sábado, 5 de diciembre de 2009

Navidades en Connecticut





En Estados Unidos, dos días después de Thanksgiving, queda inaugurada oficialmente la temporada navideña. Es entonces cuando las casas se empiezan a decorar y con ellas, los jardines, las tiendas, los mall, restaurantes, hospitales, aeropuertos... en fin, todo todo. La máxima expresión es el encendido del árbol del Rockefeller Center, que se celebra con una gala navideña que, este año al menos, ha sido brillante.

En casa de Sue ponen el árbol el domingo. Es un árbol enorme, iluminado con minúsculas luces serpenteantes desde el ángel que lo corona a los juguetes y la flor de Pascua que tiene en su base (por cierto, que el caballito mecedora no es del agrado de Clive, que le ve como un rival y es a lo único que ladra). Los adornos los hizo Sue con cuentas doradas, primorosamente engarzadas en grupos de tres y diseminadas con adornos de figuritas varias.

Pero en eso no queda su decoración navideña: los peregrinos y los indios que decoraban la chimenea en thanksgiving son sustituidos por adornos plateados más propios de la estación en la que estamos. Las toallas se cambian por otras rojas con copos de nieve, los tupperware clásicos por otros con dibujos de Santa... y hasta Sue y su madre cambian sus forros polares lisos por otros con abetos y renos... total!!!

En la radio ya solo escuchamos la 100.5 que desde el día después de acción de gracias ya comienza a emitir hasta el 1 de Enero exclusivamente música navideña (uno podría pensar que si fuese M80 se repetirían los villancicos hasta el suicidio colectivo de los oyentes, pero esta emisora de Nueva Inglaterra se encarga en demostrarnos que no solo Bing Crosby y Dean Martin hicieron música navideña sino que desde los Beach Boys a Barry Manilow, pasando por McCartney o Shakira...)

Yo creo que no tengo una opinión muy definida sobre la navidad: a veces me encanta y otras veces me pone triste... incluso a veces me hace odiarla. Sin embargo, cuando voy conduciendo por estas carreteras entre bosques mágicos y veo las casas iluminadas con millones de minúsculas lamparitas o renos de jardín hechos de seto mientras escucho la 100.5 no puedo evitar enamorarme.

Y, de hecho, me resulta mucho más complicado cuando, sin darme cuenta, acabo coreando este clásico que cantaron desde Marilyn a Kyle pasando por Madonna:

Santa baby, just slip a sable under the tree, for me
Been an awful good girl
Santa baby so hurry down the chimney tonight

Santa baby, a '54 convertible too, light blue,
I'll wait up for you dear
Santa baby, so hurry down the chimney tonight

Think of all the fun I've missed,
Think of all the fellows that I haven't kissed
Next year I could be just as good
If you check off my christmas list



miércoles, 2 de diciembre de 2009

Margaret O'Brien y la pista de hielo del Rockefeller Center



Ayer estuve en Nueva York. Y como lo bueno que tiene volver a los sitios es que hay lugares imprescindibles que ya has visitado, te puedes dedicar a visitar "los caprichos". Y para mí había uno prioritario: ver la pista de hielo del Rockefeller Center.

Después de un agradable viaje en tren con Kerrie desde una apeadero clónico de los que existen en Disneylandia (obviamente basados en lugares reales, como las pelis) y de llegar a una abarrotada Grand Central Terminal, nos encaminamos, con menos frío del que pensábamos, hacia el Rockefeller Center.

En el camino paramos a compartir un lunch en un lugar repleto en el que sorprende la rapidez de los camareros. El 80% de la gente que acude a este lugar lo hace para "take away", o sea, para llevarse a la ofi la comida, en su mayoría sandwiches o ensaladas. Kerrie me dice que normalmente invierten un máximo de 20 minutos y que la mayoría come en una sala habilitada como cocina en la empresa.

Nosotras nos sentamos en unos taburetes altos mirando hacia la calle. Y la verdad es que es mucho más entretenido que algunas de las últimas películas que he visto. Un ir y venir de los más heterogéneos grupos humanos que uno podría imaginar: yuppies, raperos de color, mujeres extravagantes, judios con rizos en las patillas, cowboys de ciudad, homeles... de todo. Realmente aquí no haría falta ver la tele para entretenerse.

Nos metemos en la masa humana intentando esquivar a los rápidos y llegar sanas y salvas a la quinta avenida. Al llegar allí, obligada parada para mirar al cielo. La silueta de los rascacielos cortándose en el cielo azul es impresionante. Una y mil veces que venga a esta ciudad, una y mil veces me parecerá maravillosa.

Después de respirar hondo y sentir como NY huele a navidad (el escaparate de Saks con maniquies con maravillosos vestidos de gala rojos es simplemente impactante), cruzamos hacia donde la masa humana es mayor: el Rockefeller Center.

Al cruzar la plaza, donde hay preparado un stand de televisón (según Kerrie para retransmitir en directo el encendido del árbol de navidad, que, por cierto, es de Connecticut) intento llegar sana y salva hacia donde está la pista. Y lo consigo.

Y ese momento es especial. Miro la pista y tengo la misma sensación de la primera vez que estuve, que es un lugar más pequeño de lo que aparece en las pelis, pero que tiene tanta magia o más.

En la pista, no más de cuarenta personas patinado. Niños, jovenes y adultos patinando en la misma dirección y no sé si dándose cuenta de que son muy afortunados por estar viviendo ese momento en ese lugar.

Hago una y mil fotos. Intento meter en el fotográma el árbol gigante, el rascacielos y la pista, algo ajustaditos, la verdad. Lo consigo. Y cuando, de repente, y no se de donde, se empieza a escuchar un villancico, tengo que parar. Y, como esa escena de ghost en la que Patrick Swayze sale de su cuerpo y se ve a si mismo desde arriba, me veo situada en esa escena. Y tomo aire y huelo la navidad. Y escucho la música y ella me trae recuerdos: de la cola del cine Imperial en fiestas, de la Plaza Mayor y su música de fondo, del múerdago y el acebo, del oyeniñodequieneres que cantábamos frente al belén, de los regalos bajo el árbol, de la pandereta, del odiado verdugo y la bufanda, de las tres hermanas vestidas iguales para las fiestas.. y de esa escena de "Cita en St Louis" en la que Judy Garland le canta a Margaret O'Brien ese maravilloso villancico... y de lo que este me recuerda a mamá, y a lo que nos quería, y su ausencia...

Y mientras observo como la gente patina, y se cae, y rie, doy gracias al cielo por vivir este instante. Y me giro y sonrío a Kerrie, que probablemente no imagine todo lo que me ha pasado en un minuto. Y con ella, agarradas del brazo, bajamos riendo por la quinta avenida...

domingo, 29 de noviembre de 2009

black friday II

Para los no iniciados, voy a intentar explicar lo que es la experiencia de un black friday en Estados Unidos. Tradicionalmente, este viernes posterior a thanksgiving es el día de las ofertas. Parece ser que todos los centros comerciales, tiendas e incluso sitios virtuales aplican unos descuentos mucho más altos de los que se hacen en otras epocas del año.

Para que os hagais una idea, en Target ofertaban un portatil HP con buenas características técnicas que puede tener un precio de unos 700 dólares, por 199. Y la playstation III cuyo precio es de unos 300 $, estaba rebajada a 199 e incluía tres juegos y un sistema de dvd especial.

Claro que yo, acostumbrada a las ofertas del media mark, estaba entre escéptica e incrédula suponiendo que, igual que cuando llegas al media mark la oferta está caducada, o eran tres unidades o no correspondía a lo anunciado en el folleto. Pero aquí me garantizaban que, aunque se tratara de unidades limitadas, iba a haber muchas.

Así que como Stephanie queria una PSIII y yo comprar la cámara de Silvia, nos pegamos el super madrugón para estar a las cuatro y media en walmart.
Nos levantamos de noche profunda, con lluvia y viento y maldita la gana que tengo de ir, pero me sabe mal perderme ni una sola experiencia aquí, aunque para ello me cale. Así que recogemos a Steph y a las cuatro y media estamos en la tienda.

