miércoles, 2 de diciembre de 2009

Margaret O'Brien y la pista de hielo del Rockefeller Center



Ayer estuve en Nueva York. Y como lo bueno que tiene volver a los sitios es que hay lugares imprescindibles que ya has visitado, te puedes dedicar a visitar "los caprichos". Y para mí había uno prioritario: ver la pista de hielo del Rockefeller Center.

Después de un agradable viaje en tren con Kerrie desde una apeadero clónico de los que existen en Disneylandia (obviamente basados en lugares reales, como las pelis) y de llegar a una abarrotada Grand Central Terminal, nos encaminamos, con menos frío del que pensábamos, hacia el Rockefeller Center.

En el camino paramos a compartir un lunch en un lugar repleto en el que sorprende la rapidez de los camareros. El 80% de la gente que acude a este lugar lo hace para "take away", o sea, para llevarse a la ofi la comida, en su mayoría sandwiches o ensaladas. Kerrie me dice que normalmente invierten un máximo de 20 minutos y que la mayoría come en una sala habilitada como cocina en la empresa.

Nosotras nos sentamos en unos taburetes altos mirando hacia la calle. Y la verdad es que es mucho más entretenido que algunas de las últimas películas que he visto. Un ir y venir de los más heterogéneos grupos humanos que uno podría imaginar: yuppies, raperos de color, mujeres extravagantes, judios con rizos en las patillas, cowboys de ciudad, homeles... de todo. Realmente aquí no haría falta ver la tele para entretenerse.

Nos metemos en la masa humana intentando esquivar a los rápidos y llegar sanas y salvas a la quinta avenida. Al llegar allí, obligada parada para mirar al cielo. La silueta de los rascacielos cortándose en el cielo azul es impresionante. Una y mil veces que venga a esta ciudad, una y mil veces me parecerá maravillosa.

Después de respirar hondo y sentir como NY huele a navidad (el escaparate de Saks con maniquies con maravillosos vestidos de gala rojos es simplemente impactante), cruzamos hacia donde la masa humana es mayor: el Rockefeller Center.

Al cruzar la plaza, donde hay preparado un stand de televisón (según Kerrie para retransmitir en directo el encendido del árbol de navidad, que, por cierto, es de Connecticut) intento llegar sana y salva hacia donde está la pista. Y lo consigo.

Y ese momento es especial. Miro la pista y tengo la misma sensación de la primera vez que estuve, que es un lugar más pequeño de lo que aparece en las pelis, pero que tiene tanta magia o más.

En la pista, no más de cuarenta personas patinado. Niños, jovenes y adultos patinando en la misma dirección y no sé si dándose cuenta de que son muy afortunados por estar viviendo ese momento en ese lugar.

Hago una y mil fotos. Intento meter en el fotográma el árbol gigante, el rascacielos y la pista, algo ajustaditos, la verdad. Lo consigo. Y cuando, de repente, y no se de donde, se empieza a escuchar un villancico, tengo que parar. Y, como esa escena de ghost en la que Patrick Swayze sale de su cuerpo y se ve a si mismo desde arriba, me veo situada en esa escena. Y tomo aire y huelo la navidad. Y escucho la música y ella me trae recuerdos: de la cola del cine Imperial en fiestas, de la Plaza Mayor y su música de fondo, del múerdago y el acebo, del oyeniñodequieneres que cantábamos frente al belén, de los regalos bajo el árbol, de la pandereta, del odiado verdugo y la bufanda, de las tres hermanas vestidas iguales para las fiestas.. y de esa escena de "Cita en St Louis" en la que Judy Garland le canta a Margaret O'Brien ese maravilloso villancico... y de lo que este me recuerda a mamá, y a lo que nos quería, y su ausencia...

Y mientras observo como la gente patina, y se cae, y rie, doy gracias al cielo por vivir este instante. Y me giro y sonrío a Kerrie, que probablemente no imagine todo lo que me ha pasado en un minuto. Y con ella, agarradas del brazo, bajamos riendo por la quinta avenida...

1 comentario:

  1. bueno a mi también se me han humedecido los ojos y eso que no estaba ahí... por favor!!! tu proxima parada es la de escritora...
    un abrazo muy fuerte, Begoña

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