele a la misma gloria, con un ventanal en chaflán y un banco que dice "ponte aquí a leer un rato, anda...". Le hago caso y me siento en el banco de madera. Miro por la ventana y veo una preciosa casa celeste con una bandera americana. Detrás, una torre de agua con los colores de la bandera francesa. Todo combina, todo queda bonito...
Al lado de esta habitación, otra ocupada por el compañero de Ketch, quien, por cierto, debe ser un tipo ordenado y primoroso porque es lo que me dice su impoluta habitación.

En un lateral del salón, al igual que en un lateral de la cocina, sendas escaleras nos mandan al piso de arriba. Una de ellas, grande, con una barandilla de madera oscura y peldaños brillantes. La otra (parece ser que destinada a que subiera el servicio, una de las paradojas de que ahora esto sea un barrio obrero) mucho más estrecha y en espiral.

Esta da a un tercer dormitorio en el que cabe ampliamente una cama enorme y un sofá. Al lado de este, el que debe ser el dormitorio principal, con una extensión no menor de 40 m2 en el que además de una cama modelo "Las Vegas" (organizados, podría caber el Orfeón Donostiarra en pleno), un tresillo enorme, un enorme aparato de gimnasia, dos closet en los que caben una colección de cadáveres importantes (no sé por qué de repente me he acordado de "El silencio de los Corderos"), espacio para poder ser donante a los propietarios de mini pisos... y la que para mí es la joya de la casa: una terraza desde la que se ve y se siente el mar. Una gozada de proporciones estratosféricas donde acabamos el día bebiendo vino y charlando...

Una vez ubicados, nos acercamos a desayunar a un bar cercano. Y es entonces cuando podemos ver este barrio. La verdad es que no puede ser más mono, todo con casitas de colores, una luz preciosa y el mar al fondo, que siempre le da un color especial a todo.

Aparcamos frente a una barbería en la que parece que debiera estar Sinatra en sus mejores tiempos y nos dirigimos al bar. Al entrar, lo hago en el tunel del tiempo, y llego al 74, donde una joven Ellen Burstyn, encarnando el personaje de Alicia (sí, esa, la que ya no vive aquí), me sonríe, me saluda con un: "hey hun´how´re you doing?" y agarra su bloc para tomar nota de mi desayuno.

En el bar, diseminados como setas, diferentes perfiles: madre+hija+nieta desayunando, hombre barbudo enfrascado en su lectura, diversos habitantes del barrio sentados en las sillas altas de la barra hablando de lo divino y lo humano, e impresionantes polis sonrientes haciendo el break de su turno. Para quedarse imaginando historias toda la mañana...

Lástima que no podamos. Nos vamos a Cape Ann, a visitar algunos pueblos marineros de la costa. Al volver, y después de haber pasado un día magnífico, decidimos cenar en la terraza. Eric prepara una ensalada y un antepuesto. Chris (el primoroso room mate de Ketch) se une a nosotros. En la terraza preparamos unas brochetas de atún y gambas. Y bebemos vino. Y vemos cómo anochece. Y contamos las estrellas y visitamos las constelaciones. Y aún con el sabor del chocolate en la boca, nos separamos.

Pero yo llego a mi habitación y no puedo evitarlo. El banco del ventanal me sigue citando. Y le escucho. Pongo un cojín en mi espalda, subo los pies y agarro mi kindle. Y me siento en el paraíso. De verdad.

domingo, 21 de agosto de 2011

Back home



Este año mi viaje se ha gestado en tiempo de descuento. Realmente no tenía nada claro si iba a tener mi economía lo suficientemente saneada como para venir y ni siquiera sabía si en este momento vital era lo más conveniente. Pero después de recibir un email de Sue: "no quiero presionarte pero... ¿cuándo vienes?" y hacer -igualmente en tiempo de descuento- un par de trabajos imprevistos, me lié la manta a la cabeza y decidí venir.

El viaje -en stand by- agotador. Pasé 24 horas viajando y sin dormir, el enlace a Charlotte añade 4 horas al viaje (sin contratiempos, que los hubo) y al final una llega como si le hubiesen dado una paliza del quince.

