sábado, 28 de agosto de 2010

La casa de los Alcott


No recuerdo bien cuantos años tendría la primera vez que leí "mujercitas". Pero estoy segura que era muy pequeña. Tan poco como para comprender la historia de esa familia de mujeres fuertes, abnegadas, especiales y tanto como para que esa novela calase en mi corazón con la magia infantil.

Más tarde ví la película por la tele. Una y mil veces puesto que era una de las favoritas de mi madre. Aún ahora, el escuchar esas voces dobladas que parece que cantasen me provoca unos niveles de ternura infinitos y de alguna manera me trae a esos momentos felices de tu infancia.

Mi personaje favorito siempre fue Jo. Ella encarnaba todos los valores que para mí eran importantes: una chica inteligente, independiente, creativa, especial... todo aquello que yo quería ser con seis años. Sin embargo, me parecía que era la que más sufría (junto con el personaje de la madre, abnegada donde las hubiera...) y a la que además, el chico guapo cambia por una de sus hermanas: menos inteligente, menos especial pero con un perfil de esposa perfecta para la época. Curiosamente, cada vez que leía la novela o que veía la película pensaba que el final iba a cambiar, que Laurie y Jo se casarían y serían felices (en aquella época lo asociaba). Pero nunca pasaba.

De cualquier manera creo que esta novela, junto a "la cabaña del Tio Tom", "Las aventuras de Tom Sawyer" y "La vuelta al mundo en ochenta días" fueron mis lecturas favoritas de infancia. Y creo que lo son en este momento. Novelas con personajes fuertes, con aventuras que desde mi infancia eran lo más, historias con fondo y desarrollo de personajes... ¿qué más se podía pedir?

Gracias a una recomendación de mi adorada Elvira Lindo en Facebook, decidí ir a Concord a conocer la casa de los Alcott. Y la primera sorpresa es el lugar mismo. Una ciudad especial, con unos paisajes de caramelo y que tuvo entre sus ilustres vecinos nada menos que a Louisa May Alcott, Ralph Waldo Emerson, Margaret Fuller, Nathaniel Hawthorne y Henry David Thoreau. Vamos, uno de esos lugares donde uno piensa que el agua lleva algo especial...

(Continuará)

jueves, 26 de agosto de 2010

That's Life


Hay dos cosas que me ponen...
Eric Clapton y sentir bajo las ruedas del coche el puente de Portland.
That's life...

sábado, 21 de agosto de 2010

Pillow talking


Hace un par de años, cuando asistí a esa especie de campamento para que los pijos adultos aprendan inglés llamado "Vaughantown", uno de los anglos (precisamente uno que pretendía practicar conmigo algún otro idioma además del inglés)me dijo que la mejor forma para aprender un idioma era con el Pillow Talking. Esto, para los que no tengaís conocimientos básicos de la lengua de Shakespeare es algo como decir que para aprender otro idioma lo ideal es practicarlo con alguien que tenga un lugar en tu almohada.
Y yo no digo que esto no sea cierto, porque precisamente en la cama se pueden mantener conversaciones profundas (de hecho, JL sostiene la teoría de que la gente habla más y mejor cuando está desnuda... aunque es una teoría sin evidencia científica alguna, por cierto), y cuando además las mantienes con algún nativo del idioma que estás aprendiendo te ayudan siempre en este proceso.

No siempre esto es tan fácil. En mi caso tengo que encontrar alguno por aquí que esté soltero (algo complejo al menos en el pretty mundo de Durham), ligármelo, que me apetezca estar con él (más complejo aún) y que además hable inglés de negocios y consultoría que es el que más me interesa entrenar. Si a esto le añadimos que para que el tema funcione ha de haber una cierta constancia, creo que me sale más barato y más fácil irme un año a alaska que hablan un inglés raro pero que al menos es un lugar tranquilo...

Pues bien, desde que estoy aquí he descubierto que este término es utilizado por la WRCH, una emisora de radio de New Britain que escucho para titular un programa nocturno (de las noches de aquí, entre 7 y 9)

El programa Pillowtalk emite basicamente canciones de amor. Amor en todos los ámbitos: paterno/materno filial, de pareja, de hermanos, de amigos, de persona a perro, planta o lugar... variopinto total.