La visión impacta. El gigantesco parking lot está a rebosar y tenemos que aparcar lejos de la entrada. El viento casi hace girar los paraguas y añadiéndonos a un grupo de oscuro (casi parece la noche de los muertos vivientes) nos ponemos en una de esas colas que los americanos organizan tan bien, una de las que hace eses que inventaron en Disneylandia...

Una de las cosas que me impactan es que las personas que están organizando la cola sonríen y te dan los buenos dias y te desean una excelente jornada de compras. Al igual que los que organizan la cola dentro y te buscan los productos. Ni una mala cara, ni sueño, ni desatención al cliente. Esta es una de las areas de las que deberiamos aprender nosotros. Para todos, y a pesar del madrugón, parece una jornada de fiesta.

En la tienda colas interminables bien organizadas por sectores y gente comentando la jugada (aquí la gente habla mucho en las tiendas, es muy curioso)
Compramos la PS III de Steph (hay unidades!!), un guitar hero, mi cámara y otra que compro porque es muy barata y salimos bajo la lluvia al siguiente destino, el radio shack, donde le compro a una dependienta que parece Bambi un móvil y nos damos cuenta de que en esa tienda el único que va a conservar su empleo en las siguientes semanas es un tal Ken porque el resto son un pelin torpes...

Tras la dura jornada de compras, alrededor de las 7,30 decidimos irnos a desayunar. Y como aquí no hay vips, nos vamos al Laur's


Al entra, de nuevo, me siento como si entrara en una peli, esta es como el restaurante de "Alicia ya no vive aquí", un lugar coqueto, con pocas mesas, una barra con taburetes altos y adornada con algunas calabazas resto de Halloween.

En una mesa, tres respetables abuelitos charlando, como si acabaran de volver de una jornada de pesca, relajados y compartiendo uno de esos instantes especiales.

Nosotras nos sentamos en la mesa de al lado y pedimos cada una una cosa diferente. Yo me decanto por una tortilla de queso y un zumo (el café de aquí es un infierno), Sue toma huevos revueltos y Steph una especie de plato combinado.

Todo está muy rico y nos hace que mejore el estómago tras el madrugón. Aunque a pesar de ello, volvemos a casa y como las camas nos tientan, decidimos rematar la jornada en brazos de Morfeo...

viernes, 27 de noviembre de 2009

Black friday

Son las tres y media de la madrugada y acabo de salir de la ducha. Me voy con Sue y con Stephanie de compras. Es el black friday. Isn't it incredible???

jueves, 26 de noviembre de 2009

Thanksgiving day


Ayer era el gran día. La fiesta esperada durante todo el año, esa en la que las familias y los amigos se unen frente a un pavo para dar las gracias, sobre todas las cosas, por estar juntos.

Y lo primero que hicimos nosotros fue desayunar en familia. Un típico desayuno americano con tostadas francesas (qué paradoja, verdad?), salchichas, huevos revueltos y zumo de naranja.

Y tras este energizante desayuno, comienza la preparación de la cena... cena que sigue el horario habitual, o sea, que es a las cuatro de la tarde...
Eric lidera el proyecto pavo, así que nosotros simplemente seguimos sus órdenes: yo desmenuzo el bizcocho para el stuffing (?), pelo patatas y cebollas mientras él hace el relleno, coloca el pavo en la rustidera y controla el tiempo. A Sue le toca hacer de pinche.





A las tres y pico comienzan a llegar nuestros invitados: Emily y su chico, Jill con su familia, Delia y Franz y los invitados especiales: David y Stephanie que traen una tarjeta de Thanksgiving muy especial... la foto de la primera ecografía del nuevo Collins que vendrá a este mundo. La noticia revoluciona el día y a partir de entonces nos envolvemos en una conversación sobre bebés, embarazos, síntomas... y sobre todo el primer regalo que según David debería tener su hijo: la Playstation 3...

Brad prepara la mesa en la planta calle, o sea, en el apartamento de Cecilia, la abuelita de Eric. Tiene un salón con un mirador maravilloso, y a pesar de que el día amaneció lloviendo, parece que va a mejorar.
Aprovechando el respiro que nos da el tiempo y que el cielo se ha puesto maravilloso y la luz es dorada, salimos a hacer una foto de grupo. Sale razonablemente bien y después de hacer alguna otra foto aprovechando la luz, volvemos a la tarea.



Aquí la comida no se pone en la mesa (salvo alguna guarnición), sino que se situa en una mesa en un lado y cada uno se pone lo que quiere. Yo me pongo algo de pavo, unas zanahorias al horno, un poco de puré de calabaza, otro poco de puré de calabacín, unas cebolletas con crema y el relleno del pavo que no lo meten detro (aquí lo llaman stuffin'). Todo muy rico y mucho más suave de lo que yo imaginaba.




Para los postres subimos a la planta de arriba. Allí tenemos pastel de calabaza, tarta de Cramberries, una especie de Tiramisú (tengo que confirmar el nombre) y alguna otra cosa. Yo ni los miro, el resto los atacan (deben estar más acostumbrados a dejar hueco).

El resto de la tarde la pasamos charlando en el salón, riendo y disfrutando de la compañía. Vamos, como las fiestas en Madrid. Lo que no tengo muy claro es por qué, siendo algo tan de navidad, en esta casa no se juega al Cluedo...


Un día en la High School




El día previo a thanksgiving fue un día interesante. Sue me acerca a West Hartford, a la High School donde trabaja Eric para que conozca una típica escuela americana.
Lo primero que impacta es el tamaño de la High School y el cómo está organizada. Tiene tres plantas en forma de H. En cada planta hay un departamento y nosotros subimos a la tercera, donde está el de idiomas en el que trabaja Eric.
Allí todo el mundo me saluda en castellano y se escucha en las conversaciones del pasillo. Suena raro, pero es simpático.

Eric me presenta a sus compañeros y alguno de ellos me pide que intervenga en su clase. Puede ser divertido. De momento, me voy con Eric a la suya donde sus alumnos están viendo "mar adentro". Una vista general me dice que los adolescentes son de un estilo en cada lugar del planeta. En este incorporan la gorra al revés, los pantalones por las rodillas y las melenas imposibles. Por lo que respecta a actitud, estilo y espabile... absolutamente intercambiables por los madrileños.

Me quedo a la siguiente hora donde tienen que hacer una redacción sobre thanksgiving. Es un grupo de nivel cuatro, que parece ser que no tiene mucho dominio del idioma, así que les cuesta. Les soplo algunas cosillas y veo como las chicas -como en España- se lo curran más y son más aplicadas.

Después de la clase, Eric me lleva a una visita guiada por la High School, y veo departamentos de teatro y psicología, impensables en España y el gimnasio que es como el de las pelis de HSM I a III...
Coincidimos con algunos ex-alumnos. El día previo a thanksgiving son todos bienvenidos y muchos aprovechan para dar señales de vida. Hay -o parece haber- una relación relajada y fluida con los profes. Bien

Colaboro con otro profe en una especie de trivial en castellano y antes de que nos demos cuenta se ha terminado la mañana, así que nos vamos al Mall a comprar una fuente para el pavo. Al salir, cambiamos de planes ya que el paseo por el reservoir resultaría algo incómodo con la lluvia, así que nos vamos directamente a la casa de Guy, una compañera de Eric, profesora de francés que parece que necesita asistencia culinaria.

Ella vive en una casa maravillosa en la montaña, rodeada de un bosque. En el camino paramos a hacer algunas fotos a casas que me llaman la atención y a unos pavos salvajes que encontramos en un jardín. Sí, como los del farville. Sorprendente.