Pero lo importante es que llegué. Y curiosamente, mi maleta lo había hecho en el vuelo anterior, así que llego incluso relajada a casa de Eric. En el camino empiezo a disfrutar del verde de Connecticut, de la amplitud de las autopistas, de la noche infinita...
Llegamos a la casa y es como llegar a la mía. Estreno mis llaves con el dibujo de la bandera americana y me tiro en el sofá. Y en menos de lo que canta un gallo estoy durmiendo como una bendita. Ese sueño profundo, denso, sin fin, que caracteriza las vacaciones.

Al día siguiente, un rayo de luz me despierta. Abro la cortina y veo las plantas del jardín de Eric y la frondosidad del bosque vecino. Y, al escuchar un ruidito, vuelvo a mirar. Y la veo. Seguro que ha adivinado que venía. Es ella, la misma, la inconfundible... la ardilla que cada mañana desayunaba conmigo. Esa con la que cada día tenía estupendos intercambios de miradas. Esa que solo huía cuando veía la cámara. Mi amiga la squirrel me saluda. Ya estoy en casa... :)

sábado, 28 de agosto de 2010

La casa de los Alcott


No recuerdo bien cuantos años tendría la primera vez que leí "mujercitas". Pero estoy segura que era muy pequeña. Tan poco como para comprender la historia de esa familia de mujeres fuertes, abnegadas, especiales y tanto como para que esa novela calase en mi corazón con la magia infantil.

Más tarde ví la película por la tele. Una y mil veces puesto que era una de las favoritas de mi madre. Aún ahora, el escuchar esas voces dobladas que parece que cantasen me provoca unos niveles de ternura infinitos y de alguna manera me trae a esos momentos felices de tu infancia.

Mi personaje favorito siempre fue Jo. Ella encarnaba todos los valores que para mí eran importantes: una chica inteligente, independiente, creativa, especial... todo aquello que yo quería ser con seis años. Sin embargo, me parecía que era la que más sufría (junto con el personaje de la madre, abnegada donde las hubiera...) y a la que además, el chico guapo cambia por una de sus hermanas: menos inteligente, menos especial pero con un perfil de esposa perfecta para la época. Curiosamente, cada vez que leía la novela o que veía la película pensaba que el final iba a cambiar, que Laurie y Jo se casarían y serían felices (en aquella época lo asociaba). Pero nunca pasaba.

De cualquier manera creo que esta novela, junto a "la cabaña del Tio Tom", "Las aventuras de Tom Sawyer" y "La vuelta al mundo en ochenta días" fueron mis lecturas favoritas de infancia. Y creo que lo son en este momento. Novelas con personajes fuertes, con aventuras que desde mi infancia eran lo más, historias con fondo y desarrollo de personajes... ¿qué más se podía pedir?

Gracias a una recomendación de mi adorada Elvira Lindo en Facebook, decidí ir a Concord a conocer la casa de los Alcott. Y la primera sorpresa es el lugar mismo. Una ciudad especial, con unos paisajes de caramelo y que tuvo entre sus ilustres vecinos nada menos que a Louisa May Alcott, Ralph Waldo Emerson, Margaret Fuller, Nathaniel Hawthorne y Henry David Thoreau. Vamos, uno de esos lugares donde uno piensa que el agua lleva algo especial...

(Continuará)

jueves, 26 de agosto de 2010

That's Life


Hay dos cosas que me ponen...
Eric Clapton y sentir bajo las ruedas del coche el puente de Portland.
That's life...

sábado, 21 de agosto de 2010

Pillow talking


Hace un par de años, cuando asistí a esa especie de campamento para que los pijos adultos aprendan inglés llamado "Vaughantown", uno de los anglos (precisamente uno que pretendía practicar conmigo algún otro idioma además del inglés)me dijo que la mejor forma para aprender un idioma era con el Pillow Talking. Esto, para los que no tengaís conocimientos básicos de la lengua de Shakespeare es algo como decir que para aprender otro idioma lo ideal es practicarlo con alguien que tenga un lugar en tu almohada.
Y yo no digo que esto no sea cierto, porque precisamente en la cama se pueden mantener conversaciones profundas (de hecho, JL sostiene la teoría de que la gente habla más y mejor cuando está desnuda... aunque es una teoría sin evidencia científica alguna, por cierto), y cuando además las mantienes con algún nativo del idioma que estás aprendiendo te ayudan siempre en este proceso.

