domingo, 22 de noviembre de 2009

De maletas perdidas, parques de bomberos y reuniones familiares


Mi primer día en Durham ha sido bastante entretenido. Llegué mucho antes de lo previsto al aeropuerto de Hartford (los vuelos fueron super puntuales y gracias a Jimena el transoceánico lo hice en fila 1 de envoy lo que equivale a venir durmiendo en tu propia cama). De hecho, llegué media hora antes de la hora a la que había quedado con Eric. Lástima que mi maleta se quedara en Filadelfia, porque si no fuese por este detallito, el día de viaje hubiera sido todo lo perfecto que puede ser un día que inviertes en cruzar un trocito de planeta.
Cuando voy a reclamar la maleta una señora muy amable me pide mi dirección para enviármela. Yo en ese momento y por intuición, no tengo ninguna duda de que me va a llegar. Esta maleta fue estrenada en India y se perdió a la vuelta en Londres, desde donde apareció. Este verano se perdió al volver a Madrid y apareció de nuevo. Y esta vez lo vuelto a hacer. Así que aunque es una maleta con tendencia al despiste, siempre vuelve... y eso está bien. La señora de USAir me pregunta si hay un lugar seguro para dejarla, como un porche o un garaje. Le digo que el garaje estará cerrado si no estamos y que el porche está abierto. Perfecto, dice, la dejaremos en el porche.
Pongo cara de momentoenelquemeheperdidoconelingles y le repito que el porche no es un lugar seguro porque está abierto, en el jardín. Me mira como si estuviera viendo una aparición y me dice que ese es un lugar seguro. Instantaneamente recuerdo que esto no es Madrid, sino Connecticut, donde uno puede dejar una maleta gigante (preciosa y de color berenjena, by the way) en un jardín sin que nadie la robe...
Llegamos a casa de Sue sobre las ocho. Me viene a dar la bienvenida, Clive, el nuevo perro de los Collins, de color arena, pelo largo y con un aspecto de peluche que me encanta. Después de los parabienes, alegrías y cena, me dispongo a habitar mi aposento.


Sue me ha dejado la tercera planta de la casa íntegra para mí. Lo que quiere decir que tengo un dormitorio maravilloso con cinco ventanales, una cama grande vestida con un edredón de flores diminutas, un sofá, tele y un closet estupendo. En mi planta hay igualmente otro dormitorio (por si invito a algunos amigos), un baño y un pequeño living donde tengo un despachito con ordenador. Fantástico todo. Sobre todo por el paisaje que se ve desde las ventanas, con maravillosos prados y casitas de juguete... un disfrute total.

Por la mañana luce un sol espléndido y este lugar se parece más aún al paraiso. Nos vamos a comprar una correa para Clive y de camino pasamos por el parque de bomberos. La última vez le dije a Harry, primo de Sue y bombero voluntario que me encantaría hacerle alguna foto a los camiones, así que para allá vamos.

Llegamos lo suficientemente tarde como para que Harry se haya ido, pero un par de hombres también bomberos voluntarios, amablemente nos dejan pasar y hacer fotos. La primera sorpresa es que el camión de bomberos es verde, la razón se la preguntaré a Harry en cuanto le vea. Hay varios camiones y uno de principios de siglo pasado, una reliquia y una belleza. Nos dice uno de los hombres que allí todos son voluntarios, y que el 70% de los bomberos de USA lo son, solamente los de las grandes ciudades son funcionarios y cobran. Esto sigue pareciéndome raro e imposible en España, donde este tipo de servicios a la comunidad no se conciben sin cobrar.

Nos llegamos a la tienda de mascotas y flipo. Puede haber algo así como cien modelos de correas, quince tipos de champú para perros, cincuenta juguetes de todo tipo, disfraces de papa noel, mil tipos de piensos, vacunas, de todo... Yo le digo a Sue que si me reencarno quiero ser perro en su casa o gato en la de mi amigo Michaval, algo mucho mejor que ser niño en India, desde luego...

Volvemos a casa donde tenemos merienda-cena familiar. Al llegar nos encontramos con la hermana de Sheila, la madre de Sue y habitante de la primera planta de esta casa, una octogenaria con un aspecto hiper juvenil, con vaqueros y corte de pelo a lo garçon que tiene una actividad que ya la quisieran muchos de cincuenta. El tema de la edad aquí es fascinante, desde luego...

Tras un paseito por el jardín con Cleve y Eric, cenamos (a las cuatro de la tarde!!) un menú tipicamente americano: Jamón asado, unos macarrones con queso pamorirse del gusto, ensalada de col y tarta de chocolate que trae Carrie (con ella vienen a cenar su marido y su madre, que con 92 años es una maravillosa artista que pinta, diseña joyas y hace unos quilts fantásticos).

Cuando todos se van nos quedamos Sue, Nancy y yo con un vinito charlando. Nos reimos, hablamos de todo y cuando les hablo de mi jet lag Nancy me pregunta si tomo algo. Me dice que ellas toman una pildora milagrosa que te dan sin receta (creo que una especie de antihistamínico) que me hará dormir toda la noche. Ella sostiene que hay dos cosas en la vida básicas y que curan todos los males: el vino y la dichosa pastillita.

Así que cuando me despierto a las tres de la mañana y veo la famosa pastillita en mi mesilla junto a un vaso de agua pienso que ellas sabrán que para eso son enfermeras. Y no sé si es por la sugestión o por los efectos de la pastilla, pero duermo el resto de la noche como un lirón. Y cuando me levanto, casi ni siento la sinusitis...




Say nighty-night and kiss me
Just hold me tight and tell me you'll miss me..

1 comentario: