viernes, 31 de julio de 2009

Las hijas del Sr Clemens, la lluvia en Connecticut y la suerte de vivir en un bosque


Durante toda la noche había llovido. Si hubiera sabido antes que iba a venir de vacaciones a Galicia, me hubiera traido un paraguas y el chubasqueiro... El caso es que también llovía cuando me desperté, y un rato más tarde, y luego... así que pensé que una actividad cultural era la apropiada para el día.

Así que busqué en la guía de Nueva Inglaterra la casa de Mark Twain, le dije a Manolo que me llevara y en menos de media hora (eso sí, con lluvia de monzón) llegué al 351 de Farmington Avenue, en Hartford.

Como suele ocurrir en estos lugares de interés turístico, hay un enorme parking adyacente para que se pueda dejar el coche sin morir de estrés. Gracias a ello y al paraguas de Eric que está haciendo horas extraordinarias, pude llegar a la entrada del museo.

Pido mi entrada y de nuevo, y como en mil sitios, me piden mi código postal. Les digo que soy turista y que si quieren que les de mi código de España, encantada. Me dan la bienvenida calurosamente como si fuese algo extraordinario (que estoy segura que no lo es, pero se agradece) y me citan para la visita guiada de tres cuartos de hora más tarde.

Invierto ese tiempo en ver la tienda de regalos (me lo hubiera traido todo) y una pequeña sala con algunos objetos de la época (grilletes de esclavos, una imprenta, sus gafas y algunos objetos personales..) y una parte con bancos en los que había reproductores y se podía elegir escuchar las lecturas de algunas de sus novelas. Elijo un fragmento de "las aventuras de Huckleberry Finn" y durante los cinco minutos que dura la grabación me sumerjo en esa historia que tantas veces leí de niña... tengo que volverlo a hacer en cuanto vuelva, me digo.

Frente a mí, una madre intenta infructosamente que su hijo deje los cascos y salgan de la sala. El niño se niega y a mi me parece una escena preciosa... es dificil abandonar a Twain, verdad??

A las 3,15 comienza la visita guiada. La guía nos dice que vamos a visitar la casa como si fueramos invitados de los Clemens. Y nos dirigimos con ella hacia una casa enorme, color teja con un par de edificios delante que pertenecían a las viviendas del servicio y un jardín maravilloso que apenas se distingue tras la cortina de agua.
Abre la puerta con su llave y ya la primera imagen de la casa impacta. Un hall de entrada con las paredes con madera y marqueteria y una luz suave que imitaba a la antigua luz de gas.

A partir de ahí, un montón de curiosidades: los Clemens vivieron 17 años en esta casa en la que fueron muy felices y en los que fueron escritas las obras más conocidas de Twain. Una casa cálida, con muchos avances respecto a la época (cada habitación tenía baño propio, lo que en 1874 no era nada corriente y tenía un sistema de refrigeración y calefacción )y en la que a uno le apetecería instalarse en cuanto terminase la visita guiada.

Vemos el comedor y la biblioteca y la guía nos cuenta como era la relación de Mark Twain con sus hijas: en cada comida les contaba historias, tenían un código de colores como un lenguaje secreto y en la biblioteca, él hacía de elefante y ellas de cazadoras, todo esto en un mirador lleno de plantas con una cristalera maravillosa que ellos denominaban:"la selva". Les inculcó la pasión por la lectura y por el estudio y parece que era muy afectivo con ellas. Yo, que pienso que puedes llegar a lo que quieras, también tengo claro que tu casilla de salida vital es importante. Y creo que las hijas de Twain tuvieron mucha suerte de tener un padre así. La verdad.

Tal como está organizada la visita, y por las cosas que cuenta la guía como anécdotas de la familia y la época, uno realmente se siente como si hubiera sido, por una hora, huesped de los Clemens. Y uno siente que realmente fueron felices allí.

Salgo muy satisfecha de la visita (gracias Carmen por recomendármela) y me dirijo, bajo una cortina de lluvia al Stop and Shop para comprar una tarta para el postre (estoy invitada a casa de Juan y Vicky). Aquí no hay pastelerías como las de casa, así que puede ser una buena opción.

Por la noche, me dirijo hacia Simsbury y, cuando abandono la carretera principal, es como si me metiera en una montaña donde se adivina que vive gente solo por los buzones que se ven a ambos lados de la vía y alguna luz esporádica. La lluvia me impide disfrutar como quisiera del viaje, pero me hace sentir como si fuese al lugar más aislado del mundo. Veo niebla y visualizo una foto de un hada apareciendo por el bosque. La verdad es que sería bonito poderla hacer...

Llego a casa de Juan y Vicky y es un gusto. Son tan acogedores que es como estar en familia. La enorme casa además, me da una sensación conocida, como una casa de pueblo española americanizada, lo que tiene un punto muy interesante.
Cenamos con otros amigos salmón, maiz y ensalada, regado con cava que siempre casa bien. Nos quitamos la palabra unos a otros y acabamos a las mil.

Y, despacito porque llueve a cántaros y hay poca luz, me vuelvo, encantada del día, a esta estupenda casita que tengo okupada...

No hay comentarios:

Publicar un comentario