Y aquí viene lo especial y que tiene mucho que ver con la personalidad americana y en el cómo expresan sus emociones. En este programa los oyentes llaman y expresan lo que sienten por su hijo, su marido, su hermano o el perro de la vecina. Y en base a esto la presentadora elije un tema que pueda reflejar esto. Y os puedo garantizar que lo que se escucha es para ponerte la piel de gallina a las 7 y mantenerla hasta media noche. No caen en la falsa cursilería, se escuchan declaraciones de amor sentidas, especiales, desde el corazón. Y expresadas con esa falta absoluta de pudor que sería tan corriente en España.

Cuando yo era pequeña y Adela trabajaba en casa, me encantaba irme al cuarto donde ella planchaba mientras de fondo se escuchaba un programa de radio llamado "peticiones del oyente".

Y mientras escuchaba estas declaraciones de amor hechas "a calzón quitado" recordaba aquellas emitidas por esa radio en esas tardes de plancha: "A mi hijo Manolo, con el deseo de que el servicio militar le haga un hombre", o "A María, tu novio que no te olvida".

Según Silvia esto tiene que ver con la austera herencia castellana. Yo creo que va en el ADN, o en la educación. Pero al final tengo claro que me gustan estas expresiones de afecto. Y cada vez más... debo estar haciéndome mayor...


martes, 17 de agosto de 2010

A matter of trust



Recuerdo una conversación con Kerrie cuando estuve aquí para thanksgiving. Hablabamos del país ideal, de las cosas que sería maravilloso que tuviera nuestro lugar perfecto. Yo, de España, me quedo con la luz y el sol, con la espontaneidad de la gente, con el concepto de familia, la tortilla de patatas, el tinto de verano, las fiestas de los pueblos y mil cosas más. De USA me quedaría con ese refuerzo positivo constante, con su entusiasmo por todo, la amabilidad de la gente, el maiz, los bosques y sobre todo con la confianza.

Cada vez que tengo oportunidad de hablar con algún responsable de recursos humanos de alguna de mis empresas clientes, emito el mismo mensaje: la confianza genera confianza, y cuando la das, la recibes.

Esto es una de las cosas que creo que son claves aquí. En stop and shop te escaneas tú los productos. Y luego haces el total en la caja. Y nadie comprueba si hay alguno que no has escaneado y no vas a pagar. Recuerdo cuando fuimos a Amishlandia y en las granjas te podías encontrar mesas con verduras, frutas y una balanza romana. Y al lado un bote donde se supone que dejabas el dinero una vez que habías elegido y pesado aquello que querías. Y sin querer no pude evitar pensar en España y en qué ocurriría si importamos esta práctica. E inmediatamente pensé que la gente cogería los tomates y no los pesaría ni los pagaría. Porque además (y esto es lo peor de todo) pensaría que el que ha puesto semejante chiringuito es tontoelhaba y merece que le estafen. España es el país de la picaresca, y lamentablemente podríamos apostar a que ocurriría así.

O quizá no.

O quizá ocurriría en un primer momento. O en dos. Y puede que, si la gente ve que se confía en ella, respondiera positivamente. Y puede que en una generación o dos, o quizá en diez, las cosas fueran diferentes.

Lo que está claro es que si no hacemos ese primer esfuerzo nunca lo sabremos. Y dudo mucho que esto se pueda implementar sin un cambio social, sin un cambio en los valores, sin que dejemos de pensar en negativo de los demás por principio.

El otro día pasé por un jardín donde había muebles en venta. Sugerían que dejasen el dinero en el buzón. Y os juro que me dió envidia. Yo quiero esa confianza. Prometo no defraudar. De verdad.


sábado, 14 de agosto de 2010

Sometimes, a perfect day, appears


Durante toda esta semana he sido una fiel seguidora de el Weather Channel. A pesar de que el dicho reza: "Si no te gusta el tiempo en Nueva Inglaterra, espera media hora" y es bastante ajustado a lo real, yo esperaba ansiosa durante toda la semana que uno de esos dibujos de solsindudas apareciera anunciando un maravilloso día de sol.

Pues bien, después de varios días de nubes y claros, ayer, sin dudas, apareció el deseado icono. Y aprovechando que hoy tenía visita y que prefería llegar a casa tarde, esta mañana decidí el plan del día: playa + outlet + cine.

Pero como el hombre propone y Dios dispone, he recibido una llamada de Kerrie. Le propongo el plan y se apunta, así que quedamos en que la recojo y nos vamos hacia Hammonasset Beach, una de las playas semi-públicas de la zona (al menos, pagando, se puede entrar...)

Cuando llego al casoplón de Kerrie me la encuentro hecha un brazo de mar: modelo perfecto, pamela de mimbre, shorts blancos inmaculados... y una nevera con dos sandwiches para comer, cuatro cervezas, dos hamacas y toallas a tutti plen.

Así que pertrechadas con tamaño equipaje nos dirigimos a la beach. Está en un parque natural, así que es algo salvaje, hay que atravesar una línea de dunas para llegar a ella y está inundada de gaviotas gigantes que conviven cual estupendas vecinas de verano con los bañistas.

Como podeís imaginar, el día resulta perfecto, en la playa (salvo en las zonas de las barbacoas y los servicios centrales donde por supuesto no nos situamos) aunque hay bastante gente, al ser tan grande estamos más repartidos que la pedrea de navidad y además, como aquí la gente ni grita ni lleva radios escandalosas, ni juega con las palas ni da por saco en sus diferentes acepciones, podemos disfrutar del sonido de las (pocas) olas (al ser una bahía, casi pareciera un lago)

Comemos los sandwiches, bebemos las cervezas y cedemos los brownies a las gaviotas. Y en el mientras tanto, nos relajamos infinito, charlamos y disfrutamos del sol.
Antes de salir del parque nos acercamos a la zona común de duchas. Kerrie, obviamente, no olvidó el jabón ni la crema hidratante, así que salimos fresquitas, relajadas y estupendas.

Nos queda una cerveza para coronar el día perfecto, así que nos dirigimos al pueblo más cercano: Clinton.
Atravesamos el pueblo y huele a verano: barcos anclados en el puerto, bares repletos de gente, niños con helados, mercadillos... un disfrute, vamos.

Decidimos parar en Lenny&Joe, pero la cola nos disuade, así que Kerry me lleva a otro de los lugares clave en este pueblo: Bill's.
Cuando entramos descubrimos un restaurante absolutamente lleno de gente, con cola esperando a que les asienten en la terraza, donde hay una vista estupenda del río y una temperatura fantástica. Kerrie, sin embargo, piensa que es mejor que nos quedemos dentro de ese bar estilo Cheer's donde hay un ambiente brutal, uno de esos lugares donde todo el mundo conoce tu nombre.

Nos colocamos en una esquina y por supuesto le contamos a la camarera que soy de Madrid y que estoy encantada, así que en seguida nos cambia a un lugar mejor. En ese momento, una banda formada por un saxo, una trompeta, un contrabajo, un teclista y un batería que en vez del DNI se identifican con la prueba del Carbono-14 comienzan a tocar. Y lo hacen como los mismos ángeles. Es como si hubieran dejado Nueva Orleans para hacer unos bolos en Connecticut.

No se cómo en un bar tan enorme y tan lleno de gente, un hombre se entera de que soy de Madrid (creo que al final de la noche lo supieron las trescientas personas del bar) y nos guarda un sito en primera fila. Nos presenta al cantante de la banda y este nos firma un cd.



Cuando comienzan a tocar uno de mis temas favoritísimos "Georgia on my mind" Kerrie me mira y me dice aquello de "Sometimes, the perfect days, appear" y yo le respondo eso que tantas veces le escuché a mi madre: Kerrie, no sé si esto será la buena vida... pero la mala no es...

viernes, 13 de agosto de 2010

Los idiomas y la inteligencia emocional



En realidad esta entrada podría llamarse: "cómo hacerse la tonta en varios idiomas", pero es que lo de la inteligencia emocional me gusta más.