Eric prepara con mucha pericia el relleno del pavo, una pie de cranberries y deja todo listo para el horno. Mientras lo hace, Chester y yo le damos conversación y pelamos manzanas y judías . Cuando llega Guy ya está casi listo todo. En un momento determinado, sale al bosque con entrañas del pavo para dárselo a los zorros, algo que yo nunca haría... que susto más grande... Le acompaño y me dice que tiene un sitio especial donde deja la comida para que ellos la encuentren. Todo esto para una urbanita como yo es francamente diferente.
Compartimos con ella un chile asesino y salimos temprano.

Al terminar, nos vamos a casa de los Chester donde mi amiga Talia está encantada de verme. Pitufito se hace el interesante, aunque a la hora ya somos amigos. Después de cenar, nos vamos a un bar. Parece ser que la noche previa a thanksgiving es la noche de marcha oficial.

Bajo la lluvia llegamos a un bar con buena pinta. Nada más entrar en él me siento como Mark Hamill en la guerra de las galaxias cuando entra al bar donde la gente tiene dos cabezas, tres trompas y aspectos variopintos totales. En este veo varios hermanos travestidos de Cher, un grupo de fans de star treck con el corte de pelo de Mr Spock, negros enormes con camisetas de fútbol americano y cadenas enormes y respetables abuelitos que pareciera que acababan de llegar de pescar.

A pesar de la primera impresión, la música es buena. Y pronto nos bailamos todo. Nos encontramos a una amiga de Eric que a su vez va con dos amigos. Uno de ellos es como un joven Dustin Hoffman y no se pierde pieza.

Después de tomar mil cervezas y copas todos menos yo (el chile me ha asesinado y creo además, que es una buena idea que conduzca), de bailar sin parar y de corear exitos de los 80 y los 90, decidimos irnos. No sin antes observar como el joven Dustin Hoffman cada vez está más suelto. Tanto que casi me dan ganas de decirle lo mismo que a Cleve... don't jump!!!

martes, 24 de noviembre de 2009

Shopping day with Kerrie




Ayer amanecí temprano. Y nada más hacerlo y adivinar la luz tras los estores, los levanto y me vuelvo a meter en la cama a disfrutar de la vista. Es francamente agradable.

Kerrie vino prontito a buscarme. El día estaba feote, con lluvia intensa y temperatura baja, así que aprovechamos para ir de shopping. Antes de hacerlo, pasamos por su casa a recoger un cupón descuento para una tienda de deportes donde vamos a ir a buscar unas nike para mí. Al llegar, y a pesar de la lluvia, no puedo evitar salir del coche a hacer una foto a su casa. Es maravillosa y tiene un bosque que, despojado de hojas por el invierno, pareciera el lugar ideal para rodar una peli de la saga de "sleepy hollow".




Llegamos al Mall a la hora del lunch, y decidimos comer en un restaurante italiano estupendo. Hay dos cosas que sorprenden, al menos a mí (lo de los niveles de amabilidad de los camareros ya no me sorprende, viven de las propinas y dan lo mejor de cada uno)y son por un lado el que, aunque los manteles son de tela, el sobremantel es de papel, lo que no pega nada en este entorno... y por otro lado sorprende que el lugar es primoroso y sin embargo el precio es muy asequible (menos de 30 euros las dos propina incluida)



El restaurante tiene entrada directa al Mall, asi que nos disponemos a hacer la tarde. Nuestro primer destino es una de mis tiendas favoritas, el "bath and body works" donde invertimos ni sé el tiempo probando todo tipo de olores, de geles, de cremas... y salimos con sendas bolsas gigantes... lo ideal es empezar la jornada de compras cargadas... somos super listas...

Después pasamos por la tienda Disney donde por fin encuentro el perro de Up para Jimena y tras esto vamos a la Apple Store. La chica que me atiende me pregunta mi nombre y lo utiliza durante toda la conversación. Creo que esto no se estila en ventas de tiendas en España nunca, pero como cliente suena agradable.
Compro algunos ipod de encargo y ni siquiera tengo que ir a la caja. Una especie de datáfono donde firmo me trae el pago donde estoy. Desde luego, cómodo y eficaz.

Tras el Mall, vamos a varias tiendas de deportes donde, sin éxito, buscamos mis nike. Y, al final del día, y recordando muchisimo a Carmen, acabamos en Marshalls. No sé que me pasa en ese lugar pero me hace hiperventilar... hay tanto para ver y para comprar que llega a agobiar. Pero como gracias a la pastillita mágica de Sue he dormido 10 horas, tengo la fuerza suficiente para perderme entre percheros de ropa y coreando los villancicos de la banda sonora del lugar, para sorprenderme, una vez más, de los precios de aquí.

Salgo con una chaqueta clónica del pelo de Cleve y con la intención de volver el black friday de nuevo.

Cuando abrimos el maletero del coche nos damos cuenta de la inmensidad de la tragedia, así que decidimos que lo mejor es parar de comprar y tomarnos un vino con Sue... siempre nos saldrá mucho más barato...


lunes, 23 de noviembre de 2009

domingo, 22 de noviembre de 2009

De maletas perdidas, parques de bomberos y reuniones familiares


Mi primer día en Durham ha sido bastante entretenido. Llegué mucho antes de lo previsto al aeropuerto de Hartford (los vuelos fueron super puntuales y gracias a Jimena el transoceánico lo hice en fila 1 de envoy lo que equivale a venir durmiendo en tu propia cama). De hecho, llegué media hora antes de la hora a la que había quedado con Eric. Lástima que mi maleta se quedara en Filadelfia, porque si no fuese por este detallito, el día de viaje hubiera sido todo lo perfecto que puede ser un día que inviertes en cruzar un trocito de planeta.
Cuando voy a reclamar la maleta una señora muy amable me pide mi dirección para enviármela. Yo en ese momento y por intuición, no tengo ninguna duda de que me va a llegar. Esta maleta fue estrenada en India y se perdió a la vuelta en Londres, desde donde apareció. Este verano se perdió al volver a Madrid y apareció de nuevo. Y esta vez lo vuelto a hacer. Así que aunque es una maleta con tendencia al despiste, siempre vuelve... y eso está bien. La señora de USAir me pregunta si hay un lugar seguro para dejarla, como un porche o un garaje. Le digo que el garaje estará cerrado si no estamos y que el porche está abierto. Perfecto, dice, la dejaremos en el porche.
Pongo cara de momentoenelquemeheperdidoconelingles y le repito que el porche no es un lugar seguro porque está abierto, en el jardín. Me mira como si estuviera viendo una aparición y me dice que ese es un lugar seguro. Instantaneamente recuerdo que esto no es Madrid, sino Connecticut, donde uno puede dejar una maleta gigante (preciosa y de color berenjena, by the way) en un jardín sin que nadie la robe...
Llegamos a casa de Sue sobre las ocho. Me viene a dar la bienvenida, Clive, el nuevo perro de los Collins, de color arena, pelo largo y con un aspecto de peluche que me encanta. Después de los parabienes, alegrías y cena, me dispongo a habitar mi aposento.


Sue me ha dejado la tercera planta de la casa íntegra para mí. Lo que quiere decir que tengo un dormitorio maravilloso con cinco ventanales, una cama grande vestida con un edredón de flores diminutas, un sofá, tele y un closet estupendo. En mi planta hay igualmente otro dormitorio (por si invito a algunos amigos), un baño y un pequeño living donde tengo un despachito con ordenador. Fantástico todo. Sobre todo por el paisaje que se ve desde las ventanas, con maravillosos prados y casitas de juguete... un disfrute total.

Por la mañana luce un sol espléndido y este lugar se parece más aún al paraiso. Nos vamos a comprar una correa para Clive y de camino pasamos por el parque de bomberos. La última vez le dije a Harry, primo de Sue y bombero voluntario que me encantaría hacerle alguna foto a los camiones, así que para allá vamos.

Llegamos lo suficientemente tarde como para que Harry se haya ido, pero un par de hombres también bomberos voluntarios, amablemente nos dejan pasar y hacer fotos. La primera sorpresa es que el camión de bomberos es verde, la razón se la preguntaré a Harry en cuanto le vea. Hay varios camiones y uno de principios de siglo pasado, una reliquia y una belleza. Nos dice uno de los hombres que allí todos son voluntarios, y que el 70% de los bomberos de USA lo son, solamente los de las grandes ciudades son funcionarios y cobran. Esto sigue pareciéndome raro e imposible en España, donde este tipo de servicios a la comunidad no se conciben sin cobrar.

Nos llegamos a la tienda de mascotas y flipo. Puede haber algo así como cien modelos de correas, quince tipos de champú para perros, cincuenta juguetes de todo tipo, disfraces de papa noel, mil tipos de piensos, vacunas, de todo... Yo le digo a Sue que si me reencarno quiero ser perro en su casa o gato en la de mi amigo Michaval, algo mucho mejor que ser niño en India, desde luego...

Volvemos a casa donde tenemos merienda-cena familiar. Al llegar nos encontramos con la hermana de Sheila, la madre de Sue y habitante de la primera planta de esta casa, una octogenaria con un aspecto hiper juvenil, con vaqueros y corte de pelo a lo garçon que tiene una actividad que ya la quisieran muchos de cincuenta. El tema de la edad aquí es fascinante, desde luego...

Tras un paseito por el jardín con Cleve y Eric, cenamos (a las cuatro de la tarde!!) un menú tipicamente americano: Jamón asado, unos macarrones con queso pamorirse del gusto, ensalada de col y tarta de chocolate que trae Carrie (con ella vienen a cenar su marido y su madre, que con 92 años es una maravillosa artista que pinta, diseña joyas y hace unos quilts fantásticos).

Cuando todos se van nos quedamos Sue, Nancy y yo con un vinito charlando. Nos reimos, hablamos de todo y cuando les hablo de mi jet lag Nancy me pregunta si tomo algo. Me dice que ellas toman una pildora milagrosa que te dan sin receta (creo que una especie de antihistamínico) que me hará dormir toda la noche. Ella sostiene que hay dos cosas en la vida básicas y que curan todos los males: el vino y la dichosa pastillita.

Así que cuando me despierto a las tres de la mañana y veo la famosa pastillita en mi mesilla junto a un vaso de agua pienso que ellas sabrán que para eso son enfermeras. Y no sé si es por la sugestión o por los efectos de la pastilla, pero duermo el resto de la noche como un lirón. Y cuando me levanto, casi ni siento la sinusitis...




Say nighty-night and kiss me
Just hold me tight and tell me you'll miss me..

viernes, 28 de agosto de 2009

Back home


Siempre se dice que una de las mejores cosas de viajar es volver a casa. Cuando después de unos días - en este caso unas semanas - de haber disfrutado nuevas experiencias es el momento de viajar a nuestro lugar de origen y contarlas (para mí una de las mejores maneras de revivirlas, por cierto).

Sin embargo, en muchos casos, la vuelta no está exenta de un cierto sentimiento agridulce. Supongo que todo viene de ese refrán tan español que una y mil veces le escuché a mi madre: "hija, no se puede estar en misa y repicando"

Lo cierto es que, cada vez que conoces a nuevos amigos que viven en lugaras lejanos y estos se hacen un huequito en tu corazón no puedes evitar una cierta sensación de nostalgia por la separación. Nostalgia por la incertidumbre de cuando volverás a compartir momentos con todas esas almas que te han acogido como si fueses uno de ellos.

Sin embargo, en esta ocasión he de decir que tengo un presentimiento. Creo que nos volveremos a ver más veces. Creo que tomaremos de nuevo vino juntos. Que iremos a la playa. Y a fiestas variadas. Y a Lenny and Joe's. Y que volveremos a Marshall's. Y que la próxima vez controlaremos el escaner personal de stop and shop. Y que haremos muchas fotos a los niños. Y que esta vez me bañaré en ese río. Y que volveré a reir con todos esos amigos que ya tienen un huequecito en el alma.

Gracias Carmen por haberme dado la llave de todo. Por tu videncia y por ayudarme en esta experiencia.
Gracias Eric por tu generosidad, por tu confianza, por tu cariño. Por haberme prestado a tu familia, a tus amigos. Dice mucho de tí.
Gracias a Brian y Sheila por haberme hecho vivir una experiencia fantástica en Yale.
Gracias a Bruce, Ann y Ali por su cálida acogida, por llevarme a conocer, por ayudarme a saber más sobre vidas diferentes a la mía.
Gracias Jen, Eric por haberme hecho vivir un ambiente familiar fuera de mi familia. Besad a pitufito y Talia de mi parte.
Gracias Juan y Vicky por darme un momento español fuera de casa. Y risas en castellano.
Gracias Carrie por tu sonrisa, por tu calidez. Nos veremos en España. Fijo.
Gracias Nancy por todo. Por haberme hecho reir. Por haberme hecho sentir de tu familia.
Gracias Sheila por haberme dado calor de abuela. Gracias.
Gracias a Vickie, Larry, Lee y todos los amigos de la pool. Hemos pasado estupendos días juntos.
Gracias Brad por corregirme una y mil veces aunque una y mil veces pronunciara mal. Gracias por tu cariño y tu interés en mi mejora.
Gracias Emily, Harry y familia y todos los amigos de la familia Collins por vuestra cálida acogida. Un placer conoceros
Gracias Franz por tu sonrisa y tu agrado constante.
Gracias Delia por todo. Por ayudarme en los primeros momentos, por integrarme en tu grupo de amigos, por acompañarme a sitios en los que habías estado mil veces. Y por todas las risas que hemos compartido.

Y sobre todo... gracias Sue... mi american mummy. Ha sido tan especial conocerte que ya tendrás un lugar propio en mi corazón. Me has hecho pasar uno de los mejores veranos de mi vida. Me has dado cariño, te has preocupado por mí y has hecho que aprendiera a desternillarme de la risa en inglés. Gracias, de verdad. Eres la pera. De verdad.

Y, por supuesto, querría dar las gracias a todos los lectores de este blog. Muchos de vosotros me habeís escrito dándome ánimos para que siguiera haciéndolo. Y con ello habeís conseguido que plasme mis recuerdos en fotos, música y posts. Y que siempre los tenga a mano. Y que queden más lejos del olvido.

Y gracias a mi familia y amigos por recordarme que me quieren y que esperaban mi vuelta. Siempre es más fácil volver cuando alguien te espera.

Os quiero a todos. De verdad.


jueves, 20 de agosto de 2009

Megan wants a millionaire



Durante estas semanas no he tenido tiempo de ver la tele. Claro, con tanta vida social es normal. Y además cada vez que la encendía y me tragaba diez minutos de programa o de serie o de noticiero y media hora de anuncios me ponía a mil... y yo que me quejaba de la publi en España...

El caso es que, de lo poco que he visto me han llamado la atención tres programas.

El primero de ellos es un programa que podría estar hecho por la comunidad de vecinos del condominium de New Britain, porque es como si se hubieran puesto de acuerdo para que cada uno de ellos se preparase un tema y lo desarrollaran para el resto. La semana pasada una respetable abuelita (pero abuelita abuelita) nos dio una clase magistral de consejos para hablar en público (sencilla y sintética) como si nos estuviera dando la receta de la rasperry cake. Alucinante.
Más tarde un hombre nos daba consejos sobre franquicias, y otro sobre cómo hacer un plan de negocio. Así que en realidad no sé si estaba sintonizando una emisora o una práctica de alguna escuela de negocios. En cualquier caso, curiosa

La segunda es un reality show llamado "the little couple" y es la historia de una familia compuesta por dos personas muy muy bajitas. Tan bajitas que a mi me impactó ver un episodio en que se veía como ella era practicamente de la misma altura que el trolley que llevaba de viaje.
En esta pareja, ella es pediatra y él es un hombre de negocios. Y gracias a esta serie uno se da cuenta de que la vida para una persona bajita es muchisimo más complicada que para alguien que lleve silla de ruedas. Increible pero cierto. Mucho más interesente de lo que a priori pudiera parecer.

La tercera es la que me tiene más epatada. Se llama Megan wants a millionaire (by the way... y quien no?). Y en esta una mujer que debería buscar un cerebro primero tiene que elegir entre 15 millonarios solteros (lo alucinante es que haya 15 millonarios solteros por el mundo que quieran ir a un reality show) y les pone juegos como: Qué haràs para celebrar el día de los enamorados? o les hace pasar por pruebas o cuestionarios variados. Vamos, un programa de nivel y alcance. Eso sí, la rubia rubisima tiene la inestimable ayuda de unas amigas que son del estilo.
No sé qué tipo de pervesión puede tener un tio guapo, joven y millonario para ir a un reality a buscar una rubia con el mismo cerebro que el espantapájaros del Mago de Oz. Pero obviamente algo tienen. De hecho esta mañana hemos amanecido con una noticia: uno de los millonarios ha matado a su esposa. O eso parece. Que zuzto más grande...

martes, 18 de agosto de 2009

A heart in New York



Mi amiga Isabel dice que venir a Estados Unidos es una buena idea porque es un viaje amortizado. Según vuelves puedes revivir con miles de películas, de documentales, de reportajes fotográficos o simplemente con el telediario, experiencias, momentos y lugares.

Cuando ayer a temprano tomé el tren en New Haven con destino New York y me senté en un asiento al lado de la ventana, no pude dejar de mirar el pasillo esperando que un De Niro se sentara a mi lado. El vagón, no muy grande, con asientos de cuero en blaugrana, era igualito a aquel en que una atribulada Meryl Streep coincidía con mi actor favorito de camino al trabajo.

Pero no. De Niro no subió. Lo debo tener por las tierras australes por lo menos.
El viaje duró mucho más de lo que yo esperaba (1hr 45'). Claro que hizo parada hasta en Pitis, así que era lo normal.

Como una autómata, sigo a la avalancha humana que baja del tren. Algo despistada, aterrizo en la planta baja de la Grand Central Terminal, en la zona de los restaurantes. Subo una planta y en seguida llego a ese hall central, con ese reloj, inmortalizado en mil y una películas.
A pesar de que corro un elevado riesgo de morir aplastada por la multitud, no puedo abstenerme de parar en una de las escaleras y simplemente disfrutar de este momento: estoy en Nueva York!!. Mi ciudad adorada, el centro del mundo, la city, lo más...

Y me siento tan emocionada como la primera vez que llegando al puente que desemboca en Manhattan vímos por primera vez, brillando en la noche como si fueran de oro la skyline de edificios que tanto impacta al visitante.

Hago algunas fotos de la gente entrando y saliendo y decido mi itinerario. He dejado el coche en un parking algo alejado de la estación de tren de New Haven, por lo que no quiero llegar de noche y hacer ese camino sola, así que tengo que organizar bien mi tiempo.

Aunque mi primera idea fue ir al Metropolitan, la descarté. Está 40 calles más arriba y si me meto en él no me dará tiempo ni de dar un paseo. Así que ya lo volveré a ver en otro momento.

Mi primer destino decido que sea Central Park. Y subo la quinta avenida entre una marea humana brutal, disfrutando de cada persona, de cada situación, de la vida en la city...

Tardo más de hora y media en recorrer treinta calles. No quiero perderme nada. Y todo lleva tiempo.
Cuando llego a Central Park busco un carrito de perritos calientes. Los mejores del mundo. O eso, al menos, era antes, porque ahora la salsa de cebolla ha desaparecido, y en su lugar me ponen un perrito que me puedo hacer en casa con un bimbo y una salchicha Oscar Mayer... vaya decepción.

Menos mal que se me pasa cuando entro en el parque y veo, diseminados por el green como las setas en pitufolandia, diferentes grupos humanos: tomando el sol, jugando, charlando, compartiendo el lunch... Decido sentarme junto a un àrbol a ver pasar la vida. Y el hot dog empieza a saberme mejor.
Os garantizo que me hubiera quedado el resto del día allí, pero como tenía la espinita clavada de la foto del flatiron building, decido moverme.

Bajo por la sexta hasta times square. El centro del mundo. Y está todo menos frío frío...La temperatura es para caer redondo por un desmayo y esto, añadido a la gran cantidad de gente, hace que por un momento piense que es mejor recuperarse en un sitio con aire.

Entro en el macy's de la septima y recupero el aliento. De ahí al flatiron building que aparece en el cruce de la quinta con broadway majestuoso, estiloso, imponente.
Frente a él, unas mesas y unas sillas se pueden utilizar free para descansar. Y eso hago. Me compro en un carrito un batido de naranja, piña y frambuesa y sentada frente a èl, lo disfruto.

Cuando me doy cuenta, ha pasado bastante tiempo y yo estoy agotada. Así que me planteo subir a la 42 en metro. En metro? y perderme todo esto?... ni de coña.
Así que sin poder con mi alma (el calor es insoportable) subo hacia la 42. Paro en el Empire State Building y le hago mil fotos, lo mismo que a muchos de los edificios de la zona.

Cuando llego a la estación, tengo la sensación de que hay más gente. Cuando llego al tren efectivamente va más lleno que esta mañana. Las caras ahora transmiten cansancio, calor, agotamiento.

Yo me siento al lado de la ventana y recopilo lo que ví hoy. Al menos hasta que un hombre moreno cruza la puerta del vagón y por un momento, de nuevo,recuerdo a De Niro...


lunes, 17 de agosto de 2009

De los americanos, la edad y el cuchi coupon



Ayer domingo teniamos fiesta en casa de Nancy. Su suegra llegaba desde Florida para pasar unos días, así que en su honor se montó una de estas cenas que empiezan a las tres de la tardey a la que estabamos invitados unas 40 personas.

Antes de ir a casa de Nancy pasamos a ver la casa de Carrie. Una maravilla por la que se podría matar, una maravillosa casa en madera gris con dos alas separadas por un maravilloso living y dos edificios anexos en un bosque con 56 acres de terreno: Antes de irnos nos da una cosa para que se la demos a Nancy. Unas orejas de conejo, un collar para el cuello y alguna cosa más. Le pregunto qué es y me dice que Nancy le había prestado el disfraz con el que sorprendió a su marido en Halloween. El disfraz era de conejito del Playboy.

Obviamente que alguien se ponga el disfraz de conejita de Play boy para sorprender a su marido aun siendo original no es algo extraordinario. Lo que sí que me lo pareció (no solo extraordinario, sino maravilloso) es que alguien con más de sesenta años y más de treinta de matrimonio lo hiciera.

Y además de ser maravilloso nos dice que aquí no existen los complejos que existen en España con la edad. Aquí puedes ver a una respetable abuelita de las que en España estaría rezando a la espera de pasar a mejor vida con unos shorts y un t-shirt jugando al golf, viajando, conduciendo, paseando con sus amigas o subida en una noria. Sin complejos.

Y al final mi reflexión fue que yo quiero ser de esas abuelitas, la verdad.

Una abuelita como la suegra de Nancy, haciendo fotos con su cámara digital a todo lo que se le ponía por delante, en esa fiesta tan estupenda que le habían montado.

Precisamente en esa fiesta (muy diferente a las fiestas de casa también, aqui se pone la comida y se van sirviendo y sentando en todos los sitios de la casa, no hay que esperar a todos para empezar) aprendí una nueva palabra dentro de mi vocabulario inglés: cuchi coupon.

Y lo aprendí porque de repente, alguien se lo dijo a su pareja que parece ser que se había ido a hacer la compra solo y dejando que su santa durmiera. Como premio ella le dijo que le daba un cuchi coupon.
Parece ser que cuando tu pareja es majete y va a la compra, o limpia la casa (sin protestar) se le puede dar un cuchi coupon (o dos o tres dependiendo de lo que hayan hecho)

Supongo que no hace falta que traduzca el significado, solo decir que son acumulativos e ilimitados... y que tienen su gracia, la verdad.
Y aunque no sé si recordaré todo el vocabulario que estoy aprendiendo, me da que esta palabra tan simpática sí que la voy a recordar...

domingo, 16 de agosto de 2009

La casa de la pradera y la de Gerry




Estos últimos días de mi viaje están siendo muy intensos. Todas las cosas que tengo pendientes de ver o de hacer están siendo cuidadosamente agendadas como si fuesen reuniones importantisimas (muchas de ellas no sé si lo serán pero son estupendas...).
Es por lo que el Sábado tenía previsto ir a Old Sturbridge Village, un lugar en Massachussets que promete revivir la experiencia de la vida en 1830.
A primera hora de la mañana me llama Delia y para variar, cojo el teléfono (es lo que tiene no estar acostumbrado a un sonido de timbre...) y escucho como me dice que se viene encantada a este sitio... fantástico!! siempre es más divertido ir con alguien.

Tardamos unos 40 minutos en llegar al lugar y nos encontramos con un día muy caluroso. Hay que fastidiarse, con el veranito que ha hecho... Me arrepiento al minuto 1 de no haber cogido ni el coletero ni el abanico... pero como agradezco el sol vamos para adelante.

El poblado está construido con casas originales de la época traidas desde muchos lugares de Estados Unidos, y con ellas han formado un pequeño pueblo en el que se puede ver cómo se vivía en la época. Para ambientarlo, una serie de actores, vestidos como si participaran en "la casa de la pradera" van contándote anécdotas sobre cómo se cardaba la lana, se cogía el grano y se molía, cómo eran las transacciones comerciales o la escuela y las reuniones de vecinos. Muy curioso de ver. Solo me falta Laura Ingaills...

Lo mejor del lugar es, además, el enclave en el que está situado, al lado de un río y con unas vistas maravillosas. Si no fuese porque las camas (que se pueden probar) son menos cómodas que las que yo llamaba Gandhinianas en India dan ganas de quedarse una temporadita por allí.

A la vuelta comemos en un Mall. Tengo intención de comprar algunas cosas hasta que veo el tamaño del centro comercial. Me da pereza solo mirarlo...

Ya de vuelta en New Britain, me ducho y me visto para ir a la fiesta de Gerry. Y recuerdo esa pregunta del millón que el otro día me hizo mi hermana: "Maribel, por qué no te has llevado un vestido a Estados Unidos?"... pensando en ello busco lo más elegante para ponerme y me digo de nuevo que aquí los europeos estamos muy bien vistos y que lo que lleve les parecerá estupendo.



La fiesta empieza a las seis y cada uno llevamos algo de comer. Yo hago tortilla de patata y me encuentro en la fiesta con una acumulación de comida y bebida brutal. Todo estupendamente presentado en una mesa donde hay hasta cartulinas escritas con rotulador plata indicando el menú.

Pero lo mejor de la fiesta no es, obviamente, la comida. Hay mucha gente.Yo creo que unos 50. Me presentan a algunos y al resto me voy presentando yo. Y alucino. A todos les parezco la repera de guapa estupenda y sexy... sexy!!! creo que nunca en mi vida me habían dicho que era sexy... ayer me lo dijeron mil veces. Y recapitulando creo que efectivamente, los europeos estamos vistos como con un glamour especial. Y les rechiflamos. Y a mi esto me encanta, la verdad.

Me tiro un buen rato hablando con un tipo sobre la crisis, las casas y mil cosas más. Hasta que viene uno a saludarle y darle la enhorabuena. En ese momento me entero que es el hombre del tiempo del canal 3, que está encantado de que por fin le haya reconocido alguien, y que nos cuenta mil cosas que no me interesan nada sobre más presentadores del canal. Yo le pregunto por qué aquí cambian el pronóstico cada 10 minutos. Le digo que en Madrid sirve el de la mañana para todo el día. Y no sé si es por el glamour europeo, por mi acento o porque este chiste es divertidisimo, pero veo a la gente super divertida. Increible.

Terminamos a las 12.. como habíamos empezado a las seis, lo normal... Le pregunto a Delia si puede conducir ella y me dice que sí, lo que me consuela muchisimo, porque Gerry vive en Avon, y después de la experiencia del día de lluvia bajando por la montaña con el coche en una carretera sin líneas pintadas en el suelo, casi que me viene bien no conducir.

Así que nos subimos en el coche y ponemos la radio. Y Delia y yo bajamos cantando a grito limpio:

Ba de ya - say that you remember
Ba de ya - dancing in September
Ba de ya - never was a cloudy day



viernes, 14 de agosto de 2009

Nail Tique


Una de las cosas que me llamaron la atención cuando aterricè por primera vez en Estados Unidos fue que las funcionarias de aduanas llevaban unas uñas larguísimas y muy cuidadas. Y cuando hablo de larguísimas hablo de incomparablemente más largas que las que suelen llevar las mujeres en Europa, ni siquiera las que trabajan en pelis porno (esto me lo ha contado una amiga). Es por eso por lo que se pueden ver multitud de locales dedicados a hacer la manicura y pedicura.

Y como aquí todo el mundo lleva las uñas impecables y hay tantisima oferta, es dificil sustraerse a la tentación de pararse a ver si en esto, también son diferentes a los españoles.

Me acerco a Nail Tique, un local en el Westfarm Mall. Y lo primero que veo cuando asomo la cabeza es una doble fila de mesas con asientos. En estos y frente a las clientes, una serie de mujeres vietnamitas que pareciera que trabajaran en una cadena de produccion. No puedo evitar en este momento recordar ese lugar (no sé si mi hermana Bea lo recuerda)en el que me depilaba las piernas cuando iba a la facultad... creo que estaba en Moncloa o en San Bernardo. Un local en el que nos poníamos en fila y una mujer nos iba dando la cera una tras de otra. Luego volvía y nos quitaba la tira. No era muy higiénico pero era barato. Y nosotras eramos jóvenes. Incluso nos divertía. Que tiempos aquellos...
Bueno, que me enrollo... decido ser valiente y entrar. Me preguntan y digo con el mejor acento que puedo que quiero pedicura y manicura. La mujer me conduce a una línea de sofás enormes con un mini spa en los pies, me pone agua y da a un botón de un mando a distancia del brazo del sofá. ¿pero qué es esto? le pregunto cuando empiezo a moverme como si tuviese ataques epilepticos.... Un masaje, me contesta. En ese momento me doy cuenta que el super sofá, además de darte jacuzzi podal me va a dejar los nudos de la espalda más suaves que la seda.

Me descalzo, meto los pies en el agua, me pongo cómoda con el sofá y me preparo para disfrutar. Si, aunque parezca increible, disfruté. La pedicura que en Madrid me resulta un infierno y con la que paso unas cosquillas desagradables de morir, aquí es una experiencia deliciosa. Una mujer vietnamita, con bata blanca, guantes y mascarilla, trata a mis pies como si fuesen los únicos del mundo. Fantástico.

Me hace la pedicura francesa y pasamos a una de las mesitas a la manicura. Me pregunta que tipo de manicura quiero (esta es otra historia, que aquí cuando dices que quieres algo, empiezan a hacerte mil preguntas para definir). Le digo que la normal y le pregunto qué son esas cartulinas que dicen nail design. Me las enseña y ya entro casi en trance. 250 modelos de diseños de uñas de todo tipo: flores, rombos, líneas, en blanco y negro, en colores fluorescentes, op art, con el smiley, con papa noel, el árbol de navidad, números, letras, signos de todo tipo... un surtido alucinante. Y todas de un tamaño que harían palidecer a Barbra Streisand.

La mujer me pregunta si quiero uno de los diseños y yo respondo horrorizada que no. En realidad es un impulso, porque hubiera molado ver la cara de mis hermanas si aparezco en Madrid con las uñas pintadas con calabazas de Halloween...

Me deja unas uñas que en mi vida me las han dejado así. Me cobra 45$ (unos 30€), me desea feliz noche y me acompaña a la puerta.
Y yo me voy tan contenta a comprarme unas flip flop. Obviamente tengo que enseñar los dedos de los pies, no???

jueves, 13 de agosto de 2009

Mystic Pizza



Una de las características de los viajes en solitario es que, con frecuencia, te acuerdas de alguien en un sitio especial. Yo me he acordado de todos los lectores conocidos de este blog en algún momento. Y de algunos, más de uno.

Pues bien, el pasado lunes estuve, al menos en pensamiento, todo el día con Joan y Pilar en Mystic.

Cuando antes de venirme a Estados Unidos coincidí con Charo y con Diego, Charo me dijo que tenía que visitar Mystic, un pequeño pueblo de la costa del que unicamente sabía que fue el escenario de una de las primeras películas de Julia Roberts.

Y con esta información y la recomendación de Carmen y Delia, aprovechando que el lunes el weather forecast parecía favorable (y teniendo en cuenta que aquí el tiempo es regular y me jugaba la visita), tempranito me llegué a este encantador lugar.

La primera visita recomendada: el aquarium. Probablemente hubiera podido disfrutar más si no me hubiera sentido como si estuviera disfrutando del primer día de rebajas en Harrods. Ver como una ballena hace un tirabuzón en quinta fila no mola mucho, la verdad.

Así que aprovecho que parece que sale el sol para irme en dirección al Seaport. Aparco y entro en un puerto con casitas de madera formando una especie de villa donde se reproduce la forma de vida de los primeros colonizadores. Me entero de cómo construían los barcos, de cómo utilizaban la imprenta, de cómo pescaban las ballenas, de cómo eran sus almacenes. Y pienso en Pilar y en lo que le gustan estas cosas. Y echo de menos que esté conmigo.

Más tarde me acuerdo de Joan. Cuando cojo un barquito que me da un paseo en el que me cuentan la historia de Mystic mientras yo hago fotos de todo lo que me rodea. Hasta que en un momento determinado el sol me da de cara. Y pienso que desperdiciarlo es un pecado. Y simplemente lo disfruto. Agua y sol. Perfecto.

Termino la tarde paseando. En un momento determinado veo una representación de una pequeña comedia y la veo. Sin prisa. Una escena de enredo en la que sacan voluntarios a niños del público y ellos disfrutan muchísimo. Y sus padres, más.

A la vuelta paro en un pequeño pueblo que Delia me recomienda: Stonington. Y no defrauda. Uno de esos sitios por los que pasas y sabes que volverás.
Mi GPS me hace dar mil vueltas por el pueblo así que llega un momento en que casi podría dibujar el plano, por lo que decido decirme que antes de existir Manolo en mi vida yo viajaba y llegaba a los sitios, así que decido seguir mi intuición y por una vez no me falla. En seguida aparezco, sin pérdida, en la 95N...


martes, 11 de agosto de 2009

La vida ante sus ojos


Sería una obviedad decir que el entorno físico en el que te encuentras influye en tu vida y en tu trabajo.
Estoy segura que la vida es mucho más fácil para un guardia urbano en Avila que en Calcuta. A pesar de que en Avila cada vez hay más tráfico,probablemente decidiría multiplicarse por cero si de repente se viera en las atiborradas y anárquicas calles de la ciudad india.

Es por esto que cuando ví el domingo el estudio de Norman Rockwell en Stockbridge, Massachusetts lo primero que pensé es que en ese entorno tan idílico la creatividad tenía que surgir sí o sí.

No creo que en mi época escolar tuviese referencia de este magnífico ilustrador, sí que recuerdo haber ojeado algún libro en VIPS porque a Miguel Angel le encantaba.
Desde entonces, profundicé algo más en su obra y cuando Carmen me dijo que su estudio-museo era un sitio de los que había que ver en este viaje no lo dudé.

Lamentablemente y como suele ser relativamente frecuente, llovía. Así que la subida a la montaña hasta el lugar donde está su estudio no fue tan placentera como hubiese sido en un día soleado... pero lo fue lo suficiente como para imaginar que ese camino debe estar habitado por elfos y hadas...

Como siempre, el lugar tiene un parking cerrado y cómodo. Llego y veo tres edificios. El más moderno es el museo y los otros dos corresponden a su estudio y a una casa de muñecas donde está la administración.

El museo está lleno. Lleno total. Pido una audioguia y me dispongo a visitar la primera de las salas. En el momento en el que presiono el play comienza la magia. El narrador de la historia de cada cuadro, salpicada con anécdotas familiares e influencias sociales es el hijo del artista quien cuadro a cuadro nos desgrana una historia vital trenzada con una época decisiva de los Estados Unidos.

Creo que es la mejor audioguia que he tenido la oportunidad de escuchar. Y lo es porque, además de la historia de cada cuadro, nos ofrece la opción de ampliar información. Esta, y el completo enamoramiento en el que caigo, son los culpables de que ese día invirtiera 3 horas en la visita a un museo con ocho salas.

Tres horas que, os garantizo, se me pasaron en un plisplas, viendo delicatessen como esta imagen:



En la que una niña de color tiene que ser escoltada por la policía para llegar al colegio, imagen inspirada en la historia de Ruby Nell Bridges que fue la primera niña de color en asistir a una escuela que antes era solo para blancos.

Temática social, anécdotas, política, cine, sociedad... todo fue inmortalizado por Rockwell en sus portadas del Saturday Evening Post. Y yo, que soy una mujer de suerte, las he podido disfrutar "live".

La siguiente visita, cruzando una pradera inmensa, es el estudio del ilustrador. Un estudio con un banco en la puerta trasera donde me senté y ví ese maravilloso valle brumoso desde el mismo lugar donde él lo vería mil veces. Y pensé en lo afortunado que fue al poder disfrutar de ese lugar, de ese paisaje, de esas ventanas inmensas desde donde podía ver pasar la vida ante sus ojos, un lugar que rezuma paz, relajo, tranquilidad...

Tras abrir bien los ojos para guardar este lugar en mi memoria, sigo a mi gps por un camino equivocado que desemboca en un pequeño puente roto. El bosque es tan espeso, tan mágico, tan especial que no puedo por menos que parar, abrir la puerta y, aprovechando que en ese instante paró de llover, sentarme un ratito a esperar. Fijo que, aunque no las viera, había hadas... llegué a sentir el aleteo de sus alas. De verdad...

domingo, 9 de agosto de 2009

Greenwich Country Club



Dentro de mi saturado calendario social, el sábado tocaba ir a Greenwich, a comer con Bruce, el hermano de Brian, y su mujer, Ann.
He de decir que los mails anteriores a la cita ya me hicieron sentir algo alterada: Los Murdocks me invitaban a comer al Greenwich Country Club porque estan de reforma en su casa, y en un párrafo del mail dicen: "si quieres podemos bañarnos o jugar al tenis"...

¿Jugar al tenis?... la sola lectura de este párrafo me puso los pelos de punta, más después de descubrir, gracias a Google, el aspecto del citado club. No tengo zapatillas, ni modelo adecuado (¿me tendré que comprar uno? ¿tendrán boutique Fred Perry en el Mall?)... después de lo que pasé a recordar que hace 15 años desde la última vez que jugué al tenis (antes de mi rotura de tendón y de mi operación de espalda) y que probablemente no de pie con bola (nunca mejor dicho). Busco en el diccionario la palabra mágica: sprain (esguince). Creo que con esto irá mejor. Me quito un peso de encima y me dispongo a ir a casa de Delia a cenar. Organiza una cena con unos amigos.

Antes de salir reviso el correo. Bruce me recuerda que no lleve vaqueros porque no se aceptan en el club. Uf... otro contratiempo más. Bueno, en realidad yo llevo vaqueros de forma muy esporádica, así que no hay problema.

Para ir a la cena de Delia me pongo unos pitillo azul marino y una blusa de Jill color lavanda preciosa que estreno en este momento.

Aprovecho para comentarle que voy mañana al Country Club de Greenwich y le pregunto si voy bien (segura de lo divinisima que estoy). Me mira y me dice: ¿qué tal si te compras un vestido?...
En ese momento, definitivamente, se me hiela la sangre.