No siempre esto es tan fácil. En mi caso tengo que encontrar alguno por aquí que esté soltero (algo complejo al menos en el pretty mundo de Durham), ligármelo, que me apetezca estar con él (más complejo aún) y que además hable inglés de negocios y consultoría que es el que más me interesa entrenar. Si a esto le añadimos que para que el tema funcione ha de haber una cierta constancia, creo que me sale más barato y más fácil irme un año a alaska que hablan un inglés raro pero que al menos es un lugar tranquilo...

Pues bien, desde que estoy aquí he descubierto que este término es utilizado por la WRCH, una emisora de radio de New Britain que escucho para titular un programa nocturno (de las noches de aquí, entre 7 y 9)

El programa Pillowtalk emite basicamente canciones de amor. Amor en todos los ámbitos: paterno/materno filial, de pareja, de hermanos, de amigos, de persona a perro, planta o lugar... variopinto total.

Y aquí viene lo especial y que tiene mucho que ver con la personalidad americana y en el cómo expresan sus emociones. En este programa los oyentes llaman y expresan lo que sienten por su hijo, su marido, su hermano o el perro de la vecina. Y en base a esto la presentadora elije un tema que pueda reflejar esto. Y os puedo garantizar que lo que se escucha es para ponerte la piel de gallina a las 7 y mantenerla hasta media noche. No caen en la falsa cursilería, se escuchan declaraciones de amor sentidas, especiales, desde el corazón. Y expresadas con esa falta absoluta de pudor que sería tan corriente en España.

Cuando yo era pequeña y Adela trabajaba en casa, me encantaba irme al cuarto donde ella planchaba mientras de fondo se escuchaba un programa de radio llamado "peticiones del oyente".

Y mientras escuchaba estas declaraciones de amor hechas "a calzón quitado" recordaba aquellas emitidas por esa radio en esas tardes de plancha: "A mi hijo Manolo, con el deseo de que el servicio militar le haga un hombre", o "A María, tu novio que no te olvida".

Según Silvia esto tiene que ver con la austera herencia castellana. Yo creo que va en el ADN, o en la educación. Pero al final tengo claro que me gustan estas expresiones de afecto. Y cada vez más... debo estar haciéndome mayor...


martes, 17 de agosto de 2010

A matter of trust



Recuerdo una conversación con Kerrie cuando estuve aquí para thanksgiving. Hablabamos del país ideal, de las cosas que sería maravilloso que tuviera nuestro lugar perfecto. Yo, de España, me quedo con la luz y el sol, con la espontaneidad de la gente, con el concepto de familia, la tortilla de patatas, el tinto de verano, las fiestas de los pueblos y mil cosas más. De USA me quedaría con ese refuerzo positivo constante, con su entusiasmo por todo, la amabilidad de la gente, el maiz, los bosques y sobre todo con la confianza.

Cada vez que tengo oportunidad de hablar con algún responsable de recursos humanos de alguna de mis empresas clientes, emito el mismo mensaje: la confianza genera confianza, y cuando la das, la recibes.

Esto es una de las cosas que creo que son claves aquí. En stop and shop te escaneas tú los productos. Y luego haces el total en la caja. Y nadie comprueba si hay alguno que no has escaneado y no vas a pagar. Recuerdo cuando fuimos a Amishlandia y en las granjas te podías encontrar mesas con verduras, frutas y una balanza romana. Y al lado un bote donde se supone que dejabas el dinero una vez que habías elegido y pesado aquello que querías. Y sin querer no pude evitar pensar en España y en qué ocurriría si importamos esta práctica. E inmediatamente pensé que la gente cogería los tomates y no los pesaría ni los pagaría. Porque además (y esto es lo peor de todo) pensaría que el que ha puesto semejante chiringuito es tontoelhaba y merece que le estafen. España es el país de la picaresca, y lamentablemente podríamos apostar a que ocurriría así.

O quizá no.

O quizá ocurriría en un primer momento. O en dos. Y puede que, si la gente ve que se confía en ella, respondiera positivamente. Y puede que en una generación o dos, o quizá en diez, las cosas fueran diferentes.

Lo que está claro es que si no hacemos ese primer esfuerzo nunca lo sabremos. Y dudo mucho que esto se pueda implementar sin un cambio social, sin un cambio en los valores, sin que dejemos de pensar en negativo de los demás por principio.

El otro día pasé por un jardín donde había muebles en venta. Sugerían que dejasen el dinero en el buzón. Y os juro que me dió envidia. Yo quiero esa confianza. Prometo no defraudar. De verdad.


sábado, 14 de agosto de 2010

Sometimes, a perfect day, appears


Durante toda esta semana he sido una fiel seguidora de el Weather Channel. A pesar de que el dicho reza: "Si no te gusta el tiempo en Nueva Inglaterra, espera media hora" y es bastante ajustado a lo real, yo esperaba ansiosa durante toda la semana que uno de esos dibujos de solsindudas apareciera anunciando un maravilloso día de sol.

Pues bien, después de varios días de nubes y claros, ayer, sin dudas, apareció el deseado icono. Y aprovechando que hoy tenía visita y que prefería llegar a casa tarde, esta mañana decidí el plan del día: playa + outlet + cine.

Pero como el hombre propone y Dios dispone, he recibido una llamada de Kerrie. Le propongo el plan y se apunta, así que quedamos en que la recojo y nos vamos hacia Hammonasset Beach, una de las playas semi-públicas de la zona (al menos, pagando, se puede entrar...)

Cuando llego al casoplón de Kerrie me la encuentro hecha un brazo de mar: modelo perfecto, pamela de mimbre, shorts blancos inmaculados... y una nevera con dos sandwiches para comer, cuatro cervezas, dos hamacas y toallas a tutti plen.

Así que pertrechadas con tamaño equipaje nos dirigimos a la beach. Está en un parque natural, así que es algo salvaje, hay que atravesar una línea de dunas para llegar a ella y está inundada de gaviotas gigantes que conviven cual estupendas vecinas de verano con los bañistas.

Como podeís imaginar, el día resulta perfecto, en la playa (salvo en las zonas de las barbacoas y los servicios centrales donde por supuesto no nos situamos) aunque hay bastante gente, al ser tan grande estamos más repartidos que la pedrea de navidad y además, como aquí la gente ni grita ni lleva radios escandalosas, ni juega con las palas ni da por saco en sus diferentes acepciones, podemos disfrutar del sonido de las (pocas) olas (al ser una bahía, casi pareciera un lago)

Comemos los sandwiches, bebemos las cervezas y cedemos los brownies a las gaviotas. Y en el mientras tanto, nos relajamos infinito, charlamos y disfrutamos del sol.
Antes de salir del parque nos acercamos a la zona común de duchas. Kerrie, obviamente, no olvidó el jabón ni la crema hidratante, así que salimos fresquitas, relajadas y estupendas.

Nos queda una cerveza para coronar el día perfecto, así que nos dirigimos al pueblo más cercano: Clinton.
Atravesamos el pueblo y huele a verano: barcos anclados en el puerto, bares repletos de gente, niños con helados, mercadillos... un disfrute, vamos.

Decidimos parar en Lenny&Joe, pero la cola nos disuade, así que Kerry me lleva a otro de los lugares clave en este pueblo: Bill's.
Cuando entramos descubrimos un restaurante absolutamente lleno de gente, con cola esperando a que les asienten en la terraza, donde hay una vista estupenda del río y una temperatura fantástica. Kerrie, sin embargo, piensa que es mejor que nos quedemos dentro de ese bar estilo Cheer's donde hay un ambiente brutal, uno de esos lugares donde todo el mundo conoce tu nombre.

Nos colocamos en una esquina y por supuesto le contamos a la camarera que soy de Madrid y que estoy encantada, así que en seguida nos cambia a un lugar mejor. En ese momento, una banda formada por un saxo, una trompeta, un contrabajo, un teclista y un batería que en vez del DNI se identifican con la prueba del Carbono-14 comienzan a tocar. Y lo hacen como los mismos ángeles. Es como si hubieran dejado Nueva Orleans para hacer unos bolos en Connecticut.

No se cómo en un bar tan enorme y tan lleno de gente, un hombre se entera de que soy de Madrid (creo que al final de la noche lo supieron las trescientas personas del bar) y nos guarda un sito en primera fila. Nos presenta al cantante de la banda y este nos firma un cd.



Cuando comienzan a tocar uno de mis temas favoritísimos "Georgia on my mind" Kerrie me mira y me dice aquello de "Sometimes, the perfect days, appear" y yo le respondo eso que tantas veces le escuché a mi madre: Kerrie, no sé si esto será la buena vida... pero la mala no es...

viernes, 13 de agosto de 2010

Los idiomas y la inteligencia emocional



En realidad esta entrada podría llamarse: "cómo hacerse la tonta en varios idiomas", pero es que lo de la inteligencia emocional me gusta más.

Una de mis primeras tareas al llegar aquí fue localizar el carnet de piscina que, con mucho esfuerzo, logré conseguir el año pasado. La tarea es inutil. Eric lo debió tirar a la basura, así que tengo, de nuevo, la sensación de que tendré que empezar de cero con el premionobel de la piscina.

Pero, como no hay cosa mejor que llevar un espíritu ganador para conseguir las cosas, me visto con mi mejor sonrisa y me encamino al lugar de mi reto. Las noticias eran desesperanzadoras: parace que el mes pasado se lo negaron en dos ocasiones al anterior visitante. Pero a pesar de ello, me dirijo con paso firme.

Mi estrategia comienza con una visión general de la pool y sus habitantes. El año pasado pegué el palique con tododios, así que lo mismo alguno está. Reconozco a Lee metida en la piscina y pienso que en un grito la tengo a mi favor. Total, somos amigas de facebook y eso une mucho...

En esta visión general compruebo que el premionobel no está, pero que en su lugar está una mujer que conozco del año pasado. Como si fuesemos íntimas, me acerco a saludarla con un enérgico "how you doin'? como si la emoción me impidiera decir algo más interesante.

Cuado la mujer pone cara de notengonideadequienesesta, le comento que me hace mucha ilusión volver a verla, lo que a la mujer le impide cualquier gesto o frase en opuesto a esta alegría colectiva.

Le digo que no encuentro el pase del año pasado y me dice que necesito uno nuevo. Y que igualmente necesito demostrar que vivo en esa casa. Pongo mi mejor cara de "qué faena, pues no lo tengo" y paso a re-sonreir y a decirle aquello de: "¿cómo podría demostrarte que vivo aquí?. Eso sí, en ese momento ya dirijo una mirada a Lee que, desde la piscina observa la escena.

Le digo que soy amiga de Lee, que asiente, le pregunto si sabe cuándo vuelve Vickie, le digo que está mucho más morena que el año pasado y al final, lo logro.

De nuevo, tengo el carnet a mi nombre. Me esperan muchas fiestas en la pool...

martes, 10 de agosto de 2010

Ubicando, que es gerundio



Después de un viaje francamente y con media hora de adelanto sobre el horario previsto, llego al aeropuerto de Bradley. La última media hora de vuelo la paso pegada a la ventana, viendo el paisaje de casitas de madera que casi parecieran setas en praderas enormes, lagos rodeados de bosques y carreteras sinuosas con destinos inciertos.

Al llegar a Bradley, un desencuentro con Kerrie me hace esperar a la salida de este minúsculo aeropuerto, sentada en el suelo. Observo el cambio de paisaje humano. Comienzo a ver personas enormes, afroamericanas con rastas, adolescentes enormes con gorras y pantalones caidos. También los coches son diferentes. Supongo que aquí todo se relaciona con el tamaño del país, y por eso los coches casi parecieran camiones. Menos mal que los parkings aquí están adaptados, porque no quiero ni imaginar lo que sería meter uno de estos casi-camiones en mi plaza de garage.

Al encontrarme, por fin, con Kerrie, me invade una sensación de relax. Supongo que de alguna manera, mi mente decide que ya se estresó bastante viajando en lista de espera y entrando la última en el Philly-Madrid y la penúltima en el Philly-Bradley. Ahora solo queda llegar a casa de Eric y descansar hasta mañana.

En el camino no puedo dejar de mirar esa carretera rodeada de árboles gigantes, ese verde infinito, este atardecer de caramelo. Y me hace sentir bien. Es como volver a casa.

Llegamos a New Britain con luz. Y como en las dos ocasiones anteriores he llegado de noche, me permite verlo con una perspectiva diferente. Y me gusta.

Abro la puerta de esta mi casa adoptada. Y antes que nada, descubrimos dos cervezas en la nevera. Y nos las tomamos en el mini-porche disfrutando del momento de relax, del frescor del bosque, del silencio...

Agotada, en seguida llego a la cama. Mañana será otro día...

sábado, 5 de diciembre de 2009

Navidades en Connecticut





En Estados Unidos, dos días después de Thanksgiving, queda inaugurada oficialmente la temporada navideña. Es entonces cuando las casas se empiezan a decorar y con ellas, los jardines, las tiendas, los mall, restaurantes, hospitales, aeropuertos... en fin, todo todo. La máxima expresión es el encendido del árbol del Rockefeller Center, que se celebra con una gala navideña que, este año al menos, ha sido brillante.

