jueves, 6 de agosto de 2009

Magnolias de acero


Magnolias de acero,es la historia de seis mujeres muy diferentes y especiales, que viven en un pequeño pueblo de Louisiana. La historia está ambientada en un ambiente rural. Y tiene como lugar de encuentro una pequeña peluquería en la que se comparten tristezas, alegrías, amores, desilusiones... todas las emociones que van construyendo día a día nuestra vida.

Pues bien, no en Lousiana pero sí en Connecticut, yo hoy he estado en la peluquería de Magnolias de Acero... y he de admitir que lo he hecho por imperiosa necesidad: llevar el pelo como la abuelita Paz de blanco no me ponía nada y, aunque la idea de ir a otra peluquería diferente a mi estupenda Luis y Tachi no me dislocara, la opción alternativa era inviable.

La primera diferencia con mi peluquería habitual es que esta situada al lado de un bosque. Y por muy bonito que sea el retiro, no es lo mismo, la verdad.
La segunda es que veo una hilera de secadores de pie de esos que hacía siglos que no veía. Fantásticos.
La peluquería es pequeña y coqueta. Tiene dos partes separadas: una para hombres y otra para mujeres.

En total hay tres personas trabajando para las dos peluquerías, lo que así a primera vista parece bastante estresante. Le pregunto a Sue si suele venir mucha gente y me responde que allí solo van a cortarse el pelo.¿Y a peinarse? -digo yo- No, dice ella, ya te peinas en casa tú (lógica aplastante, claro), aquí solo vienen todas las semanas las mujeres mayores.

La verdades que esto me sorprende. Yo, cuando tengo trabajo, voy cada semana a la peluquería. A peinarme. Solo. Y desde luego mis hermanas y muchas de mis amigas también. Así que pienso que no es un muy buen negocio ser peluquera en Connecticut.

Chris, la peluquera, conoce a Sue desde hace muchos años, así que tengo confianza con ella para mirarle con cara de perrito abandonado a efectos de que no me deje el pelo color rasperry. Con gesto profesional saca su muestrario de tonos y elige el mío. Lo hace tan convencida que me tranquiliza, la verdad.

Cuando comienza a secarme veo que sí, que podía confiar en ella. Menos mal.

Lo que no sé es si debo decir algo que no corresponde o no haberlo dicho, pero ella se limita a secarme el pelo. No brushing. No salir de la pelu para ir de cena. No mirarte en los escaparates disfrutando de una melena vaporosa. Solo secar.

El resultado no me preocupa hasta que, después de comer, Sue me lleva a un precioso salto de agua cercano (donde estuve a punto de ser devorada por los mosquitos, por cierto) y donde había una humedad considerable.
No me preocupa hasta que, cuando llegamos a casa de Sue, beso a Brad y me dice eso de: "te veo muy distinta..." (una frase que nunca ha presagiado nada bueno...)
No me preocupa hasta que me miro en el espejo retrovisor y veo la cruel realidad: soy una mezcla entre Mafalda y el mudo de los hermanos Marx...


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