Una de mis primeras tareas al llegar aquí fue localizar el carnet de piscina que, con mucho esfuerzo, logré conseguir el año pasado. La tarea es inutil. Eric lo debió tirar a la basura, así que tengo, de nuevo, la sensación de que tendré que empezar de cero con el premionobel de la piscina.

Pero, como no hay cosa mejor que llevar un espíritu ganador para conseguir las cosas, me visto con mi mejor sonrisa y me encamino al lugar de mi reto. Las noticias eran desesperanzadoras: parace que el mes pasado se lo negaron en dos ocasiones al anterior visitante. Pero a pesar de ello, me dirijo con paso firme.

Mi estrategia comienza con una visión general de la pool y sus habitantes. El año pasado pegué el palique con tododios, así que lo mismo alguno está. Reconozco a Lee metida en la piscina y pienso que en un grito la tengo a mi favor. Total, somos amigas de facebook y eso une mucho...

En esta visión general compruebo que el premionobel no está, pero que en su lugar está una mujer que conozco del año pasado. Como si fuesemos íntimas, me acerco a saludarla con un enérgico "how you doin'? como si la emoción me impidiera decir algo más interesante.

Cuado la mujer pone cara de notengonideadequienesesta, le comento que me hace mucha ilusión volver a verla, lo que a la mujer le impide cualquier gesto o frase en opuesto a esta alegría colectiva.

Le digo que no encuentro el pase del año pasado y me dice que necesito uno nuevo. Y que igualmente necesito demostrar que vivo en esa casa. Pongo mi mejor cara de "qué faena, pues no lo tengo" y paso a re-sonreir y a decirle aquello de: "¿cómo podría demostrarte que vivo aquí?. Eso sí, en ese momento ya dirijo una mirada a Lee que, desde la piscina observa la escena.

Le digo que soy amiga de Lee, que asiente, le pregunto si sabe cuándo vuelve Vickie, le digo que está mucho más morena que el año pasado y al final, lo logro.

De nuevo, tengo el carnet a mi nombre. Me esperan muchas fiestas en la pool...

martes, 10 de agosto de 2010

Ubicando, que es gerundio



Después de un viaje francamente y con media hora de adelanto sobre el horario previsto, llego al aeropuerto de Bradley. La última media hora de vuelo la paso pegada a la ventana, viendo el paisaje de casitas de madera que casi parecieran setas en praderas enormes, lagos rodeados de bosques y carreteras sinuosas con destinos inciertos.

Al llegar a Bradley, un desencuentro con Kerrie me hace esperar a la salida de este minúsculo aeropuerto, sentada en el suelo. Observo el cambio de paisaje humano. Comienzo a ver personas enormes, afroamericanas con rastas, adolescentes enormes con gorras y pantalones caidos. También los coches son diferentes. Supongo que aquí todo se relaciona con el tamaño del país, y por eso los coches casi parecieran camiones. Menos mal que los parkings aquí están adaptados, porque no quiero ni imaginar lo que sería meter uno de estos casi-camiones en mi plaza de garage.

Al encontrarme, por fin, con Kerrie, me invade una sensación de relax. Supongo que de alguna manera, mi mente decide que ya se estresó bastante viajando en lista de espera y entrando la última en el Philly-Madrid y la penúltima en el Philly-Bradley. Ahora solo queda llegar a casa de Eric y descansar hasta mañana.

En el camino no puedo dejar de mirar esa carretera rodeada de árboles gigantes, ese verde infinito, este atardecer de caramelo. Y me hace sentir bien. Es como volver a casa.

Llegamos a New Britain con luz. Y como en las dos ocasiones anteriores he llegado de noche, me permite verlo con una perspectiva diferente. Y me gusta.

Abro la puerta de esta mi casa adoptada. Y antes que nada, descubrimos dos cervezas en la nevera. Y nos las tomamos en el mini-porche disfrutando del momento de relax, del frescor del bosque, del silencio...

Agotada, en seguida llego a la cama. Mañana será otro día...