En casa de Sue ponen el árbol el domingo. Es un árbol enorme, iluminado con minúsculas luces serpenteantes desde el ángel que lo corona a los juguetes y la flor de Pascua que tiene en su base (por cierto, que el caballito mecedora no es del agrado de Clive, que le ve como un rival y es a lo único que ladra). Los adornos los hizo Sue con cuentas doradas, primorosamente engarzadas en grupos de tres y diseminadas con adornos de figuritas varias.

Pero en eso no queda su decoración navideña: los peregrinos y los indios que decoraban la chimenea en thanksgiving son sustituidos por adornos plateados más propios de la estación en la que estamos. Las toallas se cambian por otras rojas con copos de nieve, los tupperware clásicos por otros con dibujos de Santa... y hasta Sue y su madre cambian sus forros polares lisos por otros con abetos y renos... total!!!

En la radio ya solo escuchamos la 100.5 que desde el día después de acción de gracias ya comienza a emitir hasta el 1 de Enero exclusivamente música navideña (uno podría pensar que si fuese M80 se repetirían los villancicos hasta el suicidio colectivo de los oyentes, pero esta emisora de Nueva Inglaterra se encarga en demostrarnos que no solo Bing Crosby y Dean Martin hicieron música navideña sino que desde los Beach Boys a Barry Manilow, pasando por McCartney o Shakira...)

Yo creo que no tengo una opinión muy definida sobre la navidad: a veces me encanta y otras veces me pone triste... incluso a veces me hace odiarla. Sin embargo, cuando voy conduciendo por estas carreteras entre bosques mágicos y veo las casas iluminadas con millones de minúsculas lamparitas o renos de jardín hechos de seto mientras escucho la 100.5 no puedo evitar enamorarme.

Y, de hecho, me resulta mucho más complicado cuando, sin darme cuenta, acabo coreando este clásico que cantaron desde Marilyn a Kyle pasando por Madonna:

Santa baby, just slip a sable under the tree, for me
Been an awful good girl
Santa baby so hurry down the chimney tonight

Santa baby, a '54 convertible too, light blue,
I'll wait up for you dear
Santa baby, so hurry down the chimney tonight

Think of all the fun I've missed,
Think of all the fellows that I haven't kissed
Next year I could be just as good
If you check off my christmas list



miércoles, 2 de diciembre de 2009

Margaret O'Brien y la pista de hielo del Rockefeller Center



Ayer estuve en Nueva York. Y como lo bueno que tiene volver a los sitios es que hay lugares imprescindibles que ya has visitado, te puedes dedicar a visitar "los caprichos". Y para mí había uno prioritario: ver la pista de hielo del Rockefeller Center.

Después de un agradable viaje en tren con Kerrie desde una apeadero clónico de los que existen en Disneylandia (obviamente basados en lugares reales, como las pelis) y de llegar a una abarrotada Grand Central Terminal, nos encaminamos, con menos frío del que pensábamos, hacia el Rockefeller Center.

En el camino paramos a compartir un lunch en un lugar repleto en el que sorprende la rapidez de los camareros. El 80% de la gente que acude a este lugar lo hace para "take away", o sea, para llevarse a la ofi la comida, en su mayoría sandwiches o ensaladas. Kerrie me dice que normalmente invierten un máximo de 20 minutos y que la mayoría come en una sala habilitada como cocina en la empresa.

Nosotras nos sentamos en unos taburetes altos mirando hacia la calle. Y la verdad es que es mucho más entretenido que algunas de las últimas películas que he visto. Un ir y venir de los más heterogéneos grupos humanos que uno podría imaginar: yuppies, raperos de color, mujeres extravagantes, judios con rizos en las patillas, cowboys de ciudad, homeles... de todo. Realmente aquí no haría falta ver la tele para entretenerse.

Nos metemos en la masa humana intentando esquivar a los rápidos y llegar sanas y salvas a la quinta avenida. Al llegar allí, obligada parada para mirar al cielo. La silueta de los rascacielos cortándose en el cielo azul es impresionante. Una y mil veces que venga a esta ciudad, una y mil veces me parecerá maravillosa.

Después de respirar hondo y sentir como NY huele a navidad (el escaparate de Saks con maniquies con maravillosos vestidos de gala rojos es simplemente impactante), cruzamos hacia donde la masa humana es mayor: el Rockefeller Center.

