domingo, 9 de agosto de 2009

Greenwich Country Club



Dentro de mi saturado calendario social, el sábado tocaba ir a Greenwich, a comer con Bruce, el hermano de Brian, y su mujer, Ann.
He de decir que los mails anteriores a la cita ya me hicieron sentir algo alterada: Los Murdocks me invitaban a comer al Greenwich Country Club porque estan de reforma en su casa, y en un párrafo del mail dicen: "si quieres podemos bañarnos o jugar al tenis"...

¿Jugar al tenis?... la sola lectura de este párrafo me puso los pelos de punta, más después de descubrir, gracias a Google, el aspecto del citado club. No tengo zapatillas, ni modelo adecuado (¿me tendré que comprar uno? ¿tendrán boutique Fred Perry en el Mall?)... después de lo que pasé a recordar que hace 15 años desde la última vez que jugué al tenis (antes de mi rotura de tendón y de mi operación de espalda) y que probablemente no de pie con bola (nunca mejor dicho). Busco en el diccionario la palabra mágica: sprain (esguince). Creo que con esto irá mejor. Me quito un peso de encima y me dispongo a ir a casa de Delia a cenar. Organiza una cena con unos amigos.

Antes de salir reviso el correo. Bruce me recuerda que no lleve vaqueros porque no se aceptan en el club. Uf... otro contratiempo más. Bueno, en realidad yo llevo vaqueros de forma muy esporádica, así que no hay problema.

Para ir a la cena de Delia me pongo unos pitillo azul marino y una blusa de Jill color lavanda preciosa que estreno en este momento.

Aprovecho para comentarle que voy mañana al Country Club de Greenwich y le pregunto si voy bien (segura de lo divinisima que estoy). Me mira y me dice: ¿qué tal si te compras un vestido?...
En ese momento, definitivamente, se me hiela la sangre.

Tengo que autocoachearme para convencerme de que voy a ir estupenda vaya como vaya porque soy estupenda, culta, limpia y europea... y llevo una melena que ya la quisieran muchas por aquí. Así que supero el tema indumentaria.

Y reforzando mi autoestima llego on time al Club. Justo en el momento en el que aparco están saliendo Bruce, Anne y Ali (su hija) por la puerta, así que nos reconocemos de inmediato. Mejor.

Un paseo breve y directamente a comer. Bruce me recuerda los horarios de comida españoles. Yo, no los quiero ni recordar. Vaya descontrol cuando vuelva...

Hablamos de mil cosas, de la familia, de Estados Unidos, de España, de viajes... una estupenda conversación antes de hacer una visita turística con helado incluida a Greenwich y al Old Greenwich, una suerte de pueblecito encantador, limpio, con casas de madera preciosas y que ha sido catalogado como uno de los 100 mejores lugares para vivir de todo Estados Unidos.

Damos igualmente un paseo por la playa, a la que hay que acceder con un pase y desde la que se ve, pequeñito pequeñito, Manhattan.

Terminamos la tarde jugando al golf (yo por supuesto hago el documento gráfico) y me despido de esta familia tan encantadora hasta la próxima.

Y con el regusto de haber pasado un buen día me dirijo, de nuevo, hacia el norte...




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