lunes, 27 de julio de 2009

El río de la casa de Nancy



No sé bien si por ser hija de topógrafo o por algún otro motivo desconocido, siempre me han provocado mucho interés esos conflictos familiares y vecinales sobre las lindes. Supongo que bajo esto subyace el sentimiento de propiedad tan hispano que a veces ha generado que familias armoniosas dejasen de serlo y que vecinos que hasta ese momento se prestaban el pan y la sal acaben más enfadados que los hermanos de Puerto Hurraco.

Es por eso por lo que el sistema de casas diseminadas en las praderas como si fuesen setas que llevan por aquí me llama poderosamente la atención. Siempre me pregunto dónde termina una casa y empieza otra, lo que en España es fácil de saber: donde está la valla (aunque siempre hay vecinos que tienen tendencia a sacar la sillita un poco más hasta que se van haciendo con los territorios, pero eso es otra historia que deberá ser contada en otro momento...)

Y no solo es el tema de la propiedad. Es, sobre todo, el tema de la pradera. Creo que no he visto una sola casa desde que he llegado aquí que tenga el cesped mal cuidado o el jardín estilo selva que tanto se lleva en la sierra madrileña. Supongo que a nadie le gustará estar segando el cesped del vecino por muy chulos que sean esos carritos del estilo del de Forrest Gump. El otro día le pregunté a Brad por esto, y me decía que para ellos no es tan importante si una casa termina en ese seto o en el otro, porque hay libertad para pasar por los prados.

Uno siempre tiene la tendencia a extrapolar las vivencias a las propias del lugar de origen y la verdad es que no veo que esto fuese un sistema que gustase nada en España. La sola idea de tu vecino poniendo sus zapatos en tu cesped recien cortado fijo que no era nada interesante.

Sin embargo, a mi me parece un sistema estupendo. Es como cuando yo digo en las reuniones de la comunidad que la gente tiene que entender que tan suyo es el portal como su piso y que hay que cuidarlo igual. En realidad lo que aquí llevan es una vida en comunidad mucho más que si vivieran en un bloque de apartamentos.

Ayer fuimos a cenar a casa de Nancy. Tiene una casa preciosa (como no!!) y un cesped maravilloso supongo que consecuencia a partes iguales del clima de aquí y el trabajo de su marido. Le pregunté a Jimmy dónde terminaba su finca, y me dió unas indicaciones vagas sobre aquel pino y el otro seto...

Pero lo más alucinante es que en la parte de atrás del jardín, Nancy tiene un rio. Si señores, un rio con sus piedras gigantes, sus árboles y su corriente. Un rio donde los niños se bañan y hacen fuego de campamento. Cuando lo ví no pude dejar de acordarme, de nuevo, de mis sobrinos y lo que disfrutarían en un lugar como este.
Les pregunté qué pasaba si alguien se quería bañar en el río. Y ellos me dijeron que lo podían hacer. Pero me da la sensación de que no es por servidumbre de uso sino porque aquí debe haber tantos kilómetros de rios que no merece la pena meterse en casa de nadie (casa que no tiene valla, por supuesto) para bañarse.

Tengo una amiga que tiene un Renoir en su casa. Ahora tengo una amiga que tiene un río. Bien pensado es mejor el río. No tienes que pagar un seguro carísimo y además sabes que nadie se lo llevará. Creo que definitivamente, si tuviera que elegir, me quedaría con el rio. Fijo


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