Al cruzar la plaza, donde hay preparado un stand de televisón (según Kerrie para retransmitir en directo el encendido del árbol de navidad, que, por cierto, es de Connecticut) intento llegar sana y salva hacia donde está la pista. Y lo consigo.

Y ese momento es especial. Miro la pista y tengo la misma sensación de la primera vez que estuve, que es un lugar más pequeño de lo que aparece en las pelis, pero que tiene tanta magia o más.

En la pista, no más de cuarenta personas patinado. Niños, jovenes y adultos patinando en la misma dirección y no sé si dándose cuenta de que son muy afortunados por estar viviendo ese momento en ese lugar.

Hago una y mil fotos. Intento meter en el fotográma el árbol gigante, el rascacielos y la pista, algo ajustaditos, la verdad. Lo consigo. Y cuando, de repente, y no se de donde, se empieza a escuchar un villancico, tengo que parar. Y, como esa escena de ghost en la que Patrick Swayze sale de su cuerpo y se ve a si mismo desde arriba, me veo situada en esa escena. Y tomo aire y huelo la navidad. Y escucho la música y ella me trae recuerdos: de la cola del cine Imperial en fiestas, de la Plaza Mayor y su música de fondo, del múerdago y el acebo, del oyeniñodequieneres que cantábamos frente al belén, de los regalos bajo el árbol, de la pandereta, del odiado verdugo y la bufanda, de las tres hermanas vestidas iguales para las fiestas.. y de esa escena de "Cita en St Louis" en la que Judy Garland le canta a Margaret O'Brien ese maravilloso villancico... y de lo que este me recuerda a mamá, y a lo que nos quería, y su ausencia...

Y mientras observo como la gente patina, y se cae, y rie, doy gracias al cielo por vivir este instante. Y me giro y sonrío a Kerrie, que probablemente no imagine todo lo que me ha pasado en un minuto. Y con ella, agarradas del brazo, bajamos riendo por la quinta avenida...

domingo, 29 de noviembre de 2009

black friday II

Para los no iniciados, voy a intentar explicar lo que es la experiencia de un black friday en Estados Unidos. Tradicionalmente, este viernes posterior a thanksgiving es el día de las ofertas. Parece ser que todos los centros comerciales, tiendas e incluso sitios virtuales aplican unos descuentos mucho más altos de los que se hacen en otras epocas del año.

Para que os hagais una idea, en Target ofertaban un portatil HP con buenas características técnicas que puede tener un precio de unos 700 dólares, por 199. Y la playstation III cuyo precio es de unos 300 $, estaba rebajada a 199 e incluía tres juegos y un sistema de dvd especial.

Claro que yo, acostumbrada a las ofertas del media mark, estaba entre escéptica e incrédula suponiendo que, igual que cuando llegas al media mark la oferta está caducada, o eran tres unidades o no correspondía a lo anunciado en el folleto. Pero aquí me garantizaban que, aunque se tratara de unidades limitadas, iba a haber muchas.

Así que como Stephanie queria una PSIII y yo comprar la cámara de Silvia, nos pegamos el super madrugón para estar a las cuatro y media en walmart.
Nos levantamos de noche profunda, con lluvia y viento y maldita la gana que tengo de ir, pero me sabe mal perderme ni una sola experiencia aquí, aunque para ello me cale. Así que recogemos a Steph y a las cuatro y media estamos en la tienda.

La visión impacta. El gigantesco parking lot está a rebosar y tenemos que aparcar lejos de la entrada. El viento casi hace girar los paraguas y añadiéndonos a un grupo de oscuro (casi parece la noche de los muertos vivientes) nos ponemos en una de esas colas que los americanos organizan tan bien, una de las que hace eses que inventaron en Disneylandia...

Una de las cosas que me impactan es que las personas que están organizando la cola sonríen y te dan los buenos dias y te desean una excelente jornada de compras. Al igual que los que organizan la cola dentro y te buscan los productos. Ni una mala cara, ni sueño, ni desatención al cliente. Esta es una de las areas de las que deberiamos aprender nosotros. Para todos, y a pesar del madrugón, parece una jornada de fiesta.