Tengo que autocoachearme para convencerme de que voy a ir estupenda vaya como vaya porque soy estupenda, culta, limpia y europea... y llevo una melena que ya la quisieran muchas por aquí. Así que supero el tema indumentaria.

Y reforzando mi autoestima llego on time al Club. Justo en el momento en el que aparco están saliendo Bruce, Anne y Ali (su hija) por la puerta, así que nos reconocemos de inmediato. Mejor.

Un paseo breve y directamente a comer. Bruce me recuerda los horarios de comida españoles. Yo, no los quiero ni recordar. Vaya descontrol cuando vuelva...

Hablamos de mil cosas, de la familia, de Estados Unidos, de España, de viajes... una estupenda conversación antes de hacer una visita turística con helado incluida a Greenwich y al Old Greenwich, una suerte de pueblecito encantador, limpio, con casas de madera preciosas y que ha sido catalogado como uno de los 100 mejores lugares para vivir de todo Estados Unidos.

Damos igualmente un paseo por la playa, a la que hay que acceder con un pase y desde la que se ve, pequeñito pequeñito, Manhattan.

Terminamos la tarde jugando al golf (yo por supuesto hago el documento gráfico) y me despido de esta familia tan encantadora hasta la próxima.

Y con el regusto de haber pasado un buen día me dirijo, de nuevo, hacia el norte...




sábado, 8 de agosto de 2009

Yale



Ayer temprano y con un día soleado por delante cogí el coche en dirección a New Haven (quien me iba a decir a mí que por estas casualidades de la vida iba a estar en la ciudad que da nombre a mi empresa proveedora..). Carmen ya me había dicho que no era una ciudad especialmente interesante, y eso mismo me pareció a mí mientras atravesaba un enorme puente con atasco incluido. O quizá sea que en este viaje no tengo yo el cuerpo para ciudades y que me va el entorno rural. No sé. De cualquier forma, me dirigí al lugar en el que había quedado con Brian y Sheila, los padres de mi amigo Brian (sí, el marido de mi mejor amiga...)

La cita es para tomar el lunch en uno de esos sitios que son peligrosísimos para mí: El Atticus, uno de esos cafés con bookstore incorporado en el que yo soy capaz de pasar la tarde más feliz que un regaliz y salir con la visa tiritando del frío...

El padre de Brian es ex alumno de Yale y la verdad es que a mí me parecía una visita interesante de hacer, algo diferente. Y él amablemente se ofreció a llevarme por un camino de colleages por el que, sin duda, me hubiera perdido.

Cuando salimos del café (no miro nada por si acaso me tienta) me pregunta si quiero ir a algún sitio en especial. Como la verdad es que no tengo ni idea de cómo está estructurada la zona, me dejo guiar por la experiencia. Y esto funciona.

Brian dice que lo mejor es ir a la biblioteca, que es el edificio más llamativo. Y hacia allá vamos.

Según atravesamos Chapel Street aparecen los primeros edificios. Y por un momento recuerdo a los de Oxford y Cambridge. Realmente Nueva Inglaterra tiene el sello que dejaron los ingleses en muchos de los lugares donde se asentaron, y este no debia ser menos.

El camino es extraordinariamente agradable, es como si nos hubieramos escapado a Europa, y Brian aprovecha para contarme algunas curiosidades de la Universidad y de sus edificios. También me comenta que ha tenido ex alumnos ilustres que han llegado a ser presidentes como Clinton o Bush.
La universidad tiene un sistema de admisiones muy estricto y solamente admiten a un 10% de los inscritos, con lo que haber sido alumno es todo un honor, desde luego.

Después de un breve paseo en el que vemos los colleges por fuera, llegamos a la biblioteca. El edificio parece una iglesia, y aún más cuando uno entra en el enorme hall de entrada y se ve al fondo una vidriera gigante.

A la izquierda, según se entra, dos salas enormes llenas de cajones pequeños. Sheila me dice que era donde estaba toda la información sobre la biblioteca. No sé cuantos cajones habría... pero varios centenares seguro. No en vano Yale cuenta con el segundo sistema bibliotecario más grande de cualquier universidad.

Frente a estas dos salas, al otro lado del pasillo, unas salas gemelas a estas, pero diferentes. En estas otras hay ordenadores en fila, dispuestos a dar información al segundo, sin tener que rebuscar en los cajones... desde luego, internet acabará siendo considerado el invento del siglo...Vaya contraste...

En las alas siguientes, salas de lectura enormes, con sofás de cuero blando, de esos en los que uno se quedaría a pasar la tarde leyendo. De hecho no solo deben dar aspecto de cómodos sino que lo serán. Había algunos chicos tumbados en los sofás, sin zapatos, como si estuvieran en casa. No sé por qué pero no me imagino esto en la Complutense...

Salimos y tengo oportunidad de ver el patio, donde bajo un àrbol hay una chica leyendo. Y me pregunto si será consciente de la suerte que tiene.

El camino de vuelta al coche lo hacemos atravesando colleges. Pegados unos a otros y con distribución similar. Y en todos ellos un jardín interior que hace que, de repente, uno sienta como si hubiera vuelto a Europa...


jueves, 6 de agosto de 2009

Magnolias de acero


Magnolias de acero,es la historia de seis mujeres muy diferentes y especiales, que viven en un pequeño pueblo de Louisiana. La historia está ambientada en un ambiente rural. Y tiene como lugar de encuentro una pequeña peluquería en la que se comparten tristezas, alegrías, amores, desilusiones... todas las emociones que van construyendo día a día nuestra vida.

Pues bien, no en Lousiana pero sí en Connecticut, yo hoy he estado en la peluquería de Magnolias de Acero... y he de admitir que lo he hecho por imperiosa necesidad: llevar el pelo como la abuelita Paz de blanco no me ponía nada y, aunque la idea de ir a otra peluquería diferente a mi estupenda Luis y Tachi no me dislocara, la opción alternativa era inviable.

La primera diferencia con mi peluquería habitual es que esta situada al lado de un bosque. Y por muy bonito que sea el retiro, no es lo mismo, la verdad.
La segunda es que veo una hilera de secadores de pie de esos que hacía siglos que no veía. Fantásticos.
La peluquería es pequeña y coqueta. Tiene dos partes separadas: una para hombres y otra para mujeres.

En total hay tres personas trabajando para las dos peluquerías, lo que así a primera vista parece bastante estresante. Le pregunto a Sue si suele venir mucha gente y me responde que allí solo van a cortarse el pelo.¿Y a peinarse? -digo yo- No, dice ella, ya te peinas en casa tú (lógica aplastante, claro), aquí solo vienen todas las semanas las mujeres mayores.

La verdades que esto me sorprende. Yo, cuando tengo trabajo, voy cada semana a la peluquería. A peinarme. Solo. Y desde luego mis hermanas y muchas de mis amigas también. Así que pienso que no es un muy buen negocio ser peluquera en Connecticut.

Chris, la peluquera, conoce a Sue desde hace muchos años, así que tengo confianza con ella para mirarle con cara de perrito abandonado a efectos de que no me deje el pelo color rasperry. Con gesto profesional saca su muestrario de tonos y elige el mío. Lo hace tan convencida que me tranquiliza, la verdad.

Cuando comienza a secarme veo que sí, que podía confiar en ella. Menos mal.

Lo que no sé es si debo decir algo que no corresponde o no haberlo dicho, pero ella se limita a secarme el pelo. No brushing. No salir de la pelu para ir de cena. No mirarte en los escaparates disfrutando de una melena vaporosa. Solo secar.

El resultado no me preocupa hasta que, después de comer, Sue me lleva a un precioso salto de agua cercano (donde estuve a punto de ser devorada por los mosquitos, por cierto) y donde había una humedad considerable.
No me preocupa hasta que, cuando llegamos a casa de Sue, beso a Brad y me dice eso de: "te veo muy distinta..." (una frase que nunca ha presagiado nada bueno...)
No me preocupa hasta que me miro en el espejo retrovisor y veo la cruel realidad: soy una mezcla entre Mafalda y el mudo de los hermanos Marx...