En la tienda colas interminables bien organizadas por sectores y gente comentando la jugada (aquí la gente habla mucho en las tiendas, es muy curioso)
Compramos la PS III de Steph (hay unidades!!), un guitar hero, mi cámara y otra que compro porque es muy barata y salimos bajo la lluvia al siguiente destino, el radio shack, donde le compro a una dependienta que parece Bambi un móvil y nos damos cuenta de que en esa tienda el único que va a conservar su empleo en las siguientes semanas es un tal Ken porque el resto son un pelin torpes...

Tras la dura jornada de compras, alrededor de las 7,30 decidimos irnos a desayunar. Y como aquí no hay vips, nos vamos al Laur's


Al entra, de nuevo, me siento como si entrara en una peli, esta es como el restaurante de "Alicia ya no vive aquí", un lugar coqueto, con pocas mesas, una barra con taburetes altos y adornada con algunas calabazas resto de Halloween.

En una mesa, tres respetables abuelitos charlando, como si acabaran de volver de una jornada de pesca, relajados y compartiendo uno de esos instantes especiales.

Nosotras nos sentamos en la mesa de al lado y pedimos cada una una cosa diferente. Yo me decanto por una tortilla de queso y un zumo (el café de aquí es un infierno), Sue toma huevos revueltos y Steph una especie de plato combinado.

Todo está muy rico y nos hace que mejore el estómago tras el madrugón. Aunque a pesar de ello, volvemos a casa y como las camas nos tientan, decidimos rematar la jornada en brazos de Morfeo...

viernes, 27 de noviembre de 2009

Black friday

Son las tres y media de la madrugada y acabo de salir de la ducha. Me voy con Sue y con Stephanie de compras. Es el black friday. Isn't it incredible???

jueves, 26 de noviembre de 2009

Thanksgiving day


Ayer era el gran día. La fiesta esperada durante todo el año, esa en la que las familias y los amigos se unen frente a un pavo para dar las gracias, sobre todas las cosas, por estar juntos.

Y lo primero que hicimos nosotros fue desayunar en familia. Un típico desayuno americano con tostadas francesas (qué paradoja, verdad?), salchichas, huevos revueltos y zumo de naranja.

Y tras este energizante desayuno, comienza la preparación de la cena... cena que sigue el horario habitual, o sea, que es a las cuatro de la tarde...
Eric lidera el proyecto pavo, así que nosotros simplemente seguimos sus órdenes: yo desmenuzo el bizcocho para el stuffing (?), pelo patatas y cebollas mientras él hace el relleno, coloca el pavo en la rustidera y controla el tiempo. A Sue le toca hacer de pinche.





A las tres y pico comienzan a llegar nuestros invitados: Emily y su chico, Jill con su familia, Delia y Franz y los invitados especiales: David y Stephanie que traen una tarjeta de Thanksgiving muy especial... la foto de la primera ecografía del nuevo Collins que vendrá a este mundo. La noticia revoluciona el día y a partir de entonces nos envolvemos en una conversación sobre bebés, embarazos, síntomas... y sobre todo el primer regalo que según David debería tener su hijo: la Playstation 3...

Brad prepara la mesa en la planta calle, o sea, en el apartamento de Cecilia, la abuelita de Eric. Tiene un salón con un mirador maravilloso, y a pesar de que el día amaneció lloviendo, parece que va a mejorar.
Aprovechando el respiro que nos da el tiempo y que el cielo se ha puesto maravilloso y la luz es dorada, salimos a hacer una foto de grupo. Sale razonablemente bien y después de hacer alguna otra foto aprovechando la luz, volvemos a la tarea.



Aquí la comida no se pone en la mesa (salvo alguna guarnición), sino que se situa en una mesa en un lado y cada uno se pone lo que quiere. Yo me pongo algo de pavo, unas zanahorias al horno, un poco de puré de calabaza, otro poco de puré de calabacín, unas cebolletas con crema y el relleno del pavo que no lo meten detro (aquí lo llaman stuffin'). Todo muy rico y mucho más suave de lo que yo imaginaba.




Para los postres subimos a la planta de arriba. Allí tenemos pastel de calabaza, tarta de Cramberries, una especie de Tiramisú (tengo que confirmar el nombre) y alguna otra cosa. Yo ni los miro, el resto los atacan (deben estar más acostumbrados a dejar hueco).

El resto de la tarde la pasamos charlando en el salón, riendo y disfrutando de la compañía. Vamos, como las fiestas en Madrid. Lo que no tengo muy claro es por qué, siendo algo tan de navidad, en esta casa no se juega al Cluedo...